Las consideraciones establecidas desde las múltiples disciplinas y corrientes que confluyen en el estudio de la gestión del conocimiento permiten comprender que la creación e intercambio de conocimiento son procesos influenciados tanto por el contexto organizacional como por las prácticas individuales. En este artículo se presenta una revisión selectiva de la literatura relativa al concepto de conocimiento organizacional en el ámbito de la gestión del conocimiento, considerando diversos enfoques y perspectivas así como su marco de referencia epistémico. Se vinculan las nociones de conocimiento organizacional, cultura de conocimiento e intercambio de conocimiento como condiciones indispensables para la habilitación de la gestión del conocimiento en las organizaciones.
Palabras clave: Gestión del conocimiento; Intercambio de Conocimiento; Instituciones de Educación Superior; Venezuela.
The considerations set from multiple disciplines and streams that converge in the study of knowledge management allow understand that the creation and exchange of knowledge are influenced by the organizational context as well as by individual practices processes. This article presents a selective review of the literature on the concept of organizational knowledge in the field of knowledge management, considering various approaches and perspectives as well as their frame of reference epistemic. Notions of organizational knowledge, culture of knowledge and exchange of knowledge as prerequisites for enabling knowledge management in organizations are linked.
Key words: Knowledge Management, Knowledge Sharing; University Education Institutions; Venezuela.
“El conocimiento tácito no puede ser capturado,
traducido, o convertido, sólo aparece
y se manifiesta, en lo que hacemos”
H. Tsoukas
El concepto de conocimiento se aborda desde diversas perspectivas: Tsoukas y Vladimirou (2001) establecen una diferencia entre conocimiento personal y conocimiento organizacional. Identifican al primero como la capacidad individual para establecer distinciones, dentro del dominio de la acción, sobre la base de una apreciación del contexto, de la teoría o ambos, en tanto que el segundo concepto sería la capacidad que los miembros de una organización han desarrollado para establecer distinciones en los procesos asociados a la ejecución de su trabajo, en contextos concretos, mediante la promulgación de sets de generalizaciones cuya aplicación depende de acuerdos colectivos desarrollados en el transcurso del tiempo.
Como proceso, el conocimiento también ha sido definido como un flujo en el que se mezclan la experiencia, valores, información del entorno y puntos de vista de expertos que facilitan un marco de análisis para la evaluación e incorporación de nuevas experiencias. Se produce en la mente de los conocedores, y puede materializarse en informes y documentos, pero también en prácticas y acciones que forman parte de las rutinas, procesos y normas organizativas (Davenport y Prusak, 1998). También se le define como: “información combinada con experiencia, contexto, interpretación y reflexión, es decir, un nivel de valor agregado de la información que puede ser utilizada rápidamente para la toma de decisiones y la acción” (Davenport et al., (1998, p. 43)Estos autores precisan al conocimiento como un nivel de agregación de valor en la progresión datos → información → conocimiento → inteligencia como propuso Taylor (1982) retomado por Bellinger (2004).
La concepción del conocimiento como recurso en posibilidad de gestión es un tema en discusión. A pesar de la argumentación desarrollada durante décadas a favor de la Gerencia del Conocimiento, existen críticas a la concepción del conocimiento como “materia”, al tratamiento indiferenciado de los términos información y conocimiento, y a la posibilidad de convertir el conocimiento tácito en explícito.
En esta revisión nos planteamos abordar el concepto de conocimiento estrechamente vinculado al de acción, en una aproximación a la noción de conocimiento de trabajo o Knowing (saber) desarrollada por Mciver et al., (2010). Este enfoque resalta el valor funcional del conocimiento y además lo reconoce como proceso tácito. Autores como Bueno y Salmador ubican esta concepción dentro una epistemología autopoética en el enfoque constructivista, (Bueno, 2004; Salmador, 2004). También abordaremos el entorno organizacional y la cultura como ambiente de creación y los procesos de intercambio como mecanismos medulares para la habilitación de la gestión del conocimiento.
Ubicar la noción de conocimiento organizacional dentro de un referente epistemológico específico no es tarea fácil. Como afirman Kane et al., (2006) uno de los principales temas por resolver en la investigación sobre gestión del conocimiento ha consistido en que los investigadores puedan delimitar el ámbito de sus propias investigaciones.
Siguiendo la ruta de análisis propuesta por Bueno (2004), la palabra conocimiento es un concepto polisémico, de referente plural que a la vez se diferencia de los conceptos de dato o información. Este autor propone la comprensión del conocimiento organizacional como elemento diferenciado del conocimiento individual y lo aborda, conjuntamente con otros autores de enfoque constructivista, desde distintas dimensiones: a) la epistemológica según la cual lo clasifica en explícito o tácito, b) la ontológica de acuerdo a la cual ubica al sujeto de conocimiento ya sea como individuo, como sociedad o colectivo, c) la sistémica, en la cual el conocimiento sería el resultado (output) de datos (input), e información (proceso) y d) la dimensión estratégica apoyada en la teoría de recursos y capacidades que explica el proceso de formación de estrategia en las organizaciones, (Bueno y Salmador, 2000; Salmador, 2004).
Mciver et al., (2010) se ocupan de las contradicciones existentes en la literatura sobre el conocimiento. Establecen que Polanyi (1958) no propuso dos tipos de conocimiento (tácito y explícito), sino que presentó dos dimensiones interdependientes del conocimiento, que ocurren en varios momentos durante su generación. Proponen un reencuadre del concepto en el marco de la noción de conocimiento-en-la-práctica o Knowing (saber) a través de los conceptos de learnability (capacidad de ser enseñado o transferido) y tacitness (carácter tácito) del conocimiento. Establecen así una distinción entre Knowledge (conocimiento) como algo que puede ser poseído y knowing (saber) que implica una práctica o acción de los conocedores y que es inseparable de las personas que conocen. Esta concepción coincide con el planteamiento ya hecho por Von Krogh (1998) y Cook y Brown (1999).
Desde otra perspectiva, el concepto de conocimiento aportado por Davenport et al., (1998, p. 43) “información combinada con experiencia, contexto, interpretación y reflexión, un nivel de valor agregado de la información que puede ser utilizada rápidamente para la toma de decisiones y la acción” alude al continuo datos-información-conocimiento que ya planteaba Taylor (1982) con su modelo de la pirámide de la información. Donde información es entendida como relaciones de significados entre datos, y conocimiento como el agregado de informaciones significativas para el aprendizaje o para la acción.
Tsoukas y Valdimirou (2001) desde una perspectiva ontológica, llevan a cabo una distinción individual y otra organizacional, se refieren al conocimiento individual como la capacidad para establecer distinciones, dentro del dominio de la acción, sobre la base de una apreciación del contexto, la teoría o ambos; y al organizacional asociado a generalizaciones compartidas en forma de reglas genéricas desarrolladas a lo largo del tiempo por toda la organización.
Los términos conocimiento organizacional, conocimiento en la práctica o conocimiento para la acción para denominar los conceptos informaciónconocimiento/saber (knowledge/knowing) –acción no son siempre diferenciables en la práctica. Así, la distinción entre conocimiento y saber aportada por Von Krogh (1998), Cook y Brown (1999) o Mciver et al., (2010) puede ser de utilidad para comprender que conocimiento y saber, asociados a la acción, en el contexto de las organizaciones, son estadios interdependientes dentro de los procesos dinámicos de creación de conocimiento.
Como agregado a la complejidad ya expuesta, existe toda una clasificación de categorías de conocimiento presentes en las organizaciones. En la Tabla No. 1, se agrupan las más relevantes recopiladas por Segarra y Bou (2005) adaptada y ampliada, como se indica al pie de la tabla.
Aun delimitado el concepto de conocimiento al ámbito organizacional, su análisis supone una variedad considerable de elementos.
Como se ha mencionado, el concepto de conocimiento organizacional ha sido tratado desde diversos enfoques semánticos y epistemológicos. Visto como recurso para la acción, el conocimiento organizativo se acerca al pragmatismo filosófico que situaba el criterio de verdad en la eficacia de la interacción del hombre con su entorno, planteando una inseparable relación entre pensamiento y acción.
El pragmatismo, como plantea Escorial (2002), es de las tendencias filosóficas aparecidas en el siglo XX, una de las que mejor encaja con el modo de pensar e interpretar la realidad que tienen las personas que viven en la llamada cultura occidental. Bien podría considerarse que las teorías acerca del conocimiento organizacional implícitas en los postulados de la sociedad del conocimiento se corresponden con la dimensión adaptativa que aporta el pragmatismo filosófico.
También otras corrientes filosóficas como el empirismo ofrecen argumentos a favor de la conceptualización del conocimiento como recurso, con la necesidad de hacer explícito y tangible aquello que se produce en el marco del aprendizaje individual.
El carácter instrumental que se confiere al conocimiento organizacional queda develado en categorías operacionales como “información para la toma de decisiones” o “aprendizaje para la acción”, y sobre todo, por la constante preocupación hacia la materialización de una utilidad o finalidad racional del conocimiento para las organizaciones. Todo lo anterior queda expresado en los aportes que el pensamiento organizativo moderno hace a la Gestión del conocimiento.
Desde las ciencias económicas por una parte y desde la administración estratégica, por otra, diferentes enfoques confluyen en el tema del conocimiento organizacional como recurso estratégico. Bueno (2004), destaca el aporte de los autores institucionalistas configuradores de la “nueva economía del mercado, organizaciones y sujetos de conocimiento” como Bell (1973), Drucker (1965, 1993 y 2001), Davenport y Prusak (1998) entre otros. También distingue la contribución de exponentes del Capital Intelectual quienes basan las ventajas competitivas de la empresa en sus recursos intangibles (Grant, 1991) Este planteamiento se origina a su vez en los postulados de la Teoría de Recursos y Capacidades (Barney, 1991) que establece que determinados activos constituyen una fuente de ventaja competitiva para las organizaciones. Para ser considerados estratégicos los recursos deben ser valiosos, escasos, difíciles de imitar, imperfectamente móviles y no sustituibles, características todas que tiene el conocimiento generado en las organizaciones.
La psicología organizacional aborda el contexto en el que se desenvuelven los sujetos del conocimiento mediante el estudio de los procesos de intercambio de datos, información, conocimiento y saberes por parte de individuos y grupos, así como los sistemas formales e informales y los procesos de cambio presentes en las organizaciones para su mejor utilización.
La psicología cognitiva, hace uso de otro marco epistémico en la medida en que se ocupa de los mecanismos mentales implicados en procesar información sensorial para transformarla a través de la síntesis, la elaboración, el almacenamiento, la recuperación y la aplicación. Autores como Seaone (1982) proponen como rama diferenciada de la psicología cognitiva a la psicología del conocimiento, que toma en cuenta las diferencias individuales, emociones, sentimientos, creencias y valores.
Como aporte de la Sociología, la teoría del conocimiento acoplada a la teoría de la construcción social de la realidad de Luckmann y Berger (1986) quienes plantean que la realidad y el conocimiento se construyen socialmente y también el concepto de cultura, brindan un marco de referencia determinado por las prácticas en contextos sociales y organizacionales específicos. Smircich (1983) establece una intersección de temas de interés a partir de la correlación del concepto de cultura, desde la antropología y organización y desde la teoría de la organización. Algunos de estos temas giran en torno a los aspectos de interés de este trabajo: la construcción social del conocimiento, el mundo de la cultura organizacional (también denominada cultura corporativa) y el de la teoría cognitiva de la organización, entre otros puntos de confluencia.
En la década de los 50´s Polanyi (1958) dejó claramente fundadas cuatro características del conocimiento como recurso estratégico: 1) tiene una dimensión tácita, 2) se orienta hacia la acción, 3) se basa en una serie de reglas y 4) evoluciona constantemente. De acuerdo a esta aproximación sentó bases firmes para ideas como: que sabemos más de lo que podemos decir, que la generación de conocimiento es un proceso personal que se desarrolla a partir de modelos mentales que los individuos difícilmente pueden explicar, que es de carácter práctico (es decir) generado para la acción o resolución de problemas específicos, y que implica el despliegue de determinadas capacidades para el uso o procesamiento de los recursos de información disponibles.
A lo largo de las últimas cuatro décadas la literatura sobre gestión del conocimiento, entre cuyos principales exponentes se puede mencionar a: Kogut y Zander, 1992; Hedlund, 1994, Pentland, 1995; Nonaka y Takeuchi, 1995; Grant, 1996; Gupta y Govindarajan, 2000; Alavi, 2001; Kakabadse, N. ; Kakadse, A.; Klouzmin,A. 2003, Kane,H.; Ragsdell, G. y Oppenheim, Ch. ,2006, Zheng et al., (2010); Fazli y Alishahi, 2012; abunda en modelos y metodologías para abordar los distintos momentos asociados al gerenciamiento de este recurso. Así, los procesos de creación, almacenamiento, recuperación transferencia y aplicación del conocimiento cuentan con profusa teoría y métodos de abordaje.
Los años ochenta trajeron consigo la masificación de Internet y el desarrollo de tecnologías de información y telecomunicaciones, marcando una pauta fundamental para la gestión de información, actividad precursora y requisito necesario de la gestión del conocimiento. En ese momento, llegó a considerarse que la tecnología era, en sí misma, la solución a los problemas de información y comunicación de las organizaciones.
Evidentemente, la telemática y las redes constituyen recursos y formas de trabajo de los que hoy en día no es posible prescindir. Sin embargo, solucionados los aspectos prácticos vinculados al desarrollo de repositorios de almacenamiento y recuperación de información cada vez más sofisticados (sistemas de almacenamiento con capacidad infinita, ubicuidad, sistemas de recuperación basados en lenguaje natural, ontologías, redes neuronales, etc.), y a pesar de la creciente evolución de la tecnología, el elemento humano y sus procesos de creación y transferencia de conocimiento siguen siendo un elemento clave de éxito para la gerencia del conocimiento.
Cada vez es mayor la preocupación por operacionalizar la dimensión humana de la creación del conocimiento, para ello se han empleado técnicas cualitativas para el mapeo, levantamiento de procesos y desarrollo de metáforas. Por otra parte, desde la dimensión organizacional, el reto es conseguir que estos procesos individuales de generación de conocimiento puedan ser convertidos en prácticas organizacionales “de rutina”.
Para muchos autores, como recurso organizacional, la información, devenida en conocimiento (tangible), y el saber (aplicable) son susceptibles de ser gestionados. Davenport, T.H. (1999) hablaba de gestión de información y la entendía como el comportamiento de los miembros de una organización en lo que se refiere a reconocerla y valorarla como un recurso más, que fluye a través de los procesos, permitiendo conocer acerca de la existencia de otros recursos, mientras que Quintas (1997) precisaba que gestión del conocimiento es el conjunto de acciones destinadas a descubrir, desarrollar, utilizar, entregar y absorber el conocimiento dentro y fuera de la organización a través de un proceso de gestión adecuado para satisfacer las necesidades actuales y futuras. Davenport et al., (1998) proponen una distinción, entre gestión de información y gestión del conocimiento: mientras la información se define como el flujo de mensajes, el conocimiento es la combinación de la información procesada en contexto.
Puede decirse que la mayoría de los proyectos de GC que se conocen, son una mezcla de gestión del conocimiento y de la información, pero los proyectos de gestión del conocimiento tienen características que los distinguen de los de gestión de información, y también de aquellos vinculados a la gestión más específica de sistemas de información.
Se presentan distintos conceptos de Gestión del Conocimiento encontrados en las fuentes revisadas para este trabajo:
En entrevista concedida a Keursten y Van der Klink (2003), Von Krogh cuestiona la idea de que el conocimiento tácito pueda ser convertido en conocimiento explícito y desarrolla el concepto de “Habilitación de la Creación de Conocimiento” como una idea basada en promover un contexto que permita a los trabajadores desarrollar, compartir y aplicar nuevo conocimiento. El experto distingue tres etapas para esta habilitación:
Etapa I Tecnológica: Con énfasis en la adopción de tecnologías de almacenamiento y localización y captura de conocimiento. Los resultados esperados de esta etapa serían Bases de datos y repositorios institucionales.
Etapa II Estructural: Con énfasis en la generación de soluciones organizacionales para promover el intercambio de conocimiento. El resultado esperado de esta etapa sería la conformación de comunidades de práctica.
Etapa III Cultural: Con énfasis en la creación de nuevo conocimiento. El resultado esperado de esta etapa sería la innovación.
Von Krogh establece que más que gerenciar el “contenido” del conocimiento los gerentes deben enfocarse en gerenciar los recursos y crear un contexto favorable a la creación de conocimiento. Se trata entonces de desviar el énfasis de la gerencia de contenidos de conocimiento hacia la gerencia del entorno en que éste se produce.
Sin abandonar los conceptos asociados al management (liderazgo, empoderamiento de los empleados, etc.) GC debe favorecer la coexistencia entre el trabajo flexible y la división del trabajo; o las rutinas “clásicas” y aquellas más innovadoras. Debe apuntar a la formación de líderes y técnicos alineados con la idea de compartir conocimiento. Se puede concebir la gestión del conocimiento menos como un proyecto o una acción y más como un modo de hacer las cosas, una estrategia que impacta la cultura organizacional.
En el terreno de los “modos de hacer” y los comportamientos habituales, el tema de las prácticas de intercambio de información/conocimiento/saber vinculadas a la cultura, cobra particular relevancia en la literatura revisada.
Es tan abundante la cantidad de modelos existentes en materia de gestión del conocimiento que se han podido identificar al menos tres taxonomías que se proponen clasificarlos. Dado que el desarrollo de cada una de ellas excede el propósito de este trabajo, se mencionan a continuación a modo ilustrativo las taxonomías y las categorías de modelos que incluyen:
A cualquiera de estas clasificaciones podrían corresponder los modelos de gestión del conocimiento que se identifican en la literatura, en este sentido es muy útil la lista aportada por De Freitas y Yáber (2014):
Habría que agregar al listado, el modelo propuesto por los propios De Freitas y Yáber (2014).
Tan profusas como el concepto de Conocimiento son las definiciones de Cultura Organizacional.
La noción de Cultura Organizacional, se asocia a la obra seminal de Pettigrew (1979), popularizada en los 80´s por Deal y Kennedy (1982) en su obra Culturas Corporativas: Los Ritos y Rituales de la Vida Organizacional.
En el ámbito individual, cultura se plantea relacionada con: claridad de rol, calidad de comunicación, ajuste a la organización, conformidad conductual, y satisfacción con el trabajo; y a nivel organizacional con calidad de productos y servicios, compromiso de servicio al cliente, adaptabilidad, rotación y calidad de sitio de trabajo.
Una muestra de la variedad de interpretaciones dadas al término queda plasmada en el abanico de aproximaciones que existe sobre el tema, algunas más amplias como las de Smircich (1983), Pettigrew (1997) o Robbins (2009), que enfatizan el rol de la cultura organizacional como un sistema de significados compartidos cuya finalidad es la de dar sentido y control en lo que respecta al direccionamiento del comportamiento esperado de los miembros de una organización. Otras, más desarrolladas como la de Schein (1988) destacan el conjunto de valores, necesidades, expectativas, creencias, políticas y normas aceptadas y practicadas, distinguiendo varios niveles: supuestos básicos, valores o ideologías, artefactos (jergas, historias, rituales y decoración). En tanto que otros como Horowitz (1993) o Trompenaars (1997), enfatizan las conductas y actitudes de los miembros de la organización.
Otros autores como Martin (2002), han diferenciado algunos tipos básicos que pudieran existir en el tema: cultura organizacional de integración, que se centra en aquellas manifestaciones de cultura que cuentan con interpretaciones consistentes buscando el consenso en la organización; de diferenciación que se centra en las manifestaciones culturales con interpretaciones inconsistentes (subculturas), y de fragmentación que centra su atención en aquellas manifestaciones culturales que no son interpretadas de manera consistente ni inconsistente, sino en forma ambigua.
En términos generales, en este trabajo se entiende la cultura organizacional como una metáfora para la comprensión de las organizaciones, y la adaptación de sus miembros que actúan sobre la base de significados compartidos y conductas basadas en: la claridad de sus roles, códigos de comunicación y prácticas comunes y ajuste general, dirigidos a objetivos comunes de calidad, productos y servicios, compromiso con clientes, clima y adaptabilidad al entorno.
El término cultura de conocimiento asociado a la GC es cada vez más mencionado en la literatura académica. Tanto, que pueden identificarse de entrada dos niveles de tratamiento del tema: a) cultura de conocimiento como una dimensión o clave de éxito para la gestión del conocimiento y b) cultura de conocimiento como la resultante deseable o cambio operado en la cultura organizacional a partir de una adecuada gestión del conocimiento
Desde la década de los 90´s se encuentran menciones del término cultura de conocimiento, que se reseñan a continuación:
Blau y Wolff (1997) comentan la creación en la empresa Siemmens de una estructura basada en el conocimiento llamada a instaurar una cultura de conocimiento en la organización.
De Long y Beers (1997) parten de la premisa de que el conocimiento y la cultura organizacional están íntimamente ligados, y que las mejoras en la producción empresarial, rara vez son posibles sin la alteración de su cultura para apoyar las nuevas iniciativas. Reconocen que la cultura, si bien afecta a la tecnología sistemas y estructuras de trabajo, impacta grandemente en las conductas relacionadas con el conocimiento. Proponen cuatro formas de vinculación entre cultura y conocimiento: a) la cultura genera supuestos acerca del “que”, b) la cultura regula las relaciones entre el conocimiento individual y el organizacional, c) la cultura genera un contexto para la interacción que determina el valor derivado del conocimiento y d) la cultura genera formas de reacción hacia el conocimiento nuevo.
Hauschild et al., (2001) abordan la creación de cultura de conocimiento, mediante la revisión de la gestión del conocimiento y la opinión que los ejecutivos de las empresas tienen sobre el tema. Presentan una evaluación de negocios de las empresas que gestionan con éxito el conocimiento y los que no lo hacen. Mencionan aspectos vinculados con los elementos humanos de la gerencia del conocimiento, como creación de un “deseo de conocimiento” o “conocimiento de tracción”.
Holowetzki (2002) en la Universidad de Oregon, establece la relación entre gestión del conocimiento y cultura organizacional, examinando los factores que dan soporte al flujo y gerenciamiento del conocimiento al interior de las organizaciones. Aplicando metodologías de análisis de contenido y estudio de casos, la autora sistematizó sus observaciones a partir de una serie de elementos: los sistemas de información, la estructura organizacional, los sistemas de recompensa, los procesos, la gente y sus líderes. Entre los hallazgos más importantes de la investigación: la necesidad de contemplar los aspectos multifactoriales de la cultura organizacional para el éxito de las iniciativas de gestión del conocimiento y que las costosas iniciativas tecnológicas no constituyen en sí mismas una solución para la Gestión del conocimiento.
Janz y Prasarnphanich (2003). Revisan la relación entre clima organizacional, características del trabajo, y aprendizaje organizacional (a partir de la teoría del aprendizaje cooperativo) y lo vinculan con las investigaciones relacionadas con la gestión del conocimiento para desarrollar un modelo teórico que explica las relaciones entre el clima organizacional, el nivel de aprendizaje cooperativo que tiene lugar entre los trabajadores del conocimiento, y el consiguiente nivel de los conocimientos generados y difundidos según el nivel de satisfacción individual y de equipos.
Cárdenas (2004, p. 2) se hace una serie de interrogantes acerca de lo que encierra la cultura de conocimiento, y la define como “el conjunto de actitudes, creencias, estructuras de comportamiento y producción, así como aquellos procesos desde donde el hombre y la mujer elaboran, transforman y reproducen los campos de significación y al que se articulan tanto la lengua como la expresión creativa, como memoria, modos de vida, ideas, técnicas, concepciones y en últimas, valores éticos y estéticos” Leyner et al., (2006) comparan las culturas de dos organizaciones y sugieren formas en que la cultura organizacional influye en las iniciativas de gestión del conocimiento y en su evolución.
King (2006) ofrece algunas consideraciones acerca de cómo motivar a los individuos a contribuir y compartir su conocimiento en el marco de un sistema de gestión del conocimiento. Discute dos enfoques para motivar el intercambio de conocimientos: el implementado a través de un grupo de desarrollo de software con estrictas medidas de control de sus empleados, y uno flexible con cultura de fuerte interacción interpersonal en el que la organización es vista como una comunidad.
Minsal y Pérez (2007) distinguen entre cultura formal e informal y exponen los elementos y factores que influyen en ella para finalmente establecer una lista de los elementos que es necesario incentivar y contrarrestar en la búsqueda de una cultura orientada al conocimiento y caracterizar las empresas con cultura basada en el mismo.
Choo, et al., (2008) exploran la relación entre la cultura de la información y el uso de la información en tres organizaciones. Se preguntan si hay una manera de identificar sistemáticamente los comportamientos asociados al uso de la información y los valores que pueden caracterizar la cultura de información de una organización, y si esta cultura tiene un efecto sobre los resultados del uso de la información. A través de la aplicación de un cuestionario a más de 650 personas en tres organizaciones determinaron que es posible identificar los comportamientos y valores que describen la cultura de una organización de información, y que los comportamientos identificados y valores tienen una correlación significativa en el uso de la información.
Pérez (2010) presenta los valores de la cultura del conocimiento como herramienta directiva asociada a la gestión de capital humano y propone los pasos para el proceso de gestión del cambio cultural, basado en elementos como: orientación al cliente, pensamiento estratégico, identificación con la empresa, información/comunicación, mejora continua, jerarquía, flexibilidad, procesos, prevención, innovación y resultados.
Cervantes y Rosales (2010) enfatizan en el tema del aprendizaje organizacional, destacando la necesidad de prestar atención a estos procesos en virtud de que el conocimiento es el objeto y resultado de los mismos. Revisan factores como la cultura, la estrategia, la estructura, el liderazgo y las políticas de RRHH. Abordan la necesidad de colectivizar el aprendizaje y el conocimiento individual en las organizaciones “a la cultura organizacional la gestión del conocimiento le hace grandes requerimientos, no basta poseer toda la tecnología disponible si las personas no están dispuestas a compartir…”
Leistner (2010) establece una panorámica de temas de necesaria atención para quienes intentan desarrollar iniciativas de gestión del conocimiento, desarrolla consideraciones acerca del elemento humano, los roles, los factores de éxito, la trampa tecnológica, los mecanismos de medición y evaluación, las barreras y por supuesto los factores clave de éxito entre los que se encuentra la cultura. El autor establece la multiplicidad de culturas que estimulan o inhiben el flujo de conocimiento: la cultura local, la cultura organizacional, el modelo de negocio, para finalmente sentenciar que en general “la cultura puede ser contagiosa”.
Un tema de especial interés en la literatura sobre cultura de conocimiento es el de las prácticas que permiten hablar de su existencia.
Una práctica puede ser definida como una acción de rutina y asociada a un fin específico dentro de una organización. En el marco de referencia que concierne a esta revisión, interesa mencionar las prácticas asociadas al intercambio de conocimiento.
Compartir conocimiento en las organizaciones es una acción asociada a intencionalidad, y direccionalidad. El acto deliberado mediante el cual el conocimiento es reutilizable a través de su transformación de unos a otros (Stewart, 1997) El conjunto de interacciones voluntarias entre actores humanos cuya materia prima es el conocimiento (Helmstader, 2003) La conducta mediante la cual un individuo provee a otros miembros de la organización, del acceso a su conocimiento y experiencias (Cyr y Wei, 2010).
En resumen, puede decirse que en el contexto de las organizaciones, las prácticas de intercambio de conocimiento son una de las expresiones más tangibles de la existencia de una cultura de conocimiento, y pueden ser definidas como la acción repetida y racional asociada a la finalidad de intercambiar información o conocimiento en función de un fin organizacional.
Stevens (2000) reporta varias ideas, derivadas de las prácticas de siete compañías, para incentivar el intercambio de conocimiento en sus organizaciones:
a) instruir sistemas de reconocimiento y recompensa, b) medir el éxito del intercambio, c) evaluar las conductas de intercambio como parte del desempeño de los empleados, d) desarrollar líderes internos que promuevan el intercambio, e) constituir equipos o comunidades de práctica alrededor de temas de interés de los empleados, f) involucrar a los empleados actuales en el proceso de selección de nuevo personal con características similares.
Park et al., (2004) lograron establecer una correlación positiva entre ciertos atributos culturales y la exitosa implantación de procesos de intercambio de conocimiento y tecnologías de gestión del conocimiento. Encontrando que atributos como: libre intercambio de información, trabajo cercano con otros, orientación al trabajo en equipo, confianza, justicia y entusiasmo; están relacionados positivamente con la exitosa implementación de tecnologías de gestión del conocimiento, en cambio aquellas organizaciones no tan exitosas en la implantación de sistemas de gestión del conocimiento, incluían entre sus atributos culturales más resaltantes: atención al detalle, estabilidad, conformidad y calma.
En la misma línea de ideas, Marchand et al., (2001) han puesto de relieve la importancia del intercambio de información al estudiar seis conductas y valores asociados a la orientación a la información: a) Integridad: entendida como el uso ético y confiable de la información; b) formalidad: definida como la orientación al uso de fuentes institucionales y confiables; c) control: o uso extendido de información para el seguimiento de la gestión y toma de decisiones; d) intercambio: voluntad de proveer a otros con información en forma apropiada y colaborativa; e) transparencia: apertura para mostrar errores y fallas como forma de aprendizaje; y f) proactividad: disposición a buscar permanentemente maneras de obtener nueva información para responder rápidamente a los cambios y necesidades del negocio.
En la línea del aprendizaje organizacional Castañeda y Fernández (2007) establecen la relación entre éste y compartir conocimiento; para ello desarrollan una Escala de Niveles y Condiciones de Aprendizaje Organizacional en la que proponen cuatro condiciones necesarias para que éste se produzca: a) cultura de aprendizaje, b) formación, c) claridad estratégica y d) soporte organizacional. Al mismo tiempo, establecen que debe haber una fuerte interacción entre el aprendizaje y la orientación a compartir conocimiento, actitud que depende de la cohesión entre compartir conocimiento y resolver problemas vinculados al negocio, aprendizaje en red, y dinámicas activas de intercambio de conocimiento entre jefes y colaboradores. Finalmente plantean que la acción de compartir conocimiento se sustenta en cuatro elementos: actitudes, normas subyacentes, autoeficacia y valor percibido del conocimiento.
Lilleoere y Holme (2011) en un estudio de caso sobre prácticas de intercambio de conocimiento en la industria farmacéutica, sistematizan tres vías para el análisis de las acciones de compartir conocimiento:
a) las prácticas reactivas, entendidas como aquellas que se manifiestan en respuesta a eventos críticos y que no forman parte del desempeño cotidiano incorporado a las rutinas de trabajo; b) las prácticas rutinarias: aquellas que forman parte de los establecidos y que son esenciales para la continuidad de los proyectos y c) las prácticas de transferencia, que abarcan intercambio de conocimiento tácito y conocimiento explícito e incluyen interacciones cara a cara de individuo a individuo o de individuos en grupo.
Maynez et al., (2012) establecen que la cultura organizacional y las habilidades de las organizaciones para asimilar nuevo conocimiento (capacidad de absorción) son determinantes para la transferencia de conocimiento tácito intra organizacional.
Lavanya (2012) aporta una visión asociada al sujeto de conocimiento como criterio de análisis cuando plantea a) determinantes individuales como la actitud, la confianza y la percepción de presión del tiempo, y b) determinantes organizacionales como la propiedad del conocimiento organizacional, la cultura organizacional, y la capacidad de absorción, como facilitadoras o inhibidoras del intercambio de conocimiento. Concluye que éste es un proceso holístico y en evolución, influenciado en forma similar por cada uno de los determinantes individuales como organizacionales antes señalados.
Van Baalen et al., (2013). Investigan el intercambio de conocimiento en el marco de relaciones conflictivas a través de la Teoría de Modelos Relacionales, comprobada mediante investigación experimental. Plantean que en el marco de relaciones conflictivas de acuerdo a determinantes específicos establecidas en el modelo, es menor la intención de los participantes a compartir conocimiento.
Ghasemi et al., (2014) estudian la relación entre la cultura organizacional, las tecnologías de la información, la confianza, el sistema de recompensas, las comunicaciones entre empleados y la estructura organizacional en el intercambio de conocimiento. Concluyen que existe una relación significativa entre cultura organizacional y sistema de recompensas en la intención de intercambiar conocimiento, en tanto que no encontraron relación significativa entre los otros factores.
Tanto como han sido estudiados los factores que favorecen el acto de compartir, la acción opuesta, el acaparamiento de conocimiento, también es objeto de interés en la literatura.
Se han determinado barreras para el intercambio de información o conocimiento que favorecen el acaparamiento, tales como las relacionadas con la naturaleza misma del conocimiento, los impedimentos económicos y las obstrucciones que se originan entre individuos. En este sentido Michailova y Hussted (2003) señalan: el miedo a disminuir las ventajas competitivas personales frente a terceros, el costo personal involucrado en las tareas de sistematizar el conocimiento tácito o trasmitirlo, el costo en inversión de tiempo que ello implica y la escasez de incentivos organizacionales como para que los individuos se animen a sortear los costos que implica compartir su conocimiento.
Es notoria la diversidad de factores encontrados en la literatura en relación con las conductas o prácticas que influyen en la disposición de compartir conocimiento en las organizaciones. Los factores identificados aportan elementos para muchas interrogantes asociadas a la intención de compartir conocimiento.
La vasta y variada producción académica reseñada en este trabajo permite comprender, en primer lugar, que no existe consenso acerca de la noción de gestión del conocimiento. Distintas perspectivas y enfoques dan lugar a las epistemologías cognitiva, conectiva y constructiva que Von Krogh y Roos (1998), Bueno (2004) y Salmador (2004) proponen para la comprensión del tema.
De igual manera, la existencia de denominaciones alternativas como dirección del conocimiento organizacional (Bueno, 2014), o habilitación de la creación de conocimiento (Von Krogh, en Keursten y Van der Klink, 2003) ponen en evidencia, a través de distintas formas de abordar un mismo tema, que el área se encuentra en desarrollo, y no hay verdades últimas ni postulados generales sobre la materia. Adicionalmente, se impone la revisión de los conceptos de conocimiento y aprendizaje que tienen distintos significados en el entorno educativo y en el empresarial.
Las consideraciones hechas desde la multiplicidad de corrientes que confluyen en el estudio de la gestión del conocimiento, y en particular desde el enfoque de la empresa basada en conocimiento, permiten comprender que la creación e intercambio de conocimiento forman parte de un proceso creativo grandemente influido por el contexto y la cultura de las organizaciones y la actitud de los individuos involucrados en su generación. Lo anterior determina la forma en que el desempeño individual se ajusta organizacionalmente para hacer del conocimiento generado un activo compartido.
A pesar de la extensa y variada literatura sobre GC, aún es difícil comprender los mecanismos inmersos en esa “caja negra” que debe activarse para que el conocimiento pase del momentum de su proceso individual de creación al capital organizacional. No es fácil medir el conocimiento ni los flujos de su transmisión, como afirma Segarra (2005, p. 195), los “sistemas de contabilidad existentes son inadecuados para capturar el valor de los activos de conocimiento” a esto puede agregarse la dificultad para medir la “usabilidad” y la valoración que se hace de este recurso en las instituciones.
Para comprender los factores que intervienen en la intención de compartir conocimiento entre investigadores, será útil establecer de qué manera ejercen influencia valores de la cultura organizacional como los estilos de gerencia y liderazgo, vincular la disponibilidad de mecanismos de comunicación interna, conocer de qué manera influye la capacidad de absorción de las organizaciones, indagar cómo afecta la proximidad entre colegas o cómo influye la relación de subordinación o de supervisión en este sentido, así como también conocer cuál es la influencia que tiene la percepción de costos como pérdida de poder o de tiempo, o los beneficios como nuevas oportunidades de trabajo en la intención de los individuos a compartir conocimiento.
Atendiendo al carácter dinámico e individual que define al proceso de creación e intercambio de conocimiento, es fundamental desarrollar métodos de investigación que permitan comprender los mecanismos que se activan en la dinámica tácitoexplícito y en el paso de lo personal a lo organizacional y que dé cuenta de cuáles son las condiciones necesarias para habilitar un adecuado ambiente para la gestión del conocimiento en las organizaciones. Todo lo anterior es abono necesario para poner en marcha propuestas o modelos específicos de gestión del conocimiento basados en las prácticas culturales existentes en las organizaciones asegurando así el éxito de estas iniciativas.