La Generación del 28 determina la senda evolutiva del curso democrático de la política venezolana del siglo XX hasta la irrupción del chavismo en el escenario nacional con un proyecto cuya implantación es de contenido totalitario. Durante su tiempo guía la política democrática y establece como norma los valores de la alternabilidad de los cargos públicos, la pluralidad ideológica, la libertad de expresión y la consulta popular del voto. El curso democrático es determinado por una vocación social tendiente a que los sectores populares ganaran derechos para convertirlos en ciudadanos protegidos por un Estado, benefactor en especial de la educación y de la salud. Estos progresos políticos el chavismo busca acabarlos con la aplicación de prácticas autoritarias.
Palabras clave: Democracia; totalitarismo; generación; pluralismo; alternabilidad
The Generation of 28 determines the evolutionary path of the democratic course of Venezuelan politics of the twentieth century until the emergence of Chavism on the national stage with a project whose implementation is of totalitarian content. During its time this generation guided a politic of democracy and establishes as a norm the values of the alternation of public office, ideological plurality, freedom of expression and popular vote consultation. The democratic course is determined by a social vocation tending to make popular sectors gain rights to become citizens protected by the State, and benefits especially education and health sectors. Chavism has tried to end this development in politics with the application of authoritarian practices.
Key words: democracy; totalitarism; generation; pluralism; alternability.
La generación del 28 domina la secuencia democratizadora de la segunda mitad del siglo XX de Venezuela; sin embargo, en lo transcurrido del nuevo siglo la práctica de la anti política ha permitido la instauración de un modelo extemporáneo a los intereses nacionales de tendencia populista radical que por vías autoritarias pretende revertir el grito de libertad pronunciado por los jóvenes hace noventa años. Los eventos impulsados por aquella generación establecen el nudo histórico fundamental del destino del proceso sociopolítico venezolano del pasado siglo. Los sucesos que pretendían ser una simulación de la elección de una reina de belleza de los estudiantes en carnaval terminan como un enfrentamiento contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. La confrontación inicia el antagonismo dialéctico entre la dictadura y la democracia, el ingreso de las nuevas ideologías políticas y el inicio del camino hacia la república democrática representativa.
Según el historiador Manuel Caballero los eventos de 1928 trasladan la lucha política y social del campo a la ciudad, “inventando la política” y desarrollando tres características esenciales: la manifestación callejera, un nuevo tipo de relación carismática entre la masa y el líder, y la valorización de la palabra tanto hablada como escrita (Caballero, 2011, p.68). La generación del 28 pasa a convertirse en el primer grupo pro activo del cambio político en 1936, después de pasar por una dolorosa etapa formativa de siete años en la cual experimentan la crueldad de la dictadura gomecista que los une en la desgracia como un grupo homogéneo que fragua su espíritu de lucha sobreponiéndose al trabajo forzado de las carreteras, las espantosas cárceles y el paludismo que los mata poco a poco como relata un testigo presencial de la época Miguel Otero Silva en su novela testimonio Fiebre. (Otero Silva: 2001). En medio de estos años borrascosos aquellos estudiantes que logran salir al exilio publican los primeros alcances de la concepción política nacional, entre estos diagnósticos nacionales destaca en 1931, el Plan de Barranquilla (Colombia) elaborado por Rómulo Betancourt y suscrito por 12 firmantes, el cual es considerado como la primera expresión de un análisis estructural de la sociedad venezolana y de su proceso histórico. (Carrera Damas: 1994)
Los jóvenes estudiantes universitarios actuaron como la vanguardia de un país aletargado históricamente y al enfrentarse a la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez experimentan como grupo un duro golpe en la integridad física del colectivo que los incita en lo intelectual a coordinar un pensamiento colectivo orientado hacia una Venezuela democrática. En 1936 después de la muerte del tirano los jóvenes salen de la oscuridad y aunque su pensamiento todavía no era uniforme puesto que se asumían diferentes posiciones personales, como grupo ya tenían en común la aceptación de la vía democrática como el medio de saldar las diferencias.
La secuencia histórica trazada por la generación del 28 no ha sido lineal ni pletórica en hechos positivos, tal como señalara Rómulo Betancourt, el político militante de mayor proyección de la generación: “la historia de los pueblos no sigue una línea recta, como las modernas autopistas, el proceso de las naciones se realiza en zig zag con caídas y recuperaciones” (Betancourt; 1969, p.15). A lo que podemos añadir, también, la presencia de períodos de regresión histórica que se producen cuando las fuerzas retrogradas se impone sobre el pueblo haciéndolo retroceder en sus propósitos de progreso popular. El hecho generacional ocupa un lugar importante en el cruce entre la temporalidad universal y la nacional ya que evidencia la diacronía existente para el momento entre nuestro retrasado proceso evolutivo y el de la modernidad dominante en los países industrializados.
En cuanto a la senda transcurrida hasta el presente destacamos tres grandes períodos: primero, la búsqueda de la democracia dirigida por la generación del 28, partiendo de la gran concentración en la Plaza Bolívar de Caracas el 14 febrero de 1936 para enfrentar las pretensiones continuistas del Gomecismo y desde ese momento se mantuvo el espíritu democrático sorteando diferentes etapas de aprendizaje hasta finalmente irrumpir el 23 de enero de 1958 como un clamor popular para sepultar la dictadura Perejimenista; el segundo, a partir de la conquista popular del sistema democrático en 1958 y su prolongación constitucional hasta las elecciones de 1998 impulsando desarrollo económico, elevación del nivel de vida, transformación cultural y fortalecimiento institucional del país; y tercero, el surgimiento del fenómeno autoritario creado por el chavismo cuando las condiciones globales de la sociedad venezolana han cambiado de manera radical, se sigue planteando el mismo dilema existencial de 1928 entre dictadura y democracia. En el siglo pasado una generación de jóvenes sopesando su destino acepto el reto de luchar por vivir en democracia como una vía de civilización y no quedar sujeto a la dictadura y degradado a la barbarie, en el presente el reto se replantea de manera exponencial mediado por un mundo diferente que somete a prueba la venezolanidad y los valores patrios.
El evento histórico se inscribe dentro de un contexto de cambios globales de la relación de nuestro país en el orden mundial y de su nueva colocación como exportador de petróleo en el contexto latinoamericano. El historiador inglés Eric Hobsbawn señala en su libro, El corto siglo veinte, que éste se inicia en 1914 para la historia universal con la Primera Guerra Mundial, cuando se destruyen los mecanismos de estabilización de los individuos de las generaciones del siglo XIX (Hobsbawn: 1995). Sin embargo, este planteamiento aparentemente no es válido para nuestro país como lo plantea Mariano Picón Salas, un señalamiento ampliamente recogido en la bibliografía sostiene según él que entramos en el siglo XX en 1936, después de la muerte de Gómez ya que vivíamos en el atraso. Entre estas dos fechas los hechos de 1928 representan para nuestro país un momento de inflexión del tiempo diacrónico, un desfase entre el plano económico y el político, así como de la separación de la realidad nacional del resto del tiempo latinoamericano. El aceleramiento del tiempo económico por la llegada de la explotación petrolera a partir de 1914, cuando estalló el pozo petrolero Zumaque Uno, empezó a alterar la manera de inserción internacional vigente del país desde la independencia. Venezuela al igual que el resto de la región se inserta como un espacio exportador de materias primas en el orden internacional y establece un tiempo histórico subordinado en relación a los países dominantes en el circuito comercial quienes adoptan un rol dinámico y decisorio, quedando los exportadores con tiempo diacrónico más lento. De manera global, los países exportadores de materias primas reactivan su economía después de la independencia y según el historiador Víctor Bulner Thomas las economías de estos países entran en el comercio internacional signados por las diferencias regionales que los llevan a adoptar “políticas congruentes a favor del desarrollo basado en las exportaciones” resultando en este proceso favorecidos algunos países sobre otros dependiendo de su desempeño en el comercio internacional, a modo de una “lotería de bienes” (Bulner Thomas:1980, p.60). Lo que significa que todos los productos de materia prima ya sean agrícolas, pecuarios o mineros corrían con la suerte que pudieran alcanzar en el proceso de transformación mediado por la industrialización que finalmente le determina su valor de ganancia asociada en el mercado mundial. Este azar determina que Venezuela con la explotación del petróleo y su importancia para el mundo industrializado ocupe un lugar “privilegiado” dentro de los países latinoamericanos, cuestión que se confirma a partir de 1926 cuando las exportaciones del nuevo producto energético sobrepasan los ingresos generados por el resto de los rubros mayoritariamente agrícolas. Esto sucedía en 1928 cuando Venezuela en el plano político dominado por Gómez, continuaba siendo regida por el ciclo regional creado por la llegada de los andinos al poder con la revolución liberal restauradora en 1899 o invasión de los 60 al mando de Cipriano Castro. Esta situación mueve a pensar que los eventos de 1928 pudieron ser la expresión de una clase media en gestación dentro de un sistema opresivo e incongruente con las nuevas posibilidades económicas del país.
El aislamiento del país con el resto del mundo era notorio y no había conocimiento de los eventos ocurridos en los países vecinos. En 1928 la población venezolana no supo de la gran huelga bananera contra la compañía United Fruit Company ocurrida en la vecina costa atlántica colombiana, cuya gesta fue inmortalizada mucho tiempo después en uno de los capítulos de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez y le abrió margen de participación protagónica al joven líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Entre las influencias políticas presentes en los eventos del 28, la bibliografía relacionada con el tema destaca los eventos de la gran Revolución Mexicana de 1910 y su impacto sobre las viejas estructuras latifundistas que determinan el ascenso de los campesinos como los protagonistas del primer gran movimiento de masas en Latinoamérica. Más distante, la influencia de la Revolución Soviética comunista de 1917 que le abre las puertas a la clase obrera. Estas realidades de lucha de clases no eran perceptibles en nuestro país cuando se producía la alteración del Estado nacional vigente mediante el fortalecimiento de un nuevo tipo de Estado que se coloca por encima de la sociedad. Esta nueva realidad la recoge el censo de 1926 indicando un país todavía rural de 2,814.131 habitantes y cuando comparamos estos indicadores con los renglones económicos se puede constatar como las incidencias de las exportaciones petroleras sobrepasan los ingresos generados por el resto de los rubros, mayoritariamente, agrícolas (I.I.E.S: 2018). Se operaba de esta manera el ascenso sostenido de la entronización de la explotación petrolera que legitimaba el surgimiento de un Estado rico separado de los intereses de la nación y que no necesitaba de ella para financiarse. Gómez era el estado y el regente de ésta nueva situación sedimentada sobre el excremento del diablo (Pérez Alfonzo: 1977) el cual juntaba los intereses disimiles de la estructura arcaica latifundista con la más avanzada tecnología representada por la intervención imperialista actuando como un enclave capitalista desintegrando el sistema semifeudal existente.
No obstante, lo anterior, la realidad de los jóvenes estudiantes era diferente al resto de la población puesto pertenecían al pequeño número de la población alfabetizada y experimentaban una gran avidez por conocer el mundo que estaba siendo impactado por las grandes transformaciones de los inicios del siglo XX. En este país anacrónico de 1928 los estudiantes conocían los indicadores del progreso contemporáneo en diferentes áreas de la vida cotidiana, por ejemplo, en los medios de comunicación había llegado el carro, el teléfono, el telégrafo, la radio y los rotativos impresos pero todos ellos bajo la supervisión dictatorial. La radio se inicia a fines de 1926 con la estación Aire propiedad de la familia de Gómez. Entre los rotativos que circulaban destacan: El Nuevo Diario, periódico oficial del régimen, La Esfera, El Heraldo, La Religión y El Universal, en éste último podían los caraqueños seguir las noticias del mundo suministradas por el “cable francés” y por este medio se informan de la primera película hablada del mundo con el artista Al Jonson como protagonista, titulada “The Jazz Singer”; que la ciudad de Detroit en los Estados Unidos se transforma en la capital automotriz del mundo, una noticia de interés para los caraqueños que recordaban el impacto de la trágica muerte del Dr. José Gregorio Hernández, por arrollamiento de un carro el 29 de junio de 1919; el inicio de la era atómica con la formulación de la Teoría de la Relatividad formulada por Albert Einstein. Asimismo, los habitantes de la época habían conocido a importantes personajes símbolos del nuevo tiempo histórico como lo fueron, Charles Lindbergh el primer piloto que cruzó el Atlántico en el “Spirit of St. Louis” quien llegó a nuestro país como huésped de Juan Vicente Gómez el mismo año que los estudiantes de la UCV le movían el piso a la dictadura y también pudieron escuchar en persona a Carlos Gardel cantando “El día que me quieras” cuando ya era un ídolo del tango en París y los Estados Unidos.
Vale destacar en este contexto a la Universidad Central de Venezuela que adquiere un nivel protagónico como la institución de cambio nacional al ser arrastrada por la aparición de la actividad estudiantil regida por la Federación Nacional de Estudiantes. En 1928 las contadas universidades existentes en el país, UCV, ULA, y LUZ permanecían fuera de la onda de la modernidad y se mantenían aletargadas por el peso de las viejas estructuras educativas imperantes desde el tiempo colonial. En este contexto, los estudiantes de la UCV actúan recogiendo “el espíritu nuevo” que ya había sido levantado en el continente diez años atrás en las Reformas de la Universidad de Córdoba, Argentina. En sintonía con estos cambios el bachiller Jóvito Villalba en su discurso en el Panteón, durante un evento de los estudiantes en los carnavales de 1928 expresa: “en la Universidad […] se refugió la patria” (Jóvito Villalba: 1928). Diez años antes en 1918 los estudiantes cordobeses señalaban en su primera proclama: “el sacrificio es nuestro mayor estimulo: la redención espiritual de las juventudes americanas, nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son -y dolorosasde todo el continente […] estamos haciendo una revolución, estamos viviendo una hora americana” (Roca: 2018). El anterior pronunciamiento es una manifestación del reencuentro de los jóvenes argentinos con la historia nacional, como parte de la historia toda de los pueblos sudamericanos surgidos de las gestas convergentes de los libertadores Simón Bolívar y José de San Martin.
En los eventos en Venezuela en 1928 la rebeldía estudiantil trasciende el claustro universitario para convertirse en nacional y ser incorporado en la bibliografía histórica contemporánea como un hecho histórico realizado por una “generación” de jóvenes coetáneos que participan como un conjunto de personas nacidas en fechas próximas que habían recibido influjos culturales y sociales semejantes. Entre sus miembros se encontraban los bachilleres Jacinto Fombona Pacheco, primer presidente de la FEV; Raúl Leoni, segundo presidente de la FEV; Elías Benarroch, Isaac Pardo, Miguel Otero Silva, José Palacios, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y el poeta Pio Tamayo, entre otros. La idea de generación también puede interpretarse desde la perspectiva de la sociología como la primera manifestación del “hombre masa” de la Venezuela contemporánea, un término popularizado por el pensador español Ortega y Gasset, con relación a la situación de la humanidad, que lo emplea para el nuevo comportamiento de la humanidad con el devenir del aceleramiento histórico creado desde finales del siglo XIX, cuando aparece dicho “hombre masa” como un individuo deslastrado de su yo y dominado por lo gregario de la multitud, cuando “las masas toman pleno poder de la sociedad” (Ortega y Gasset: 1960, p.18)
La premisa central es la interrelación determinante entre los intereses nacionales con los económicos petroleros y como estos se dan a lo largo de estos noventa años transcurridos desde la gesta. Un abordaje referencial del proyecto político del siglo pasado lo suministra el libro de Rómulo Betancourt, Venezuela política y petróleo, presentado a modo deliberado y militante del proceso de alumbramiento de la democracia representativa, una aspiración popular negada por las fuerzas de autoritarismo.
Los siete años siguientes los integrantes de la generación padecieron momentos difíciles en cárceles como la Rotunda, sometidos a trabajos forzados en la construcción de las carreteras, llegando algunos de ellos a alcanzar la muerte como consecuencia de las torturas y penurias. Algunos tienen oportunidad de salir como exilados y entrar en contacto con las nuevas ideas e ideologías que se movían en el mundo. En 1935, la muerte del tirano crea un cuadro extremadamente heterogéneo en el país al cual se enfrenta la generación todavía formal unida contra el autoritarismo, pero ya muchos de sus miembros adoptando posiciones políticas diferentes y valorando el pueblo desde perspectivas diferentes. Ante el derrumbe del cerco ideológico construido por la dictadura se replantean diferentes alternativas para enrumbar el país, dos grandes bloques antagónicos se estructuran mediados por el nuevo contexto nacional e internacional, el autoritario, el cual en principio busca capitanear el clan familiar de Gómez que pierde protagonismo después de la muerte del primo del dictador y pasa a ser controlado por el Gen, López Contreras Ministro de Guerra y Marina, quien con “calma y cordura” logra mantener el poder durante un difícil momento de transición en período de preguerra mundial entre 1936 y 1940. El general presidente, principal albacea de la dictadura, da muestras de habilidad política para manipular la perturbadora actitud de los jóvenes universitarios que dirige la fuerte arremetida de los sectores populares. La concentración popular de la Plaza Bolívar del 14 de febrero de 1936 se convierte en una prueba de fuerza para López, cuando los manifestantes que demandan las libertades públicas se salen de control al intentar abalanzarse sobre el Palacio de Miraflores y se genera un fuerte enfrentamiento con las fuerzas del orden público produciendo un saldo de muertos y heridos. El gobierno actúa con cautela y apegado a la ley, garantizando una investigación imparcial sobre los sucesos. Esta actitud se convierte en muestra de un cambio de rumbo de la forma de gobernar creando un margen positivo de relacionamiento entre los diferentes sectores nacionales, por lo cual para algunos estudiosos del proceso contemporáneo de nuestro país el 13 de febrero es la “fecha natal de la democracia”.
En este contexto de distención gradual se agrupan dos tendencias diferentes, por una parte, los sectores agrupados alrededor del poder que ensaya una plataforma de cambio bajo el plan de acción “Programa de Febrero” a modo de un primer intento gubernamental en Venezuela de planificación estatal para atender los problemas de la población en educación, salud, vialidad, etc. Por otra parte, los sectores populares intentan la formación de un frente unitario organizado en el “Bloque de Abril” en el cual convergen ORVE, FEV, UNR y PRP. El periodo Lopecista fue intenso en la confrontación política y López apelaba al culto del Libertador para mediatizar la predica ideológica de los estudiantes y acusarlos de comunistas, procediendo a expulsarlos del país. En los integrantes de la generación la cohesión original merma por la salida de diferentes líderes que empiezan a formular proyectos nacionales de diferentes orientaciones, entre ellas la de retomar el viejo liberalismo que venía del siglo XIX, pero lo más resaltante es el deslinde que se produce entre los sectores nacionalistas revolucionarios y comunistas. En este nuevo marco sociopolítico se destaca el surgimiento de la exigencia de libertad de expresión desafiando las estructuras autoritarias dominantes mediante la lucha por la libertad de prensa, de partido, el pluripartidismo y las elecciones generales. También, la organización sindical que presta un momento destacado con la primera huelga petrolera. La descompresión política transicional iniciada en 1936 adquiere un mayor grado de realización durante el quinquenio de la administración del presidente Isaías Medina Angarita entre 1941 y 1944, creada por el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la alianza estratégica creada entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para enfrentar las amenazas del fascismo, cuestión que mueve a los partidarios del comunismo venezolano a apoyar el gobierno adoptando el slogan “con Medina contra la reacción”. Esta situación repercute sobre la unidad de criterio de los miembros de la generación del 28 y un sector mayoritario que ya asumiendo una postura nacionalista revolucionaria y que se debatía entre la formación de un movimiento o un partido político, finalmente opta por lo segundo convirtiendo en 1941 al PDN en el partido Acción Democrática, que con el tiempo se transforma en el primer partido de masas venezolano con una participación amplia y efectiva organizado alrededor de prominentes figuras nacionales como Don Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco. La nueva organización asume la representación del “pueblo” y manifiesta vocación de gobierno capitalizando el ideario democrático de la generación del 28, de esa manera el proyecto teórico difuso de los jóvenes estudiantes toma forma de cuerpo impulsor de un proyecto populista. Acción Democrática en cierto sentido expresa las ideas de la “construcción del pueblo” como una “categoría política” y “actor histórico” en época de cambio, tal como lo señala el filósofo y sociólogo argentino Ernesto Laclau en su libro La razón populista (Laclau: 2005), el cual se produce cuando los de abajo se enfrentan al sistema del poder.
El “momento populista” se da cuando a finales de la Guerra en octubre de 1945, un sentimiento democratizador se produce a escala mundial y en Venezuela se articula con la cristalización de las demandas heterogéneas dispersas de la sociedad que la oligarquía andina, dominante desde el triunfo de la Revolución Liberal Restaurador en 1899, no era capaz de responder. En el evento emergen dos nuevos actores, uno civil impulsado por el partido Acción Democrática, y el otro una logia militar con proyectos disimiles, pero coincidiendo en la modernización política del país, ambos convergen en la formación de una Junta Revolucionaria de Gobierno que preside Rómulo Betancourt. Con el nuevo jefe de Estado llega la representación de la generación del 28 para desplazar la sinuosa contingencia histórica de la democracia liberal surgida a partir de la independencia e iniciar la presencia de una elite nacional y popular. Por una parte, las ideas del liberalismo en Europa no siempre significaron democracia por cuanto era un término que se empleaba para las turbas, pero sí fue la ideología que la burguesía adopta para promover el capitalismo, por el contrario, en nuestra latitud sólo sirvió para representar el caudillismo personalista y el latifundismo. A partir del 18 de octubre el nuevo gobierno revolucionario abre las puertas del Estado al ascenso de los sectores populares cuestión que se traduce en derechos políticos, siendo el más importante el derecho al voto directo y secreto el más representativo. La constitución de 1947 crea una nueva base de legitimación del poder en el voto popular que descabeza el poder oligárquico de la elite rural. Esto sucede por cuanto el pueblo que toma las plazas públicas y las calles, toma conciencia de su poder de fuerza de número y de sus potencialidades de imprimir cambios de rumbo en el gobierno, a la vez que al frente de éste aparece un nuevo liderazgo carismático que los interpreta. La nueva formación política dominante en el gobierno es el partido Acción Democrática y es fuertemente atacada como sectario y excluyente por los partidos opositores Copei y URD creando un antagonismo de dos bloques antagónicos cuestión que le da margen a los sectores representantes del autoritarismo tradicional a reagruparse con los sectores opositores. Esta situación agrieta la frágil unidad del proyecto populista democrático civil con el militar, de formación corporativa autoritaria, y nuevamente la conjunción de los factores internacionales y el nacional inciden de manera determinante para crear la justificación del golpe de estado de 1948 dirigido por el Gen. Delgado Chalbaud que se presenta como una expresión del nuevo cuadro internacional creado por la Guerra Fría y del surgimiento del “comunismo” como pretexto esgrimido por los sectores oportunistas para reprimir las legítimas aspiraciones democráticas de la región. El proceso de fragua del proyecto político de la generación del 28 no culmina de concretarse y experimenta un rudo retroceso que lo coloca nuevamente en la clandestinidad para reorganizarse políticamente para la confrontación contra un modelo neofascista en funciones de gobierno que dura diez años. En cuya década ocurre un magnicidio en 1950 contra el General Delgado Chalbaud, luego del cual y a partir de 1952 asume el poder el General Marcos Pérez Jiménez en representación de la Fuerzas Armadas y establece una dictadura personal.
El largo proceso formativo del pensamiento político de la generación del 28 alcanza un momento de inflexión a partir de 1958, cuando la recuperación democratizadora del 23 de Enero aparece mediada por una amplia unidad nacional de los sectores populares que en su espíritu recoge la siembra expresada por los estudiantes en 1928, cuando el poeta Pío Tamayo en representación de su generación formula el primer grito de “libertad” contra la dictadura Gomecista en discurso en el Teatro Municipal de Caracas con motivo de la coronación de la reina de los estudiantes. En esta oportunidad treinta años después, una nueva generación representada por una dirigencia política plural más esclarecida demuestra estar a la altura del nuevo tiempo y haber asimilado con propiedad las experiencias acumuladas.
El Pacto de Punto Fijo, fue un acuerdo de gobernabilidad firmado en 1958 por los partidos URD, AD y Copei, que no incluyó al Partido Comunista, establece una nueva relación entre civiles y militares, así como con la Iglesia y los empresarios creando un equilibrio entre diferentes factores históricos de poder para hacerlos converger en proyecto democrático nacional modernizador. El centro político queda definido a finales del 1960 entre los partidos Acción Democrática centro izquierda y Copei. Los límites del consenso democrático se establecen en la Constitución de 1961 que según Rafael Caldera “fue la expresión jurídica del espíritu del 23 de Enero”, (Caldera: 2014, p.91)
Cuando la propuesta anterior toma posición preminente en Venezuela se presenta una coyuntura regional que mueve a la reformulación de las relaciones hemisféricas. La coyuntura es creada por la Revolución cubana que al terminar de romper con los Estados Unidos se pasa al bloque comunista alterando la situación de la Guerra Fría en mayor grado en la región del Caribe. En el marco introductorio de estos eventos se produce una entrevista en Caracas entre Fidel Castro y Rómulo Betancourt, cuando ambos se encontraban en la cúspide de sus respectivas carreras el 28 de enero de 1959 y que según testigos expreso “falta de empatía” entre las partes ya que según el historiador Simón Alberto Consalvi, “quizás Fidel Castro malinterpretó a Rómulo Betancourt, pero no se engañó con el caudillo naciente, fue el único venezolano que no sucumbió ni a la simpatía ni a la aureola y furor que Fidel y su mitología desataba en América Latina” (Blog Cesar Miguel Rondón). El señalamiento anterior nos mueve a formular una extrapolación tentativa sobre la confrontación de modelos políticos Latinoamericanos durante la segunda mitad del pasado siglo en el sentido de la aspiración venezolana de pretender una democracia pluralista representativa y la cubana de implantar un totalitarismo comunista. En ese tiempo mientras Cuba era relegada de la región, Venezuela se mantuvo adoptando un activismo destacado a favor de la democracia e incluso impulsa la doctrina Betancourt. La política fue descontinuada en el primer gobierno del presidente Rafael Caldera por una política llamada de “Solidaridad Pluralista” sin embargo en el siglo XXI se observa un renacimiento regional de la doctrina Betancourt.
Los dos primeros presidentes constitucionales Rómulo Betancourt y Raúl Leoni que marcan el rumbo democrático de la república civil fueron miembros prominentes de la Generación del 28, ambos en su momento fueron enviados prisioneros al Castillo Libertador en Puerto Cabello. La élite política que asume los destinos del país en concordancia con el pueblo venezolano procede a fomentar un centro político nacional, en el cual predomina la convergencia en los propósitos sociales. Para concretar estos objetivos y darle un piso de apoyo sólido a la democracia los principales líderes políticos Rómulo Betancourt por Acción Democrática, Jóvito Villalba por Unión Republicana Democrática y Rafael Caldera por el partido Copei, firman el Pacto de Punto Fijo. Con este paso los partidos políticos desplazan la conducción coyuntural de la Junta Patriótica que derrocó al dictador para dar inicio a un proceso democrático tutelado por los partidos políticos ya que se considera que la democracia no podía existir sin ellos. En un principio la intención era la formación de un sistema multipartidista pero la dinámica de los acontecimientos políticos, primero a finales de 1960 la retirada de la coalición de gobierno durante la presidencia de Rómulo Betancourt del partido Unión Republicana Democrática por discrepancias con relación a la posición asumida por Betancourt con la expulsión de Cuba de la OEA; y después, en 1968 cuando gana las elecciones Rafael Caldera del partido Copei y por primera vez en la historia de Venezuela se produce una alternabilidad entre oposición y gobierno. A partir de ese hecho se afirma un sistema bipartidista entre AD y Copei que se beneficiaba de una lealtad democrática expresada en la alternabilidad del poder. (Douverger: 1957, p 50)
La tipicidad de Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX consiste en haber alcanzado una alta posición como país exportador petrolero en el mundo y esto le confiere una situación preferencial en el comercio internacional, lo que la sustrae de su ámbito sudamericano/caribeño natural para constituir una sociedad con estándares más elevados que el resto de la región. Esta sociedad y en particular su clase media asocian sus patrones de vida más con los países industrializados como los Estados Unidos que con las de sus compatriotas latinoamericanos. Esta situación es fundamental para comprender la dinámica evolutiva de la senda democratizadora durante el período de concreción política democrática de la generación del 28 ya que la estabilidad económica no era un producto criollo sino el resultado del disfrute de la plusvalía del comercio petrolero que no era trabajado por la población. Con esta consideración en mente se observa cómo a partir de 1973 suben los precios del petróleo hecho que tendrá grandes incidencias sobre nuestro país al crear a partir de entonces una especie de montaña rusa de subidas y bajadas bruscas de los ingresos petroleros que desestabilizan a la sociedad venezolana, hecho que sucede como resultado de la guerra de Yom Kippur entre los países árabes e Israel, cuando los primeros en represalia contra occidente por el apoyo a Israel desestabilizan el mercado petrolero con los precios. Con la primera subida de los precios, en el primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez (1973 -1978) se exacerbó el gasto público con el propósito de construir la “gran Venezuela”, nacionalizando el petróleo, el gas y el hierro para el desarrollo nacional, promoviendo la cultura, el plan de becas Gran Mariscal de Ayacucho y en general se sobredimensionaron las posibilidades nacionales en la construcción que para algunos críticos de la gestión aparentaban ser obras “faraónicas”. La afluencia económica cambio el perfil de los principales partidos políticos y Acción Democrática que tradicionalmente tenía una posición de izquierda nacionalista latinoamericana y democrática adopta una posición socialdemócrata cuya ideología política declara como objetivo el establecimiento de un llamado socialismo democrático a través de métodos reformistas y gradualistas. El partido para adscribirse a esa corriente internacional dominada por partidos europeos efectúa en el mes de mayo de 1976 un evento en Caracas bajo el título de Crisis del sistema económico mundial y las perspectivas del nacionalismo Latinoamericano con la asistencia de prominentes políticos internacionales entre ellos Billy Brandt de Alemania, Mario Soares de Portugal y Haya de la Torre del Perú. En presentación de su ponencia Rómulo Betancourt destaca que en 1974 el comercio de América Latina se orientaba en un 74% hacia los Estados Unidos (unos 40 mil millones de dólares) y un porcentaje muy reducido lo hacía a la URSS y sus satélites (Betancourt: 1989, pp 20-27). Esta tendencia de internacionalización de los partidos políticos tocó también a Copei que se vincula con la corriente social cristiana internacional dominada por los partidos europeos1. Esta situación entra a partir de la década de 1980 en un nuevo escenario en la evolución política de los países occidentales, cuando aparece una postura en la teoría económica tendiente a refutar los principios keynesianos sobre “el estado de bienestar” dominante en los Estados Unidos y diferentes países europeos desde la era de la gran depresión surgida de la crisis de 1929. En el caso de América Latina los efectos fueron mucho más estruendosos como efecto de la gran crisis de la deuda externa que desestabilizó las bases de sustentación económica de los estados nacionales de la región. Quedando Venezuela como una excepción democrática dentro de un continente sudamericano hundido bajo las botas de los militares en esa década.
1) En este tópico destacamos el caso del Movimiento al Socialismo, MAS, fundado por Teodoro Petkoff en 1971, que tomó una posición ideológica en rechazo al modelo socialista soviético, constituyendo por otra parte un modelo original y propio de proyección internacional como partido, a diferencia de AD y Copei supeditados el primero a la Internacional Socialista y el segundo al Social Cristianismo Internacional.
Al iniciar su gobierno Luis Herrera Campins reconocía que “recibía un país hipotecado”, durante período, específicamente el 18 de febrero de 1983, se produce el “viernes negro”, el momento de inflexión más significativo en la economía del quiebre de la estabilidad del sistema democrático establecido. El presidente Campins toma la decisión de terminar con la paridad estable del bolívar a Bs. 4,30 por dólar, lo que marca el inicio de un proceso inflacionario persistente que erosiona las condiciones de vida de la sociedad rentista venezolana. Los nuevos desajustes económicos presentados durante los siguientes quinquenios de gobierno ocurrían en paralelo con los desajustes políticos creados mayormente por los partidos Acción Democrática y Copei, los cuales se fueron sumando como un todo de factores críticos al sistema constitucional democrático iniciado en 1958. La articulación desestabilizadora contra el sistema alcanza una coyuntura de ignición en la década de 1990 y la clase dirigente nacional daba muestras de ceguera política para comprender la nueva realidad planteada.
El momento climático de inflexión del sistema democrático vigente se produce durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez entre 1989 y 1993, cuando el presidente por el partido Acción Democrática opta por cambiar de manera diametral la orientación del gasto público que había empleado su primera gestión, para asumir en esta oportunidad un proyecto altamente restrictivo de dicho gasto y restringiendo la participación del Estado en el ordenamiento nacional. Esta “controvertida” decisión vista desde la particular y sui generis evolución de la sociedad rentista petrolera venezolana precipita tres graves sucesos políticos que se conjugan para la suerte futura de la república: los graves incidentes populares presentes en el caracazo de 1989; los dos intentos de golpe de estado de 1992 que evidencian el alto grado de pretorianismo existe en el seno de las Fuerzas Armadas; y el juicio que separa del cargo a Pérez en 1993 durante el cual admite que “hubiera preferido otra muerte”. Comentar los anteriores eventos se encuentra fuera del propósito del siguiente trabajo pero consideramos oportuno destacar el discurso de Rafael Caldera en el Congreso Nacional en medio de las graves circunstancias del país ante la asonada golpista del 4 de febrero de 1992, como una muestra de llamado de alerta formulada por un prominente representante del Puntofijismo: “el golpe es censurable y condenable en toda forma, pero sería ingenuo pensar que se trata solamente de una aventura de unos cuantos ambiciosos que por su cuenta se lanzaron precipitadamente y sin darse cuenta en que se estaban metiendo. Hay un entorno, hay un mar de fondo, hay una situación en el país y si esa situación no se enfrenta, el destino nos reserva muchas más graves preocupaciones” (Caldera: 2014, p.148).
En los años siguientes durante el resto de la última década del siglo XX el país democrático continúa en caída libre acumulando los desatinos económicos y políticos, tanto durante el corto gobierno interino de Ramón J. Velázquez, como durante el quinquenio del segundo gobierno de Rafael Caldera. Este último, quien al inicio de su carrera política había organizado un movimiento universitario católico a través de la Unión Nacional Estudiantil en 1936, y después fundó al partido Copei en 1946, fue un gran artífice en la firma del Pacto de Punto Fijo en 1958, así como protagonista principal durante su primer gobierno entre 1968 y 1973 de la alternabilidad bipartidista con el partido Acción Democrática, fue finalmente la persona a la que le tocó ser el sepulturero del Pacto de Punto Fijo al ser expulsado de su partido y gobernar con lo que llamó “el chiripero” durante su segundo gobierno que se inicia en 1993 a los setenta y ocho años de edad. En este contexto las elecciones de diciembre de 1998 se convierten en una prueba de fuerza contra el bipartidismo que daba muestra de llegar a sus límites, el evento al igual que en 1928 ponía en evidencia la anacrónica temporalidad venezolana con el universal y regional, en un momento signado por las grandes expectativas creadas por el advenimiento del nuevo milenio. En el caso de nuestro país la élite política gobernante se mostraba incapaz de percibir la merma de su legitimidad y no tenía una interpretación desde el punto de vista de los intereses nacionales de lo que representaba la caída del muro de Berlín, del comunismo real y del fin del siglo XX.
En el mes de diciembre de 1998 se produce el parteaguas del proceso democrático venezolano. Esto sucede cuando gana las elecciones Hugo Chávez un Teniente Coronel expulsado de las Fuerzas Armadas por ser el artífice principal de la intentona de golpe de estado del 4 de febrero de 1992, posteriormente indultado el 27 de marzo de 1994 por el presidente Rafael Caldera, funda el partido MVR el 21 de octubre de 1997 y poco después en el auditorio de la Universidad de la Habana en un acto junto a Fidel Castro señala que “Cuba es el mar de la felicidad. Hacia allí va Venezuela”. Como aspirante presidencial adopta una posición de outsider del sistema político, empleando la anti política como estrategia de desestabilización del régimen establecido, cuestión que intensifica en alto grado después de llegar a la presidencia, manifestando su voluntad de “refundar la República”. Con este propósito, sin perder tiempo procede a la instauración de un “populismo radical sobre una plataforma bolivariana” (López Maya: 2005), que inicia con la implantación de una nueva Constitución en 1999 la cual le calzaba a sus intenciones “ocultas” de ganar amplios poderes legales personales con el propósito de vaciar la democracia formal establecida y establecer una transición difusa. De manera simultánea establece una nueva tendencia en la política exterior creando el ALBA como una cubierta, en la región del Caribe, para estrechar relaciones preferenciales con Cuba lo cual afecta el tradicional entorno geopolítico del país petrolero e inicia un proceso de indefiniciones de los compromisos nacionales a nivel regional y mundial.
Desde otra perspectiva, el de las relaciones civiles militares según algunos estudiosos del tema a partir de 1999 comenzó a formarse una novedosa realidad institucional en Venezuela caracterizada por la intervención militar en la política – pretorianismo – con la finalidad de que las Fuerzas Armadas nacionales sirvan de soporte para la construcción del modelo político conocido como Revolución Bolivariana y el sistema de acumulación denominado Socialismo del Siglo XXI. La idea empezó a ser concebida por el investigador Domingo Irwin y después de su muerte continuada por su discípulo Luis Alberto Butto que lo define como la implantación de un modelo de “Estado cuartel en Venezuela”. La fundamentación teórica se basa en lo planteado por Harold D. Lasswel en 1941 con relación al modelo del “Estado Cuartel o Estado Guarnición” el cual lleva a Butto a concluir que en nuestro país se construye una “versión tropical y/o tercermundista de ese tipo de Estado”. (Butto: 2014, pp 2-30)
A pesar de todo el andamiaje político creado por Chávez para quebrantar las bases del poder de la sociedad venezolana y crear un nuevo equilibrio entre los factores de poder nacionales e internacionales, así como nuevas bases de legitimación para su proyecto, pudo mantener las apariencias del Estado nacional democrático hasta la fecha de su muerte en el 2013. Durante este tiempo, el pensamiento democrático nacional cuyo devenir venia evolucionando desde 1928 cuando los jóvenes estudiantes de la Universidad Central “inventaron la política” contemporánea, experimenta un duro golpe con el surgimiento del pensamiento autoritario chavista que se hace oficial a nivel del Estado y adopta como propósito cambiar la orientación política nacional. Dicho embate es acompañado de una profusa prédica de anti política que incentiva la dispersión y heterogeneidad del tradicional pensamiento homogéneo democrático nacional. Esta situación entra en una nueva fase con la elección de Nicolás Maduro como heredero del proyecto chavista entrando nuevamente los bloques democráticos y autoritarios en un proceso de reacomodo en la lucha por la hegemonía política, sin embargo la oposición alcanza un claro triunfo en las elecciones para la Asamblea Nacional de 2015 lo que motivo que los sectores afines al gobierno chavista se atrincherarán en el poder ejecutivo. Sigue una ardua confrontación de posiciones y en la medida que el chavismo logra mantener el poder el presidente Maduro pierde legitimidad y apariencia democrática, para entrar en el campo de la dictadura al cuestionar el estado de derecho y las instituciones de la democracia pluralista, ante lo cual la oposición al no lograr establecer una vía de ascenso al poder, consigue un importante apoyo regional [los catorce países del “Grupo de Lima”] y mundial. En estas condiciones el gobierno de Maduro se dispone a la autoproclamación y la oposición a enfrentarlo colocando al país en un momento definitorio entre la vía democrática y la dictatorial. A dichas alturas el país se halla en un estado económico deplorable al ser severamente golpeada la producción petrolera, base de la economía nacional, y alterando la inversión externa al cambiar la inversión norteamericana por el capital chino. Así, queda en las manos del pueblo venezolano determinar cuándo se producirá la alternabilidad del actual modelo político autoritario para retornar a la constitucionalidad de los poderes públicos y rescatar la secuencia democratizadora iniciada con la generación del 28 hace noventa años.