Embajada Mundial de Activistas por la Paz
* Reportaje originalmente publicado como artículo de opinión en el diario El Universal, el 24 de mayo de 2016. http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/mas-allachernobyl-fukushima/html
Resumen
El Embajador Julio César Pineda nos ofrece su visión del paralelismo entre la geopolítica del átomo y de la energía nuclear, y la diplomacia nuclear. Enfatiza la importancia de la energía nuclear como alternativa energética, y las medidas nacionales e internacionales necesarias para que su uso pacífico sea efectivo concluyendo en la necesidad de la renuncia obligada a cualquier desviación militar de la misma.
Palabras Clave: Chernóbil, energía nuclear, geopolítica del átomo, diplomacia nuclear.
Abstract
In this article, Ambassador Julio Cesar Pineda offers his vision of the parallelism between atom geopolitics and nuclear energy, and nuclear diplomacy. He emphasizes the importance of nuclear energy as an alternative energy, and the national and international measures necessary for its peaceful use, concluding on the necessity of the renunciation of any military diversion of it.
Keywords: Chernobyl, nuclear energy, geopolitics of the atom, nuclear diplomacy.
Más allá del drama que sufrieron y sufren los habitantes de Chernóbil, por la contaminación radiactiva hace 30 años, por el accidente de los reactores nucleares, y de la emergencia económica de Ucrania donde hoy, por la crisis alimentaria los habitantes están obligados a consumir alimentos contaminados, con las graves consecuencias para la salud; y más allá también de la tragedia de Fukushima, cuando se cumplen cinco años del tsunami y de la fuga radiactiva, con 25.000 víctimas aproximadamente y el alerta mundial por el uso de la energía atómica con fines pacíficos; el mundo internacional sigue preocupándose por la proliferación nuclear que pone en peligro la paz y seguridad del planeta y por el fantasma del Apocalipsis atómico, donde la situación más grave fue la crisis de los misiles en Cuba, con lo que hubiera sido la primera guerra nuclear entre Moscú y Washington y el posible uso de los arsenales nucleares que en ambas potencias, tienen la capacidad de destruir siete veces el planeta. El umbral entre el uso pacífico y militar del átomo es imperceptible y sólo depende de una decisión política y de la permisibilidad de los sistemas de seguridad de la comunidad internacional. En el siglo XXI, 10 Estados se han declarado como potencias nucleares, los Cinco Miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, pero también Israel, India, Pakistán y recientemente Corea del Norte. Afortunadamente la República Islámica de Irán por las presiones de Occidente y por la vía del diálogo y la negociación, ha renunciado al arma atómica y así, por ahora, la zona más crítica del planeta, como lo es el Medio Oriente, puede estar alejada de conducir conflictos tradicionales con armas convencionales hacia la confrontación atómica. Varios de estos países han pasado, sin tomar en cuenta el derecho internacional, del uso pacífico al uso militar del átomo, de los reactores y el uranio que necesitan para enriquecer y obtener material atómico por vía de la fisión o de la fusión nuclear, a la bomba de uranio o bomba de hidrógeno.
Se distingue dos tipos de proliferación nuclear. La horizontal, porque más países de la geografía universal utilizan la energía atómica de uso pacífico, pero con la finalidad militar, reclamando el derecho a usarla pacíficamente para producir energía, pero con la implicación bélica que implica el enriquecimiento de uranio a niveles de masa crítica para la bomba atómica con su triple efecto: mecánico, calórico y radiactivo. Pero es grave también la denominada proliferación vertical, porque las potencias nucleares tanto las Cinco del Consejo de Seguridad, como Israel, Pakistán, India y Corea del Norte, continúan incrementando sus arsenales atómicos, tanto con sus sistemas explosivos como con sus sistemas balísticos. De nada ha servido el Tratado de No Proliferación que se acordó en 1968 en la ONU y los intentos de desarme atómico y la prohibición de los ensayos nucleares. Es cierto que hay algunos logros en prevención, como es el caso de América Latina, en el que naciones con desarrollos nucleares pacíficos para producir energía han dado el salto hacia la parte militar. Por eso la importancia del Tratado de Tlatelolco y el Organismo de Proscripción de Armas Nucleares de la Región. Brasil y Argentina, con reactores de gran potencia, se han sometido al imperativo del uso y han anunciado la desviación militar del átomo. Venezuela sólo ha tenido un pequeñísimo reactor nuclear para la investigación en el IVIC, y en toda la región se acepta la vigilancia del Organismo Internacional de Energía Atómica creado en 1957 y cuya sede es en Viena.
La contradicción en el sistema internacional es que un grupo de países justifica el desarrollo de sus armas nucleares bajo el criterio de la disuasión, pero señala el peligro de que otros puedan desarrollarla. Ya conocimos la mala experiencia de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto de 1945), cuando se trata de la bomba atómica, por lo cual debe condenarse todo desarrollo militar del átomo. Pero Chernobyl (26 de abril de 1986) y sus consecuencias, tal y como pasó en Fukushima (11 de marzo de 2011), nos siguen advirtiendo de los peligros de los desarrollos pacíficos de la energía atómica cuando estos no tienen la atención necesaria ni la vigilancia internacional.
Así como hay una geopolítica del átomo y de la energía nuclear, también hay una diplomacia nuclear y un derecho atómico que se ha visto desarrollado en los últimos tiempos. La energía nuclear continuará siendo una alternativa energética frente al petróleo, el carbón y el gas con su consecuencia en el calentamiento global del planeta y la necesidad de reducir su utilización; pero deben tomarse todas las medidas nacionales e internacionales para que el uso pacífico sea efectivo y la renuncia obligada a cualquier desviación militar del mismo.