El próximo 12 de marzo se cumplen 100 años del natalicio del Dr. Francisco De Venanzi, creador de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia y de esta revista, en 1950, a los 33 años.
AsoVAC vivió sus primeros 8 años bajo una dictadura militar, pero esa adversidad fue convertida en la gestación del futuro de la Academia venezolana al instaurarse la democracia. En ese período, De Venanzi, acompañado por los pensadores académicos más activos del momento, de todas las tendencias políticas, a quienes no mencionaré para no dejar a nadie afuera, lideró la discusión, el análisis y la estructuración de los programas e instituciones que constituirían el máximo esplendor que ha vivido la Academia venezolana. La Ley de Universidades, 1958; la creación de la Facultad de Ciencias de la UCV, 1958; la creación de la Universidad de Oriente, 1958; la creación del IVIC, sobre las bases del IVNIC, 1959. En apretada secuencia, prontamente se ejecutó el ideario fermentado durante la dictadura.
La fundación del CONICIT, fue propuesta personalmente por el Dr. De Venanzi al presidente de la Junta de Gobierno que siguió a la dictadura, en 1958. Lograr el consenso político tomó 9 años, hasta la presidencia de Raúl Leoni, en 1967.
Apoyado en CONICIT, luego en el Programa Gran Mariscal de Ayacucho y en vigorosas iniciativas de la empresa privada, el Estado venezolano ejecutó sostenidamente el programa de formación de la más importante generación de académicos que hemos visto en la historia nacional. Y de la creación, desarrollo y consolidación de las instituciones del estamento científico y tecnológico nacional, particularmente las universidades, el IVIC, el Ciepe, Intevep, entre otros muchos.
Venezuela apuntaba decida hacia el desarrollo económico sostenible y solidario. No así nuestra capacidad política para diseñarnos un destino en democracia, de bienestar, fraternidad y justicia. Ante los ojos ausentes de quienes deberían estar pendientes de la salud de la República, germinaban por doquier las causas del populismo: la arrogancia política, el sueldo miserable a maestros y profesores, el descuido de las escuelas, colegios, liceos y universidades, de los hospitales, médicos y enfermeras. El fracaso del Seguro Social. La manipulación de la justicia, un largo etcétera, y, en resumen, todo vaticinaba la explotación de la ignorancia como instrumento de política. Presagiando el descalabro académico que acompañaría al desmoronamiento de la democracia, CONICIT desaparece el 2001. Las universidades han sido arrinconadas presupuestariamente, hasta llevarlas al fantasmagórico estado actual donde no hay ni elecciones rectorales ni autonomía ni inversión ni mantenimiento ni proyectos ni investigación ni nuevas contrataciones profesorales ni apoyo al posgrado ni al pregrado. Nuestra población estudiantil y profesoral languidece por el éxodo. Maltratados y encarcelados nuestros líderes estudiantiles, profesorales y dirigentes políticos.
Mas, no somos almas en vela ni terreno baldío ni seremos el ocaso de la razón.
Bastantes discípulos ha dejado De Venanzi y la magnífica generación con quienes convivió, nuestros héroes civiles. Nuestros Andrés Bello, José María Vargas, Juan Germán Roscio, Cecilio Acosta, Rafael María Baralt, Miguel José Sanz, Cristóbal Mendoza, Simón Rodríguez, José Félix Sosa, Fernando Peñalver, José Rafael Revenga, Martín Tovar Ponte, Juan Lovera, Lino Gallardo, Fermín Toro. Hemos aprendido el camino.
Estamos como el estudiante doctoral a quien, luego de 5 años de investigaciones, al comenzar a redactar su tesis, le destruyen su laboratorio y le arrebatan los cuadernos con los resultados experimentales. Una tragedia mayor. Pero se graduará. Cuando reconstruya su laboratorio, repetirá los experimentos que le resultaron exitosos, no tendrá que insistir en todos aquellos que solo sirvieron para señalarle la ruta, y en 1 año terminará lo que le tomó 5. Porque ya conoce el camino.
Alfredo Rosas Romero
Editor Jefe
Acta Científica Venezolana