Universidad Central de Venezuela. Celebrar 300 años en tiempos de pandemia, ¿crisis o punto de inflexión?

Alicia Ponte-Sucre1

“La potencia de un país y hasta su independencia, dependen de su adelanto técnico mantenido por la investigación permanente. El cultivo de las ciencias fundamentales es la base de las aplicaciones prácticas posibles”

Bernardo Houssai

Resumen

En este trabajo se resume cómo la situación actual de la Universidad Central de Venezuela en estos tiempos de pandemia puede ser la oportunidad de oro para repensarse y lograr la reestructuración necesaria a la luz de los acontecimientos mundiales, conservando su sentido del ser como espacio donde la labor intelectual es el centro de la actividad que desempeña, con un elevado rol social (1) en la formación de individuos cultos y preparados para ingresar a la sociedad, (2) creadora de conocimiento y (3) coparticipe en la reflexión sobre los retos planteados por la sociedad para aportar soluciones a los mismos.

Palabras clave: Tricentenario UCV; pandemia; reestructuración conceptual; conocimiento; recursos humanos; punto de inflexión



Central University of Venezuela. Celebrating 300 years in times of pandemic, crisis or turning point?

Abstract

This paper summarizes how the current situation of the Central University of Venezuela in these times of pandemic can be the golden opportunity to rethink and to achieve the necessary restructuring in light of world events, preserving its sense of being as a space where the intellectual labor is the center of activity that plays a high social role (1) in the formation of educated individuals prepared to enter society, (2) creator of knowledge and (3) participating in the thoughtful means of the challenges posed by society to provide solutions to them.

Key words: UCV tricentennial; pandemic; conceptual restructuring; knowledge; human resources; inflection point


  1. Facultad de Medicina, Universidad Central de Venezuela, Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales [email protected]. ORCID ID: https//orcid.org/0000-0001-8135-0763

La familia, núcleo de la sociedad es el espacio natural donde se inicia la educación. En ella se aprenden los valores ciudadanos que rigen el proceder individual de cada persona inmersa en la sociedad. Y esa sociedad manifiesta conductas y acciones en la vida cotidiana, que se consagran en el desarrollo del país al consolidarse como aprendizaje en las diversas instituciones educativas en todos sus niveles.

De hecho, la educación debe considerar los ejes transversales que transcurren en la realidad siempre cambiante: ambiente, valores, desarrollo lingüístico-lógico-matemático, formación para el trabajo, ciencia, tecnología e investigación, como elementos -entre otros-, del espacio educativo formal necesario en este mundo, cada día más global e inmerso en el universo de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC/UNESCO) (1).

En este contexto la educación universitaria (Y la Universidad, como espacio donde la labor intelectual es el centro de la actividad que se realiza) desempeña un elevado rol social al formar individuos cultos y preparados para ingresar a la sociedad, crear saber en forma de conocimiento -y propagarlo-, desarrollar y disciplinar la inteligencia y reflexionar sobre los retos que la sociedad plantee y aportar soluciones para resolverlos en la medida de sus capacidades. Las bases fundamentales de su acción estriban en crear, descubrir, investigar y comunicar el conocimiento, asumiendo desde la incertidumbre de los cambios, el compromiso de la institución como ente dedicado al mundo del intelecto (2).

En pocas palabras, la Universidad anhela la creatividad, la inteligencia y la imaginación de quienes en ella cohabitan. Para hacer este sueño realidad la universidad debe estar cerca de lo real y tangible, ser una comunidad entregada a la libertad creadora (siguiendo el modelo Humboldtiano de Universidad) y a la preparación de los profesionales aptos para integrarse a la sociedad (siguiendo el modelo Napoleónico de Universidad). A los retos usuales para lograr su deseo se suman hoy a 300 años de fundada la Universidad Central de Venezuela, dos que son insoslayables: la pandemia y la tecnología.

En 1995 (3), Eli Noam (académico de la Universidad de Columbia) publicó un artículo en la revista Science cuyo título era Electronics and the Dim Future of the University (La electrónica y el oscuro futuro de la universidad). En ese momento las disquisiciones de Noam transcurrían sobre el potencial impacto de las tecnologías de comunicación e información (TICs) en la educación superior y el desempeño de las universidades. Mencionaba Noam que las TICs tendrían la posibilidad de enlazar los recursos de información del mundo y potenciarían la investigación en redes y sin fronteras. Pero esto se acompañaría de la debilidad del funcionamiento de las instituciones tradicionales de aprendizaje, las universidades. Él no era optimista acerca de la relación entre las TICs y la función de la Universidad y mencionaba cómo muchas de las funciones tradicionales de las universidades serían sustituidas, y su papel en la investigación intelectual podría verse reducida. La pandemia y sus consecuencias en investigación y desarrollo, así como en los procesos educativos, y las múltiples inequidades que hemos observado como secuelas de esta pandemia -en el área educativa- (4, 5) no dejan de darle razón, aunque los elementos esgrimidos por él no tomaban en consideración lo aquí mencionado.

El punto de Noam era que las TICs no podían ser ignoradas porque implicaban una inversión de la dirección histórica del flujo de información que determinaba el funcionamiento de las universidades. “En el pasado”, escribió en ese momento, “la gente venía a la información, que se almacenaba en la universidad. En el futuro, la información vendrá a la gente, esté donde esté”. Bajo esta lupa cabe entonces preguntarse para nuestra tricentenaria Universidad ¿Cuál es el papel de la Universidad? ¿Será algo más que un conjunto de funciones físicas y profesionalizantes? ¿Será el impacto de la tecnología en la Universidad similar al de la imprenta en la catedral medieval? ¿Podrá la Universidad asumir ese reto y seguir siendo un núcleo de generación de conocimiento y transferencia de información? ¿Podremos tomar esta crisis al 2021 como punto de inflexión para reorientar la Universidad?

Y en medio de esta reflexión se superponen la celebración de los 300 años de nuestra querida Universidad Central de Venezuela, y la pandemia. De pronto, surgen cambios drásticos a todo nivel. Es demasiado peligroso tener a los estudiantes apiñados en las aulas, es demasiado comprometido tenerlos en el campus. Clases y seminarios online (si hay recursos de internet adecuados, profesores bien remunerados, servicios adecuados). Laboratorios cerrados, excepto para los trabajadores e investigadores esenciales, etc. Un espacio que normalmente es un hervidero de jóvenes convertido en un pueblo fantasma. Una experiencia universitaria tradicional (inalcanzable) donde el estudiantado, al final, no está seguro de lo que obtiene. En otras palabras, ellos y todos los que conformamos la comunidad universitaria asumimos la pregunta que Noam planteó en 1995 y que se hace hoy patente para nuestra Universidad. ¿Para qué sirven exactamente las universidades? Y más aún, ¿en la era digital? Y, en particular, ¿Cómo implementar lo que la pandemia ha demostrado, al menos en otras latitudes: que otras formas de enseñar y aprender son posibles?

Todo esto en el contexto actual ha significado un quiebre, un cambio cualitativo, un punto de corte de múltiples cambios cuantitativos que se han acumulado en las últimas décadas. Parece imprescindible que la Universidad reflexione y se convenza de que el cambio, la transformación es la norma en tiempos caracterizados por investigación y docencia en un mundo que idealmente debiera ser de cooperación solidaria y estructurada en red, con una fuerte vinculación a la economía y al desarrollo intelectual, local y global (6).

El lema de la Universidad puede resumirse en el deseo de aprender, la voluntad de enseñar y la libertad y el espíritu de universalidad en el cultivo del saber. Al siglo XXI la Marca® de la Universidad se puede resumir en hacer ciencia, transmitir cultura y formar profesionales. La investigación ha sido siempre parte del ser intrínseco de la Universidad. Que ahora esté más sistematizado y sea mandatorio es diferente. Pero a través de la historia, siempre hubo producción de conocimiento fundamental en el seno universitario. Bologna y la escuela italiana, Paris y la escuela francesa (2), y posteriormente Oxford, Montpellier, Heidelberg, Salamanca, etc.

Estos elementos, son puntos de reflexión fundamentales para nuestra tricentenaria Universidad Central de Venezuela, y más en tiempos de pandemia con su capacidad de acelerar la historia a pesar del estremecimiento diario en el cual nos encontramos. ¿Qué hacer?, ¿Cómo actuar? Ofrezco mis divagaciones en relación a este tema.

  1. La universidad desde sus orígenes en el siglo XI es una institución internacional, volcada hacia el mundo. Profesores y estudiantes iban de una ciudad a otra en búsqueda del clima de libertad que les permitiera desarrollar sus actividades. Desde entonces la mezcla de profesores y estudiantes de diversas latitudes ha permitido el intercambio de nuevos conocimientos, pero además ha permitido que la cultura de diversas ciudades o países permee a todos y ha permitido aprender a ver el mundo desde disímiles ópticas (culturas).
  2. La universidad del siglo XIX cambia esa modalidad especialmente con Friedrich Wilhelm Christian Karl Ferdinand von Humboldt a la cabeza; coloca a la investigación como la función esencial de la universidad y los estudios de postgrado y la modalidad de seminario como la forma de enseñanza por excelencia. En otras palabras, el modelo educativo estudiante-profesor, documentación-enseñanza, interacción-evaluación ha sobrevivido siglos en sus diferentes modalidades, como ingrediente fundamental de la pedagogía. Al siglo XXI la tecnología y la globalización nos arropan. La tecnología es una extraordinaria herramienta; como todo hay que someterla a controles y regularla para que su aporte sea óptimo.
  3. Un menor intercambio personal cara a cara entre profesores y alumnos podría traducirse en una menor experiencia docente si la alfabetización digital, la innovación y la creatividad no acompañan este proceso. Hay que evaluar de cerca el trabajo a distancia vs. trabajo en aula como un compromiso entre ambos, y caracterizar en estas circunstancias el papel del profesor, especialmente en instancias de investigación las cuales son complejas de lograr con grupos grandes. Este modelo podría traducirse en mayor inequidad en la forma de impartir y recibir educación superior. Como en todo, quienes tienen recursos económicos podrán seguir teniendo los mejores equipos y las mejores universidades y el resto estará confinado a educarse solos y sólo a través de la pantalla de una computadora, o de un televisor.
  4. Durante siglos la universidad se mantuvo aislada y por tanto “se preservó del mercado”. Esta situación ha cambiado en el siglo XX y XXI. La nueva universidad está en contacto constante con las empresas. En el caso que nos ocupa nuestra tricentenaria Universidad Central de Venezuela, es necesario redefinir esta situación, así como implementar estrategias y comportamiento de actores aunado a cómo afrontar la crisis de legitimidad que la aqueja.
  5. La autonomía de pensamiento y la libertad de cátedra son elementos primordiales para lograr en los alumnos la adquisición de destrezas y graduar profesionales con aptitudes físicas y mentales de análisis de problemáticas y retos de envergadura y cotidianos. Es por ello que parece esencial en la misión el agrupar ética, estética, ciencia y cultura como metas amplias de esa misión académica. Mantener la autonomía de pensamiento y acción sin depender económicamente del Estado, para una universidad pública como la Universidad Central de Venezuela es complicado, pero hay que diseñar estrategias adecuadas para lograrlo.
  6. Las bondades de la autonomía de cátedra, investigación y evaluación, consolidan los valores de la cultura académica a saber: verdad sobre utilidad (ojo con el dogma), critica razonada (ojo con los extremismos), pensamiento autonómico (ojo con la falta de rendición de cuentas), ética del conocimiento (ojo con fundamentalismos y falta de evolución).
  7. En relación al vínculo con la sociedad, enfatizo que esta última está en evolución constante. Los profesionales egresados de la Universidad deben ser poco dogmáticos y ser propensos a cambios racionales y cónsonos con la misión y visión de la sociedad donde van a estar inmersos. Los egresados que ingresan a una sociedad donde el cambio es la norma deben tener capacidad de abstracción y pensamiento amplio y ser capaces de funcionar en ámbitos de incertidumbre constante y en equipo. Es decir, profesionales creativos que apliquen los procedimientos, pero comprendan los fundamentos de los procesos; pragmáticos, adaptables y capacitados para relacionar teoría y práctica de forma rápida.
  8. Uno de los cambios que presenciamos diariamente es la innovación incesante la cual nos lleva a la discusión de la pertinencia o no de estudios y formaciones tradicionales bajo la mirada de estas nuevas tecnologías. Esta actualidad tecnológica cambiante exige que la formación en investigación sea aún más importante puesto que la sociedad requiere de técnicos especializados con una profesionalización más profunda y diversa y una mejor clasificación de los saberes. Esto crea tensiones importantes ya que se contraponen mayores recursos vs. crisis económica, autonomía vs. financiamiento condicionado al logro, mercantilización vs. conocimiento, globalización vs. identidad cultural del país o estado.
  9. Los profesores a dedicación exclusiva son protagonistas fundamentales de proyectos e investigación con capital de riesgo, necesarios para retar agendas convencionales. El aumento del número de profesores a tiempo parcial y la disminución de profesores a dedicación exclusiva comprometen la calidad de la enseñanza formal y aquella referida a los valores intrínsecos de la sociedad relacionados a la cultura y a la civilidad, así como la investigación de calidad y de frontera.
  10. Finalmente, es cierto que hay una crisis de hegemonía de la universidad; otras instancias cumplen una labor similar. Por lo tanto, hay una crisis de legitimidad, puesto que su rol frente a la sociedad está cuestionado. Esta situación además se suma a la crisis institucional, cada vez más compleja y difícil de manejar que vivenciamos.

Tengo la confianza de que en la Universidad Central de Venezuela asumiremos el reto que nos toca en esta época de pandemia y post-pandemia y a 300 años de fundada. No queda duda de que recuperar las condiciones óptimas de funcionamiento significará un reto enorme. Por ello, consolidar, proteger y fortalecer la generación de conocimiento y la investigación requerirá esfuerzos conscientes y concertados de parte de agencias financiadoras, comunidades académicas, gobiernos, y la sociedad en general para, de forma colaborativa, desarrollar e implementar planes a largo plazo y consolidar una Universidad con sistemas educativos y de investigación sustentables. El sector público y el privado deben ofrecer educación de calidad y pertinente, cónsona con el compromiso que la universidad tiene consigo misma, con su cotidianidad y con la aldea global.

Termino este breve ensayo reiterando que estoy convencida de que la educación superior es un bien público social, un derecho humano y universal, un deber de Estado. Un patrimonio intangible de la humanidad.

REFERENCIAS

  1. UNESCO (2013). Towards Knowledge Societies for Peace and Sustainable Development. http://unesdoc.unesco.org/images/0022/002246/224604e.pdf [Consultado el 3 de junio de 2021].
  2. CHUAQUI B. J. (2002) Acerca de la historia de las universidades. Editorial. Revista Chilena de Pediatría 73(6): 563-565. http://dx.doi.org/10.4067/S0370-41062002000600001
  3. NOAM E. M. (1995) Electronics and the Dim Future of the University. Science 270(5234): 247-249. DOI: 10.1126/science.270.5234.247
  4. PONTE-SUCRE A. (2020) COVID-19, septiembre y nuestros niños, ¿qué hacer?, ¿cómo actuar? Revista Espacios, 41(42): 132-142.
  5. PONTE-SUCRE A. (2021) La huella de la Covid-19 en la ciencia, la educación y la Información. ¿Cómo evitar la otra epidemia, de la desinformación? Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. LXXXI (2): 49-59, número especial COVID-19.
  6. AUGUSTINE N.R. (2013) They Never Saw It Coming. Science, 339(6118): 373 DOI:10.1126/science.1234998