Agradezco el honor que me ha concedido la Directiva de la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria (APIU) al ofrecerme la palabra con el fin de recordar, hoy, al gran Rector Francisco De Venanzi, con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento. Mi contentamiento es aún mayor por estas tres razones: 1) porque tuve la posibilidad de conocerlo, admirarlo y trabajar con él en dos períodos seguidos en la directiva del APIU; 2) porque mi tía abuela (por parte de mi madre) Catalina D`Andrea fue su madrina; y 3) por la amistad que me une hace mucho tiempo a su hijo Augusto y a sus sobrinos Di Prisco.
He pensado que la mejor manera de recordarlo es subrayar lo que nos fue enseñando a través de su praxis de vida como científico investigador- docente, promotor de la investigación universitaria y con su ejercicio responsable como autoridad.
Hablar de Francisco De Venanzi, es hacerlo no sólo del gran investigador y propulsor de la Ciencia en las Universidades del país, sino también, y en esta ocasión, del primer Rector que sentó las bases de nuestra Universidad Autónoma. Esto claramente se nos muestra cuando se recorre su biografía a través del estupendo libro escrito por la Profesora Sonia Hecker. Allí encontramos como, a partir de su propia experiencia, primero como alumno, luego como profesor- investigador y finalmente en su condición de Rector fue incorporando, definiendo y defendiendo en su propia praxis, las principales características que debería tener una universidad moderna para cumplir su función en el seno de un país democrático.
Desde que era estudiante valorizó lo que significa la investigación en las carreras universitarias, pues no bastaban los libros y las clases para saber, sino que deberían y tenían que ser acompañados por la investigación. Así, encontramos que siendo estudiante realizó un trabajo de investigación sobre nutrición, con el cual participó en el Concurso Luis Razetti, organizado por la Sociedad de estudiante de Medicina, y lo ganó. Así, que el premio lo animó y concursó como preparador de Trabajos Prácticos en Fisiología, cargo que obtuvo. Por si fuera poco, su tesis de grado la realizó también en nutrición, y por ella recibió el premio de la Junta de Beneficencia a la mejor tesis doctoral. Ya graduado, continuó trabajando como profesor investigador al ganar el concurso como Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra de Patología General y Fisiopatología. No es de extrañar, por lo tanto, que el resultado exitoso de este conjunto de experiencias le sirviera de guía toda su vida.
De tal modo que al postularse para Rector (1958) consideró, evaluando la Universidad venezolana de su tiempo: 1) que esta se encontraba fundamentalmente orientada por un pensamiento humanístico que la alejaba del pensamiento científico, y 2) que la mayoría de los profesores tenían pocas horas de dedicación universitaria pues se encontraban muy comprometidos con tareas fuera de la universidad. Todo ello implicaba, según su criterio, el atraso del desarrollo de la ciencia y de su misión como Universidad.
De allí que, cuando fue Rector, puso todo su empeño en la creación de carreras científicas y en mejorar las condiciones económicas del personal universitario con el fin de que pudieran desarrollar permanentemente su oficio, y se creó durante su gestión la figura todavía vigente del profesor-investigador.
Consideraba que el desarrollo científico “facilita el proceso de maduración mental del sujeto tanto desde un punto de vista personal como social, crea la actitud científica altamente deseable en múltiples actividades humanas y además constituye la clave del progreso material. Y se pregunta: ¿No son estas razones suficientes para tratar de estimular el desarrollo de la ciencia en el país?”
De esta manera nos dice: “La ciencia en nuestros países es fundamental para la liberación de la necesidad y alcanzar un perfil de soberanía e independencia. De allí la importancia de la formación del personal científico-tecnológico y el desarrollo de la investigación---De allí lo fundamental del investigador activo mostrado en los resultados de sus investigaciones materializado en publicaciones y creaciones tecnológicas”.
Desde ese momento comienza a cristalizar su idea de crear una asociación que agrupe a los pocos investigadores que hubiera en el país, para lograr un mayor acercamiento entre ellos que permitiese a hacer más fructíferas sus investigaciones. Así que, junto con otros importantes investigadores de ese momento, se crea e instala el 20 de marzo de 1950, la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, ASOVAC, aún hoy activa.
El primero, muerto Gómez, la Junta Revolucionaria de Gobierno que tomó el poder en 1945, decreta el Estatuto Orgánico de las Universidades que aún cuando no concedía la autonomía absoluta a las instituciones, permitía que se manejaran con cierta independencia. Así, las autoridades rectorales eran designadas por el gobierno, pero los Decanos eran elegidos por la comunidad profesoral, de tal modo que los electos se constituían en la mayoría del Consejo Universitario. Sin embargo, ya en 1948 y, luego, a raíz del asesinato de Delgado Chalbaud en noviembre de 1950, arreció nuevamente el autoritarismo hasta que en 1951 fue intervenida y cerrada la Universidad. Las autoridades renunciaron y al poco tiempo se revocó el Estatuto y se estableció el consejo de reforma.
En esa oportunidad, y por proposición del propio De Venanzi, se crea la Organización de Docentes Universitario para encarar la lucha que impidiera la supresión de la Autonomía, pero no lo consiguió. Entonces, 267 profesores remiten una carta a la Junta de Gobierno en defensa de la autonomía y anunciando su renuncia si aquella no se restituía. Detuvieron a los profesores y a algunos los expulsaron del país, a otros los llevaron al presidido de Guasina. Aquellos que no se reintegraron a sus labores fueron destituidos, entre ellos De Venanzi. Entonces, junto con el Dr. Marcel Roche, deciden fundar, como alternativa para continuar sus labores de investigación, el Instituto de Investigaciones Médicas al que se fue incorporando un grupo de investigadores y de estudiantes en formación. Este instituto acogió la directiva de ASOVAC y al poco tiempo se creó una Fundación para el Avance de la Ciencia, FUNDAVAC. que instituyó becas, fondos de investigación, fondos de publicación, y un programa por TV, “Ventana de la Ciencia”, todo ello sustentado en aportes de empresas privadas del país.
En ese tiempo, y con mucha discreción, De Venanzi participó en la lucha contra la dictadura. Propuso a algunos opositores activos un procedimiento a través de unas emisoras para enmudecer el sistema de comunicaciones del gobierno. La entrega de las emisoras se hizo con éxito y sus transmisiones fueron muy importantes en la convocatoria del paro general que concluyó el 23 de Enero con la huída del dictador.
El segundo momento se inicia pocos días después, el 28 de enero, cuando De Venanzi es nombrado Presidente de la Comisión Universitaria y en las palabras que pronunció en el Aula Magna con motivo del reinicio de clases, dijo: “La universidad debe ser un centro de activa creación original de ciencia y cultura y en ese orden de ideas trataremos de facilitar en lo posible la labor de Facultades como la de Humanidades y Educación, estructurar definitivamente la Facultad de Ciencias y propiciar la investigación en todos los departamentos universitarios.” En esas mismas palabras no olvidó que las mejoras de la universidad dependen en un grado apreciable del presupuesto, y señaló que “…. el verdadero avance del país está ligado indisolublemente al futuro de sus Universidades (…) todo lo que represente un aumento de las posibilidades financieras se traducirán en definido progreso…” Destacó, así mismo, la importancia de la formación del personal y la protección del mismo. También remarcó el papel político de la Universidad y cómo éste debe disciplinarse para que el ejercicio de la crítica, el respeto mutuo y la participación activa en las decisiones que afecten el destino de la comunidad.
En esencia, sostuvo que “La Universidad, además de trabajar a favor de la Ciencia y del Cultura debe irradiar su razón de ser a la población venezolana… enseñarla como debe usar sus garantías constitucionales y cuando estas estén en peligro la Universidad democrática debe explicar al pueblo como sustituir la voluntad arbitraria de un hombre por el consenso del grupo.”
Fue Rector en dos ocasiones. Durante la primera, presidió la conducción de la máxima casa de estudios como Rector Encargado - Presidente de la Comisión Universitaria establecida por la Junta de Gobierno que asumió en ese tiempo el control político del país. Lo acompañaron José Luis Salcedo Bastardo como Vicerrector, Ismael Puerta Flores como Secretario, y como Vocales: Rafael Pizani, Héctor Hernández Carabaño, Francisco Urbina, Ernesto Mayz Vallenilla, Jesús María Bianco, Armando Vegas, Fernando Rubén Coronil, Raúl García Arocha, Martin Vegas Pacheco y el entonces bachiller Edmundo Chirinos. Como podemos observar, muchos de ellos ocuparon después importantes posiciones como autoridades universitarias y/o gubernamentales.
Durante ese período fue nombrado Director de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia ASOVAC, reincorpora a miembros del personal docente y de investigación que habían sido separados de sus funciones gracias a su firme actitud en defensa de la autonomía universitaria que había sido derogada en 1951, instala la Facultad de Ciencias, inaugura junto con Rafael Pizani el programa “Universidad y civismo” en la Televisor Nacional, preside la primera sesión de trabajo del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH),se crea la Escuela de Salud Pública y el Instituto de Previsión del Profesorado, funda la imprenta universitaria y presidió la comisión encargada de redactar la Ley de Universidades que fue aprobada por la Junta de Gobierno en 1958.
Así, El 18 de diciembre de ese mismo año se realiza el acto de proclamación de la Autonomía Universitaria (tal y como se conoce hoy). En este acto se pregunta De Venanzi: “Y ahora que tenemos la autonomía universitaria ¿Qué debemos hacer con ella?: la autonomía no es privilegios que recibe la institución para aislarse de los dolores del pueblo y convertirse en círculo de intereses creados, cerrado al llamado de la nación. Es, al contrario, instrumento de superación técnica para cumplir con toda efectividad la tarea de convertir a la Universidad en el factor principal del progreso de la comunidad y en símbolo unitario esencial en la vertebración de una sociedad pujante aguijoneada por el hondo deseo de satisfacer plenamente sus grandes necesidades espirituales y materiales….Como institución ajena a líneas preconcebidas de acción, estará en capacidad de estudiar sin prejuicios los grandes problemas nacionales y de ofrecer a la acción política las mejores soluciones…”
En julio de 1959 gana la rectoría de la UCV, (fue su segundo Rectorado), así que cuando la asume se estrenaba la democracia, pero al poco tiempo comenzó a ser amenazada por fuerzas internas y externas. Le toca vivir una época muy convulsa de confrontación estudiantil y profesoral de distintas toldas políticas, a lo que contribuyó la fractura en el “Pacto de Punto Fijo” y el inicio de la guerrilla. No obstante, no cejó en su empeño de perfilar la Universidad “como principal instrumento de superación del pueblo y no un instrumento de poder político” ya que era allí donde radicaba la importancia de su autonomía.
En su discurso de toma de posesión como Rector, deja claro “que las peculiares características de nuestros institutos y de sus respectivas comunidades obligaban a una participación importante de los universitarios en la configuración de la vida nacional (…) La compenetración con las necesidades de la nación confiere ya un significado político a la vida universitaria (…). La Universidad venezolana tiene una dilatada tradición de lucha contra la injusticia política (…). Cabría preguntarse, sin embargo, si convendría que la institución se distanciara de la preocupación política. Creemos que no, en cambio debe aminorarse la pugna partidista por la conquista de posiciones y la puesta en juego de procedimientos no académicos para dilucidar las cuestiones de la Universidad…”
Según el profesor Claudio Bifano, “Su idea de libertad estaba reñida con la adopción de corrientes del pensamiento único. Para él la libertad era un ejercicio autónomo del intelecto, sin dogmas ideológicos que limitaran la acción creadora. Por tal razón defendió siempre la autonomía universitaria y en especial, la libre elección de las autoridades por parte del claustro” por lo que mostró su total rechazo cuando fue calificado de comunista.”
En sus cinco años de rectoría, la UCV se transformó con las bases de los principales lineamientos que actualmente conocemos, los cuales también orientaron la estructura universitaria a nivel nacional. Se debió también a su empeño la formación de recursos humanos para la ciencia y la docencia de calidad como vías para guiar la influencia universitaria en la sociedad. Así, la Universidad sería formadora de conciencia propia, alimentando el discernimiento producto del libre análisis basado en la posibilidad de captar y asimilar la información objetiva, someterla a discusión y derivar conclusiones siempre revisables en el proceso de elaboración.
Las cualidades a ser reforzadas, y con las cuales dio el ejemplo durante toda su vida universitaria fueron las siguientes: el espíritu de iniciativa, la capacidad crítica, la objetividad, la capacidad de rectificación permanente, la perseverancia, la tenacidad y el esfuerzo. Consideraba que el CDCH tenía la mayor responsabilidad como institución en esa labor de formación, capacitación instrumental y técnica de la investigación universitaria.
En 1958, la Dirección de Cultura de la UCV creó la Comisión Cívica, cuyos miembros realizaron, entre 1958 y 1963, un intenso trabajo en los barrios donde crearon dispensarios médicos y odontológicos, bibliotecas, centros culturales y de estudio, así como escuelas, contando para ello con la valiosa cooperación de la imprenta universitaria.
Como parte de ese programa se creó la Cartilla Cívica Popular y el Cuaderno informativo titulado “Soy un ciudadano”, financiado y patrocinado por la UCV y el Ministerio de Educación, en los cuales se incitaba, entre otros asuntos, a inscribir los hijos en la Jefatura Civil, vacunarlos, que fueran a kínder y a la escuela, que los jóvenes aprendieran a trabajar, que se les educara en el sistema democrático en general, y en la obediencia a la ley.
La consigna fue “Si el pueblo no llega a la Universidad esta irá al Pueblo.” Así, las escuelas vacacionales se convirtieron en una auténtica avanzada cultural que posibilitó la realización de investigaciones acerca de los principales problemas de las distintas regiones del país, lo cual se constituyó en un gran aporte para la planificación regional que posteriormente se realizaría desde el Estado.
En su Mensaje al Claustro cuando termina su Rectorado, expresa, entre otras afirmaciones, la siguiente: “A la tarea de la reconstrucción universitaria se han dedicado ingentes esfuerzos ofrecidos con empeño y tenacidad. Se han cosechado satisfacciones intensas y amarguras no menos fuertes; luz y sombra para el mismo camino…” Así mismo consideró que las tres misiones fundamentales de la Universidad son: “su papel en la formación del hombre maduro para las actividades científicas y humanísticas o sociales, su contribución creadora a través del proceso de la investigación y su influencia cultural en el medio, afortunadamente afianzados. En ese sentido considera, que “se ha vivido la experiencia de la autonomía más completa que haya disfrutado la institución a lo largo de su acontecer histórico. Al mismo tiempo la Universidad ha sido asiento de la expansión más amplia experimentada en un lapso tan corto…lo cual le ha conferido a este período características de un contenido esencialmente renovador.” Sin embargo, también afirmaba lo siguiente: “para que la Universidad mantenga el genuino sentido que le es propio debe permanecer en constante reforma, buscando siempre nuevos rumbos que le permitan servir mejor en el desempeño de las trascendentes funciones que le corresponden y esforzarse en asimilar cabalmente sus compromisos locales y universales.”
Para concluir se me ocurre dejar algunas preguntas que podríamos imaginarnos nos plantearía De Venanzi en estos tiempos: ¿Qué significa hoy la autonomía universitaria con las elecciones rectorales paralizadas, con una labor docente y de investigación desmotivada, con una persistente fuga de talentos, con un presupuesto cada vez más limitado? ¿Qué podríamos hacer al respecto? ¿Qué podría hacerse para transformar la situación de inseguridad y desmotivación que vive a diario la Universidad? ¿Cuáles serían los nuevos rumbos que tendríamos que tomar?
Porque no olvidemos, como nos dice una Editorial de Acta Científica Venezolana en el 2016 (publicación Nº4, Volumen 67) que “Estamos como el estudiante doctoral a quien, luego de 5 años de investigaciones, al comenzar a redactar su tesis, le destruyen su laboratorio y le arrebatan los cuadernos con los resultados experimentales. Una tragedia mayor. Pero se graduará. Cuando reconstruya su laboratorio, repetirá los experimentos que le resultaron exitosos, no tendrá que insistir en todos aquellos que solo sirvieron para señalarle la ruta, y en un año terminará lo que antes le tomó cinco. Porque ya conoce el camino.”
Francisco De Venanzi, junto con todos aquellos que lo acompañaron, nos señalaron el rumbo y el compromiso que debemos asumir.
Tosca Hernández
13 de marzo de 2017