Discurso pronunciado por el Dr. Claudio Bifano en la conmemoración de los cien años del nacimiento del Dr. Francisco De Venanzi. (1917-2017)
Debo comenzar agradeciendo profundamente a los organizadores de este evento haberme dado la oportunidad de decir una palabras sobre el Doctor De Venanzi. Para mí es un inmenso privilegio poder expresar de nuevo toda mi admiración y respeto por una persona que, con su esfuerzo, logró hacer de la Universidad la mejor promesa de futuro para la juventud de la época.
Conmemorar los cien años del nacimiento del Doctor Francisco De Venanzi, quien, fuera de cualquier duda, reúne todos los méritos para ser llamado Rector Magnifico de la Universidad Central de Venezuela, es un deber institucional que debe inducir a los universitarios a rememorar sus enseñanzas y prácticas universitarias y propiciar a la vez la discusión, la necesaria y postergada discusión, sobre las condiciones actuales de nuestra universidad.
Hacer una reseña de la obra del Doctor De Venanzi, seria agotador y fuera del objetivo de este acto. Varias obras pueden ser consultadas por quienes estén interesados en conocer los detalles de su pensamiento y de su gestión universitaria. La esmerada biografía de De Venanzi de la Dra. Sonia Hecker; “Luces entre sombras: la UCV” “El CDCH y la investigación universitaria”, escrito por José Luis Bifano, con ocasión de los cincuenta años del CDCH, y Mensaje al Claustro, el informe de gestión del Rector al finalizar su periodo, son importantes insumos que dan cuenta de la visión y los ideales que dieron forma a la universidad en 1958. Así pues que en esta ocasión, me referiré solamente a un aspecto: la visión de futuro, la tenacidad y la pasión que el Dr. Francisco De Venanzi hizo patente a lo largo de toda su vida para dotar al país de universidades capaces de formar a los profesionales y ciudadanos que necesitaba para su despeje hacia la modernidad.
Su proyecto de universidad no era, de ninguna manera, improvisado. No fue producto de la euforia que entusiasmaba a la sociedad, especialmente la universitaria, a raíz del derrocamiento de la dictadura. Era producto de ideas que había madurado desde sus tiempos de estudiante. De Venanzi era un observador agudo de la realidad nacional y a la vez un hombre de amplia cultura. Tenía plena conciencia del daño que producía el régimen dictatorial existente para el progreso social, y no le se escapaba la necesidad de educar a la ciudadanía para vivir en democracia. Pero más aún estaba convencido de que la Universidad no podía seguir siendo una institución donde la formación de profesionales se basara solamente en la repetición de textos.
La importancia de hacer ciencia y de institucionalizar la investigación como elemento esencial para la universidad lo había seguramente internalizado a través del ejemplo del maestro Pi Suñer y durante su pasantía por la Universidad de Yale donde había realizado estudios de postgrado con una beca de la Rockefeller Foundation.
Nos atrevemos a decir que sobre estas ideas generales partió el extraordinario esfuerzo que realizó para la universidad y el país, apuntalado por una tenaz vocación de servicio.
A su regreso a Venezuela comienza a organizar la actividad científica. En aquellos tiempos la docencia, la divulgación o la aplicación del conocimiento a la práctica profesional, se confundían con la actividad científica. Para darle su verdadero sentido comenzó a reunir a los pocos profesores universitarios y a los profesionales que dedicaban parte de su tiempo a la investigación para proponerles la organización de una estructura y actividades que lo permitieran.
A pesar de ser pocos los que podían estar inclinados a acompañarlo, el doctor Marcel Roche recordaba que podían contarse con los dedos de las manos, de ese iniciativa surgieron la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia AsoVAC y la revista Acta Científica Venezolana, en 1950; la Convención Anual de AsoVAC en 1951 y en 1954 la Fundación Venezolana para el Avance de la Ciencia, FundaVAC.
Al ser expulsado de la Universidad en 1952, por haberse rehusado, junto a un importante grupo de profesores de la UCV, a aceptar el Consejo de Reforma Universitaria impuesto por el gobierno de Pérez Jiménez, que restringía las pocas libertades que tenían entonces las universidades, De Venanzi encuentra refugio en el Instituto de Investigaciones Médicas de la Fundación Luis Roche. La primera institución que, en Venezuela, remuneraba a quienes se dedicaban exclusivamente a la investigación científica.
La ciencia llevada a cabo en un clima de libertad para crear y construir, se convirtió para él en una clave para la superación del ser humano, pues, “en sí misma… es expresión de la búsqueda honesta de la verdad y un factor primordial de superación espiritual”.
Pero además del significado de la ciencia para el investigador, también la concebía por su función social, puesto que por su orientación, por el estimulo a la crítica, por la tendencia a la tolerancia, facilita la práctica de la democracia. El modo de vida que había que rescatar.
El año 1958 marca el fin del gobierno militar de Marcos Pérez Jiménez. De Venanzi era una persona ya muy conocida como universitario cabal; la creación de AsoVAC lo había proyectado en el ámbito académico y a través de los programas FundaVAC, había conseguido establecer buenas relaciones con importantes factores de la vida nacional.
Por iniciativa del nuevo gobierno, encabezado por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, De Venanzi fue llamado para presidir la Comisión Organizadora de la Universidad, creada para normalizar su funcionamiento y redactar una nueva Ley de Universidades. Lo acompañaban José Luis Salcedo Bastardo, como Vicepresidente, Ismael Puerta Flores, Secretario y como Vocales Rafael Pizani, Héctor Hernández Carabaño, Francisco Urbina, Ernesto Mayz Vallenilla, Jesús María Bianco, Armando Vegas, Fernando Rubén Coronil, Raúl García Arocha, Martin Vegas y el Br. Edmundo Chirinos.
Al poco tiempo de asumir su compromiso, en un acto realizado en el Aula Magna para dar la bienvenida a los nuevos estudiantes, De Venanzi expresa con claridad sus ideas sobre la universidad que debía construirse.
Así comienza su cruzada. “Hemos venido hoy (…) a hablar de nuestros ideales universitarios y ciudadanos… La Universidad debe ser un centro de activa creación original de ciencia y cultura y en ese orden de ideas trataremos de facilitar la labor de Facultades como la de Humanidades y Educación, estructurar definitivamente la Facultad de Ciencias y propiciar la investigación en todos los departamentos universitarios.”. Dejaba así claramente establecido que no podía haber una Universidad que no produjera lo que llamaba una “activa creación de ciencia y cultura”. Y, aunque proponía que en todos los departamentos de la Universidad se hiciera investigación, tocaba a las Facultades de Humanidades y Ciencias ser los polos fundamentales de la generación de conocimiento científico y humanístico. Este fue el motivo y razón que justificaba la creación de la Facultad de Ciencias como cimiento de la nueva universidad. La justificaba además afirmando que “Un buen docente no puede limitarse a la mera transmisión del conocimiento elaborado que fue el concepto de donde deriva la figura del profesor- investigador, que privilegia el análisis crítico del conocimiento sobre la transmisión del conocimiento formal plasmado en los libros, a veces poco o mal entendido. De esta convicción resulta la figura del profesor-investigador.
Además de imprimirle esa importante huella académica, De Venanzi no descuidó el aspecto político, pero no partidista, de la universidad, al decir “Debemos preguntarnos si la Universidad no debe hacer algo, además de luchar por la ciencia y la cultura….La Universidad democrática debe ir al pueblo a explicarle como se puede vivir sustituyendo la voluntad arbitraria de un hombre por el consenso del grupo…”
Este mensaje caló en la comunidad académica y cuando se produjeron los alzamientos militares de Castro León y Juan de Dios Moncada Vidal, no dudó en afirmar a los estudiantes que ingresaban en 1958 que. “La Universidad se opondrá con todas sus fuerzas a que la nación se convierta de nuevo en el perpetuo campo de concentración al servicio de mezquinas ambiciones de un grupo”.
Para lograr la institución que tenía en mente era indispensable contar con un instrumento esencial: la “autonomía universitaria”. Pero una autonomía entendida como mecanismo de continua revisión y vigilancia de los sistemas docentes, de investigación y administrativos por parte de la propia universidad. Para él y el grupo que lo acompañaba, la autonomía de las instituciones académicas debe ser una condición necesaria y la garantía para que éstas funcionen con calidad y pertinencia social.
En 1958 la autonomía se hizo realidad, pero al poco tiempo y de manera acelerada comenzaron a corromperse los criterios con que fuera concebida.
Tampoco descuidó De Venanzi el compromiso de la Universidad con los sectores mas desposeídos de la sociedad. En 1958 la Dirección de Cultura Universitaria creó la Comisión Cívica, que conto con la participación de los Profesores Martin Vegas, Luis Manuel Peñalver, José Melich Orsini, Rafael Gallegos Ortiz y el Br. Jesús Carmona. Esta Comisión acompañada por un nutrido grupo de estudiantes voluntarios de medicina, odontología y derecho, crearon dispensarios médicos y odontológicos, escuelas y centros culturales, donde se atendía de manera gratuita a la población de barrios como Los sin Techo, 23 de Enero, La Charneca, Barrio San Miguel de la Roca Tarpeya y Brisas del Paraíso.
Otro ejemplo concreto de compromiso social fue la edición del desplegado, “Cartilla Cívica Popular” y del cuaderno informativo “Soy un Ciudadano” que se distribuían gratuitamente en escuelas, liceos, centros de alfabetización de adultos, medicaturas rurales, Ministerios y Concejos Municipales, para informar a los venezolanos sobre sus deberes y derechos y los principios constitucionales básicos.
Como bien se apunta en el libro “La UCV, el CDCH y la investigación Universitaria”, “la idea de Universidad de De Venanzi está tan bien concebida que, sin duda, podemos hablar de una verdadera filosofía universitaria… estrechamente ligada a la misión que la institución debía cumplir en una sociedad que transitaba por profundos cambios y que necesitaba de una instancia que sirviera de punto de referencia para superar el enfrentamiento que existía en el país… formar ciudadanos para las actividades científicas y humanísticas y servir de paradigma cultural para una sociedad aún atrasada e inmadura”.
Pasado el lapso de vigencia de la Comisión Rectoral, en septiembre de 1959 se llevaron a cabo las primeras elecciones de autoridades universitarias y la plancha de De Venanzi, con Jesús María Bianco de Vicerrector e Ismael Puerta Flores de Secretario, resultó ganadora.
El Rector preocupado por la irrupción de los partidos políticos en la universidad, en su discurso de toma de posesión les hace un llamado para “no convertir los problemas universitarios en motivos de proselitismo y ayudar a mantener las condiciones que hacen de la Universidad un crisol de ideales.”
El veía la política como una expresión legitima de civilidad, no para entorpecer sino para apoyar y promover la labor formadora de la Universidad. Pero lamentablemente ese llamado no tuvo la repercusión que deseaba y el clima se enturbió. Los problemas propios de la universidad se mezclaron con las agendas políticas de los partidos políticos, que interpretaban de manera diferente el rumbo que debía dársele al país, y la Universidad se convirtió en un espacio de lucha, donde hacían sus primeros ensayos estudiantes y profesores atraídos mas por la política que por la labor académica.
En lo interno hubo que enfrentar la masificación estudiantil. Entre 1957 y 1960 la matricula pasó de 5.500 a 13.000 estudiantes y, a pesar de haberse incrementado, el presupuesto no era suficiente para satisfacer todas las necesidades de la Institución. Como era de esperarse, la masificación estudiantil trajo consigo un conjunto de situaciones adversas, siendo el decaimiento de la calidad de la enseñanza la más grave consecuencia. En ocasiones hubo que improvisar profesores y aulas de clase y, en algunas facultades fue necesario establecer el cupo de ingreso; que fue visto como una decisión “elitista y oligárquica”.
Todo esto no podía sino producir disturbios y enfrentamientos violentos, que se amparaban en una ya deformada concepción de la autonomía.
Fiel a sus principios de no identificarse con parcialidad política alguna, De Venanzi insistía en “propiciar un clima político de altura, donde las ideas se combaten con ideas y no con insultos ni violencia” y que lo que estaba ocurriendo era debido a la poca claridad que tenían los partidos políticos sobre la misión fundamental de la universidad”. Debemos hacer un esfuerzo…decía… para que durante la democracia no se acabe también con ella, tratando de subordinarla a los intereses sectarios”.
De Venanzi tuvo que enfrentar momentos muy difíciles que pudieron acabar con la del proyecto académico que se había propuesto. Baste recordar la quema del automóvil del Embajador de los EEUU en Venezuela Teodoro Moscoso en el recinto de la Ciudad Universitaria1, los enfrentamientos armados y los continuos ataques de periódicos, particularmente La Esfera y de la dirigencia de los partidos de gobierno, que exigían imponer orden en la Universidad. Importantes grupos de opinión se manifestaban sobre el peligro de la violencia de grupos estudiantiles, amparada a su parecer por la tolerancia del Rector.
1 Vale la pena recordar que en Mayo de 1961 el Presidente John F. Kennedy nombró a Moscoso Embajador de los UUUU en Venezuela. En una visita que el Embajador realizó a la Universidad fue atacado por un grupo de estudiantes y salió ileso gracias a la oportuna intervención del Dr. De Venanzi. Sin embargo los documentos que llevaba consigo el Embajador, que consistían en recomendaciones del Departamento de Estado, fueron tomados por los estudiantes y leídos por el Che Guevara en la reunión de Punta del Este en Uruguay. Poco tiempo después el Presidente Rómulo Betancourt rompió las relaciones diplomáticas con Cuba.
En cuanto al problema del cupo, De Venanzi también fue muy claro. En un artículo publicado en el Boletín del Archivo Histórico “La expansión universitaria”, afirma que “La universidad está en la obligación de atender a la resolución de los problemas que concurren para producir el fracaso estudiantil. Pero además tiene que estructurar mecanismos que permitan descartar de su alumnado a quienes reiteradamente muestran su incapacidad para cumplir los requisitos exigidos”. Dicho esto no queda duda sobre la posición de De Venanzi sobre el gran problema de la permanencia de los estudiantes en la Universidad.
Fueron muchos más los incidentes derivados de la lucha política, el ataque de algunos medios de comunicación y la incomprensión de parte de comunidad académica y estudiantil, que crecía aceleradamente.
Pero a pesar de las dificultades internas y externas y de nuevas asonadas militares, en la Universidad se consolidaba la calidad de la docencia y se seguían asentando las bases de investigación científica y humanística.
Durante su periodo rectoral se inauguró el laboratorio de Cálculo Numérico, que luego se convertiría en la escuela de Computación. También en la Facultad de Ciencias nace el Centro de Tecnología de Alimentos y se crea el CENDES. En la Facultad de Ingeniería se organizan los estudios de Ingeniería Mecánica y Eléctrica en el marco de Escuelas y otro tanto se hizo en Medicina.
La Universidad tenía repercusión internacional y era visitada por personajes de estatura mundial y, más importante aún, en grupos significativos del profesorado y del estudiantado se asentaban las bases académicas de la nueva universidad tenazmente defendida por De Venanzi.
Al finalizar su gestión y a manera de rendición de cuentas De Venanzi presenta su Mensaje al Claustro como testimonio de sus motivaciones, ideas y realizaciones entre 1958 y 1963.
En este documento reconoce que no todo lo que se propuso pudo ser alcanzado y recuerda “Hemos recorrido con decisión una ruta escarpada y penosa…. pero las tres misiones fundamentales de la Universidad: su papel en la formación del hombre maduro para las actividades científicas, humanísticas o sociales; su contribución creadora a través de la investigación y su influencia cultural se han afianzado marcadamente”… Y mirando al futuro aconseja que “Para que la Universidad mantenga el genuino contenido que le es propio, debe permanecer en constante reforma, buscando nuevos rumbos que le permitan….esforzarse en asumir cabalmente sus compromisos locales y universales.
No hay sombra de duda al decir que La Universidad en un tiempo corto había realizado un extraordinario paso adelante.
En el mes de julio de 1963 son electas las nuevas autoridades de la Universidad encabezadas por el Dr. Jesús María Bianco.
El haber dejado atrás las funciones de Rector no alteró su empeño de seguir manteniendo vivos los valores que por convencimiento constituían la esencia de la Universidad. A principios de los años sesenta convence a un aquilatado grupo de profesores universitarios a continuar analizando y divulgando la razón de ser de la Universidad, a opinar sobre los avatares a la que estaba sometida y a informar sobre asuntos de educación y de cultura general.
Así nació “Universalia” , la revista a través de la cual, como lo afirmara el Dr. Humberto García Arocha, se pretendía alertar sobre el peligro que significaba “el estruendo político…que en forma tan apasionada ha repercutido en los claustros; la compactación y esmerada organización de grupos de intereses partidistas y sectarios que tratan de imponer sus puntos de vista; la ausencia de sistematización y estimulo para la tarea de creación y análisis crítico de los problemas; la agresión manifiesta de sectores oficiales y de opinión contra la autónoma universitaria” Por eso creían que era necesario contar con una revista que aspirara “a ser respuesta permanente y desinteresada a los interrogantes que la vida nacional está planteando a la responsabilidad de los universitarios venezolanos”....
Se podría ahondar mucho más sobre el papel de la revista y del grupo Universalia en defensa de los valores académicos de la Universidad, en momentos de gran confusión colectiva.
La revista dejo de publicarse en 1969, pero no terminó allí el esfuerzo de De Venanzi en pro de la Universidad. En 1978 da forma a una nueva iniciativa. La Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria APIU, para Impulsar la planificación concertada de la investigación; fomentar un mayor compromiso entre la investigación y la docencia a nivel de pregrado y de postgrado; crear una conciencia y reconocimiento de la importancia de la labor de investigación en el seno de las dependencias universitarias.
La APIU, el CDCH y la AsoVAC son instituciones que siguen vigentes y representan buena parte de lo positivo de la ciencia venezolana.
Aunque se diluyera en parte por lo antes dicho, el esfuerzo de Venanzi no cayó en terreno del todo estéril. Sus ideales y su incansable empeño en hacerlos realidad han inspirado a una parte de la comunidad académica, que ha puesto a disposición de la Universidad y del país lo mejor de sus capacidades. Me refiero a los colegas que, a lo largo de muchos años, han sido los artífices de los mejores productos que la Institución le ha ofrecido al país. Son los que han constituido su reserva académica, a través de su trabajo creador, la buena docencia y el compromiso con los valores institucionales, inspirados en las enseñanzas, los anhelos y la tenacidad del Doctor Francisco De Venanzi o de los profesores que tuvieron la fortuna de compartirlos con él.
En los tiempos que corren nuestra Universidad se encuentra nuevamente en graves dificultades. A las amenazas de grupos que, por su conducta y argumentos, no pueden ser catalogados de universitarios, la violencia física y legal, a todas luces, inducida por intereses subalternos y las limitaciones económicas a la que está sometida, se une la emigración de una considerable parte del profesorado, por la precariedad de las condiciones de vida y de trabajo. Son patentes las dificultades que hay para hacer investigación, para mantener programas de postgrado y los de pregrado también sufren carencias insospechadas hasta hace poco tiempo y, como no reconocerlo!, los salarios son miserables.
Vivimos malos tiempos en nuestra Universidad. No es posible encubrir esa realidad recurriendo a logros del pasado, o tratar de remendarla con el voluntarismo de unos pocos. Quienes nos quedamos en el país y en nuestra Universidad debemos asumir el mayor compromiso posible en defensa de los principios y valores que le corresponden, al tiempo de tratar de corregir los vicios que se han anidado en la Institución.
Podría decirse que el momento que vive actualmente la Universidad es quizás peor del de los tiempos de De Venanzi. De estar conscientes de eso, los profesores que somos los mayores responsables de la calidad académica, apoyados por el ímpetu juvenil de los estudiantes y del personal que cree en la Universidad creadora de futuro, no podemos resignarnos a ser testigos mudos o pasivos de su desmoronamiento. No podemos dejarla languidecer a merced de las circunstancias
De Venanzi nos dejó dicho que para que la Universidad mantenga el genuino contenido que le es propio, debe permanecer en constante reforma!
Si bien los tiempos nunca son iguales y los ejemplos son siempre rebatibles, ojalá el recuerdo de De Venanzi y de los profesores y estudiantes que lo acompañaron, nos sirva de estimulo para emprender una nueva cruzada de rescate y enaltecimiento de nuestra Universidad. Atrevámonos a hacerlo.
Claudio Bifano,
Caracas,UCV, 2017