Universidad Central de Venezuela
Correo-e:
1 [email protected]
2 [email protected]
3 [email protected]
La presente investigación tiene como finalidad analizar las interacciones del crecimiento económico (CE) y el desarrollo humano (DH) en relación con el proceso de industrialización de 3 países: Canadá, India y Chile, en el período 2000-2010, a través de una revisión teórica y recolección de datos estadísticos oficiales, para la realización de un análisis y síntesis coyuntural, cuantitativo y cualitativo, retrospectivo, longitudinal de tendencia y expost-facto. Se determinó que Canadá muestra una relación armónica entre su CE y DH, con alto nivel de industrialización e inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), mientras que India presenta un ciclo vicioso con sesgo hacia el CE sin DH a pesar de ser un país industrializado, con una relativa baja inversión en I+D, pero con altos grados de eficiencia en innovación; y Chile, cuenta con un menor CE, pero una distribución más adecuada de la riqueza que la India, generando un mayor nivel de DH, en una relación asimétrica que tiende lentamente hacia el virtuosismo, con una capacidad productiva fluctuante y una inversión en I+D baja, con respecto a los países estudiados.
Palabras Clave: Crecimiento económico, Desarrollo humano, Canadá, Chile, India, Grado de industrialización, Ciclos virtuosos/viciosos, Modelo centro-periferia.
The current research aims to analyze the interactions of economic growth (EG) and human development (HD) in relation to the level of industrialization in three countries: Canada, India and Chile, from 2000 to 2010, through a theoretical review and official statistical data recollection. Situational analysis was performed, with quantitative and qualitative, retrospective, longitudinal trend and ex-post-facto synthesis. It was determined that Canada shows a harmonious relationship between the EG and HD, with high levels of industrialization and Research and Development (R & D) investment, while India has a vicious cycle with bias toward EG over HD, despite being an industrialized country it shows a relatively low R & D investment, but high degrees of innovation efficiency; Chile, has lower EG, but a better distribution of wealth that India, generating a higher level of HD, in an asymmetrical relationship slowly tending towards virtuosity, with a fluctuating production capacity and low investment in R + D, compared to the other countries in this study.
Keywords: Economic growth, Human development, Canada, Chile, India, Level of industrialization, Virtuous/vicious cycles, Center-periphery model
Desde la promulgación de la carta de los derechos humanos en 1948, no han sido pocos los esfuerzos de las naciones por alcanzar en sus territorios un estado de garantía y bienestar para sus habitantes, así como un constante crecimiento en sus economías, como parte de un proceso de fortalecimiento de la paz y soberanía de los países. Para tales fines, resultó necesario el establecimiento de variables de medición que realmente permitieran evaluar la calidad de vida de las personas más allá de su comportamiento económico y su relación con otras economías concibiendo como objetivo fundamental su bienestar, el presente trabajo propone hacer una revisión de los avances de tres (3) naciones con diferentes grados de industrialización (Chile, India y Canadá) en materia de desarrollo humano y crecimiento económico a la luz de las medidas tomadas por sus Estados para alcanzar las Metas del Milenio y sus niveles de industrialización.
En general, las implicaciones vinculadas a este debate se circunscriben a dos posturas sobre la relación de causa-efecto entre el CE y el DH (Ranis, Stewart y Ramírez, 2000): Si el crecimiento económico genera desarrollo humano, o si el desarrollo humano genera crecimiento económico, si ambas deben producirse de forma integrada en un ciclo virtuoso; y si existe un sesgo entre éstos, donde hay CE con poco DH o DH sin CE, lo que se consideraría una forma de círculo vicioso. Estos autores realizan una discriminación en cuatro cuadrantes, señalando dos posibles cadenas de acción, que pueden convertirse en círculos viciosos o virtuosos. Según los autores, en ambos círculos, el aumento de ambas variables genera virtuosidad y su decrecimiento conlleva al vicio. Así mismo, señalan que el sesgo pronunciado hacia una u otra variable puede resultar en un desarrollo asimétrico con la tendencia mantenerse el círculo vicioso.
De lo anterior se derivan cuatro cuadrantes: 1) A mayor crecimiento económico, mayor desarrollo humano. 2) A mayor desarrollo humano, mayor crecimiento económico. 3) La falta de crecimiento económico, limita la generación de desarrollo humano. 4) La falta de desarrollo humano, limita el crecimiento económico. Y dos categorías de sesgo hacia el desarrollo asimétrico: 1) Crecimiento económico con poco desarrollo humano. 2) Desarrollo humano con poco crecimiento económico.
De éste modo, se plantea analizar las interacciones del crecimiento económico, el desarrollo humano y el proceso de industrialización de Canadá, Chile e India, desde el año 2000 hasta el 2010. Con tales fines en la mira, se toman los indicadores propuestos por las instituciones especializadas en el tema, para la medición del desarrollo humano y el crecimiento económico, para describir cómo se afectan entre sí en función de los ciclos virtuosos o viciosos que dichos procesos generen, y la cuestión de cuál de las cadenas o tendencias de vínculo incorporan más eficientemente a los países al círculo virtuoso del desarrollo de manera integral.
El objetivo de ésta investigación consiste en analizar las interacciones del crecimiento económico, el desarrollo humano y el proceso de industrialización de Canadá, Chile e India, desde el año 2000 hasta el 2010, para ello se procedió a contrastar dichas variables, examinando los indicadores de esperanza de vida (Salud), acceso a la Educación y Alfabetización, y riqueza -mediante el PIB per Cápita, Paridad del Poder Adquisitivo, índice de mortalidad infantil y desigualdad de ingresos, el Producto Interno Bruto (PIB), inflación, desempleo, capacidad productiva y, finalmente, evaluar el proceso de industrialización y su incidencia en el comportamiento de su crecimiento económico y el desarrollo humano durante el periodo en estudio.
La presente investigación consiste en un estudio de la documentación (Maza Zavala, 1999). Se trata de un estudio de nivel descriptivo, (Méndez, 1988) entre variables macroeconómicas sobre relaciones y magnitudes globales y totalizadoras (Maza Zavala, 1999). En esta investigación se expone el comportamiento que muestran las variables, a saber, y en éste caso, los indicadores de crecimiento económico y de desarrollo humano de 3 países, estableciendo además una comparación entre las muestras o países escogidos, y que permiten a posteriori generar investigaciones de tipo explicativo. Se usó el método de análisis y síntesis, coyuntural (Méndez, 1988; Maza Zavala, 1999). La investigación es cuantitativa-cualitativa (Maza Zavala, 1999); es retrospectiva (evaluando hechos ocurridos y registrados en el pasado), longitudinal de tendencia abarcando el período de 2000-2010, pues el interés es analizar cambios a través del tiempo en las variables y en sus relaciones, tomando datos a través de periodos especificados y así poder realizar inferencias respecto al cambio, sus determinantes y consecuencias (Hernández, Fernández y Baptista, 1991; Kerlinger y Lee, 2002); la situación de observación es indirecta no participante, en un estudio no exprimental y expost-facto (Ander-Egg, 1976; Hernández, Fernández y Baptista, 1991; Kerlinger y Lee, 2002). Los 3 países (Chile, Canadá e India), fueron seleccionados de forma no probabilística, intencionada o propositiva de sujetos-tipo (Ander-Eg, 1976; Hernández, Fernández y Baptista, 1991; Kerlinger y Lee, 2002), a través de fuentes secundarias, puesto que se acudió a registros recolectados previamente por otros autores: las fuentes oficiales gubernamentales de cada país, y el PNUD, con sus datos oficiales sobre el cumplimiento de las metas del milenio y los indicadores de desarrollo humano y crecimiento económico de cada nación a estudiar. La data recolectada abarca un período de 10 años, partiendo del año 2000, y se complementó con una revisión histórica, teórica y bibliográfica del tema (Méndez, 1988). Se estudiaron y compararon las políticas públicas aplicadas por cada país para alcanzar las metas del milenio y su efecto sobre las variaciones en los indicadores año por año. La data fue trabajada en forma de tasas, índices y razones, en series cronológicas para poder observar las tendencias generales, y las variaciones estacionales, cíclicas o accidentales que se presenten (Ander-Egg, 1976).
Caso Canadá: monarquía constitucional democrática, con primer ministro electo, sistema parlamentario. Entre las décadas de los 60’s, 70’s y 80’s la política canadiense estuvo dominada por un incremento en la asistencia social, flexibilización de la política migratoria y promoción del multiculturalismo. En dicho período se aplicaron políticas como la asistencia sanitaria universal, el plan de pensiones y los préstamos a estudiantes. A partir de 1984, el país sostuvo políticas más restringidas de ayuda social, y fomentó la privatización y el libre comercio. La política de Estado canadiense se ha caracterizado por el modelo del “Estado de Bienestar” (Barroso y Castro, 2010). Para alcanzar este Estado de Bienestar, Canadá se inclina por el modelo liberal, considerando a la pobreza como un problema individual y no estructural de la sociedad; que la sociedad es capaz de pactar su propia provisión social ante situaciones de necesidad y por ende las medidas adoptadas son preventivas, con formas mínimas de asistencia social e intervención por parte del Estado. El Estado promociona empleo y educación, ésto a veces viene acompañado de empleos con salarios bajos, y a la vez, baja las tasas de desempleo (Barroso y Castro, 2010). La ideología política tiende a ser conservadora y los derechos sociales no se consideran universales (Figuras 1 y 2).
Caso India: es el segundo país asiático en cuanto a población, con unos 750 millones de habitantes y para el año 2000 se posicionaba como la 11ª economía más grande del mundo, con el 4º PIB (PPP) (USDA-RES, 2009); es un sistema democrático parlamentario con voto indirecto, el presidente cumple las funciones de jefe de Estado y el primer ministro las de jefe de Gobierno (Min. de asuntos parlamentarios de la India, 2013). En el período 1998-2004, el gobierno mantuvo una postura derechista-nacionalista, y fue el autor de la entrada de la India la carrera nuclear, lo que acarreó un severo paquete de sanciones por parte de USA, conflictos con varios países como Pakistán. Durante este período la economía creció hasta una tasa de 7,4% anual, con una inflación inferior al 4% anual, una deuda externa que retrocedía y reservas de divisas de 100.000 millones de dólares (CIDOB, 2011). El país tenía altas tasas de exportaciones, diversificadas y competitivas, y con una agricultura que además de emplear al 60% de la fuerza laboral, alcanzaba para el autoabastecimiento y la exportación. Sin embargo, las desigualdades sociales no mejoraron al mismo ritmo que la economía, que beneficiaba principalmente al sector terciario y zonas urbanas, dejando a la cuarta parte de la población viviendo bajo el umbral de pobreza y a la infancia desprotegida de la explotación y la semiesclavitud (El País, 2004; El Mundo, 2004; CIDOB, 2011). En el 2005 el gobierno planteó delimitar las privatizaciones de bancos y empresas estratégicas, y más bien modernizarlas. Propuso un “crecimiento con rostro humano” para crear empleo, atender las necesidades de la comunidad agrícola, combatir la pobreza, fomentar la convivencia armónica entre las comunidades y religiones dentro del país e impulsar la convivencia pacífica con Pakistán (CIDOB, 2011). A finales de la década se planteó recuperar la economía del enlentecimiento producto de la crisis mundial, para poder aumentar la gobernabilidad, expandir las oportunidades e incrementar el empleo, mejorar los programas de salud, educación e infraestructura rural. Propuso continuar una política social y regional de inclusión y equidad, fomentando la seguridad interna, aumentando las protecciones para la infancia y las mujeres (Singh-Patil, 2009) (Figuras 1 y 2).
Caso Chile: democracia republicana, con voto directo. El presidente de la República cumple funciones de Jefe de Estado y de Gobierno. El período presidencial es de 4 años, sin posibilidad de reelección. Previo a eso el período era de 8 años (SECOM, 2013), y anteriormente, el país se encontraba bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet, durante 17 años de duración, en los cuales el país observó un importante desarrollo económico que contrastó con graves y extensas violaciones a los derechos humanos (BBC, 1999). Debido a grandes presiones internacionales, el gobierno chileno se vio en la necesidad de “legitimarse” a través de plebiscitos, y permaneció en el poder hasta perder en el de 1988, en 1989 se realizaron las primeras elecciones democráticas, donde resultó electo Patricio Aylwin (1990-1994). El país entró entonces en un período denominado “Democracia Protegida”, con inamobilidad en ciertos cargos, mantenía a los miembros del viejo régimen en lugares de poder (Nazer y Rosemblit, 2000), el mismo Pinochet permaneció como Senador Vitalicio.
Desde entonces han predominado los gobiernos de centro-izquierda, y se han dado varias reformas a la constitución. Entre el 2000 y 2010, ha predominado la política de corte socialista, con una serie de reformas, vía referéndum a la constitución, y el reconocimiento-reivindicaciónindemnización de las víctimas de la dictadura, y abolir en el 2006 los cargos designados militares y civiles, incluido los senadores vitalicios (INDH, 2010). Los gobiernos posteriores se enfocaron en atender las necesidades sociales, principalmente el desempleo, ofreciendo facilidades a la pequeña y mediana empresa, y protecciones a los productores agropecuarios (CIDOB, 2011). Su apertura en comercio exterior (ingreso al MERCOSUR, TLC con USA, levantamiento de los aranceles y barreras no arancelarias al Mercado Común Europeo, retomar las relaciones con Bolivia, entre otros) logró un crecimiento del 12,4% en el PIB de tasa acumulada, y una disminución del paro al 7% (CIDOB, 2011).
Las mejoras en la Protección Social, recibiendo especial atención la infancia y las reformas en materia de justicia laboral permitieron enfrentar la crisis económica mundial con éxito (Comando Michelle Bachelet, 2013). La crisis económica mundial afectó a Chile fuertemente, sin embargo, la serie de medidas económicas tomadas garantizaron que la economía creciera un 3,2%, y sus políticas de responsabilidad fiscal permitieron un ahorro del 16% de PIB. En el país, las medidas de protección social implicaron que disminuyera al 11,5% la pobreza (Comando Michelle Bachelet, 2013) (Figuras 1 y 2).
El grado de industrialización y la capacidad productiva están estrechamente ligadas, en estricta dependencia, y ambas imprimen consecuencias importantes al desarrollo económico de un país. Según Rodríguez, (1980), la CEPAL propuso en sus teorías que el medio principal para eliminar la pobreza era el crecimiento del empleo industrial a una tasa mayor que el conjunto de la fuerza de trabajo, de modo que éste absorbiera la mano de obra de los sectores de baja productividad (agricultura campesina, artesanía y los servicios menores), es decir, una de las claves para la eliminación de la pobreza es que la producción aumente más rápido que la suma del crecimiento de la productividad y el crecimiento demográfico.
Caso Canadá: El grado de industrialización, Canadá, se alzó luego de la Segunda Guerra Mundial como un país industrial, y con una fuerte tendencia al crecimiento económico (Rodríguez, 2008). Canadá es una de las naciones más ricas del mundo: posee una renta per cápita alta (por encima de los 20.000 dólares anuales), altos índices de desarrollo humano y su economía es principalmente exportadora, con bajas tasas de desempleo y baja deuda pública (Etxezarreta, 2000). La economía canadiense se caracteriza por un sector terciario dominante, un sector agrícola que aporta cerca del 2% del PIB nacional, y un parque industrial de alta tecnología que constituye cerca del 10% del PIB, luego de un proceso sistemático de declive desde la década de los años 70’s (época en que ocupaba cerca del 20% del PIB) (figura 1). Éste declive se debe, según explica la embajada de Canadá (2013), a recurrentes crisis económicas y al tratado de Libre Comercio firmado con USA (Embajada de Canadá, 2013. Los sectores de mayor desarrollo son la producción de equipos de transporte, pasta de celulosa y papel, minerales metálicos, alimentación, el sector electrónico y eléctrico, químico y petrolero, y ya en los últimos años, telecomunicaciones e ingeniería han ganado terreno. El sector industrial Canadiense ha recibido una importante inversión extranjera con predominio de Estados Unidos, siendo que entre el 52 y el 72% del sector industrial es controlado por capital extranjero, según el rubro. Rodríguez, (2008), señala que desarrollo industrial y tecnología van de la mano, siendo que, para el año 1999, el gasto global del Estado en el área de investigación y desarrollo alcanzó los 14.911 millones de dólares canadienses, es decir, lo que equivale a un costo per cápita de 468 dólares y una relación de Gasto en I&D a PIB igual a 1,56 %, y continuó aumentando durante la década siguiente. En la actualidad, el PIB canadiense se distribuye de la siguiente manera: el 1,7% es aportado por el sector primario, el 69,8% por el sector secundario y un 28,5% por el sector terciario, con una tasa de crecimiento de 1,8 para el año 2012 (CIA, 2012) (Figuras 3 y 4).
Caso India: es la 4ta economía más grande del mundo según su Ministerio de Comunicaciones y Tecnología de la Información (2013) basando sus datos en el PPP, y se ha constituido en un atractivo destino de inversión debido a su abundante mano de obra, diversificación de recursos naturales y políticas macroeconómicas fuertes que favorecen el capital extranjero (Figura 1). El desarrollo industrial producto de los cambios en la política económica alcanzó un nivel de crecimiento importante entre los años 2001 y 2002, cuando la tasa de crecimiento del sector industrial fue de 2,7%. Para el año 2003 era de 7,1%, y para el año 2005 era de 9,8%, alcanzando su punto más alto entre el 2006-07 con un 12,3%. Dicha tasa de crecimiento se redujo a finales de la década, alcanzando un 4,5% (Embajada de la india en Madrid, 2008; Ministerio Indio de Comunicaciones y Tecnología de la Información, 2013). Las áreas de la industria que han impulsado a la India de su economía tradicionalmente agrícola a la modernidad, son el acero, ingeniería y maquinaria, electrónica e informática y la industria textil (Alam, 2013). Así mismo el área de Telecomunicaciones ha tenido uno de los mayores éxitos en la historia de las reformas orientadas al mercadeo, con más de 270 millones de conexiones telefónicas, y de la misma manera el sector de infraestructura se ha expandido de forma masiva, con un crecimiento del 4 al 6% para el año 2007 hasta un 8,9% para finales del 2008. La producción de carbón aumentó 4,9% y la producción de energía eléctrica alcanzó un crecimiento de 7,5% para el año 2007. Las farmacéuticas, cementeras, automotrices y la industria del aluminio fueron renovadas, fusionadas y reestructuradas para competir a nivel internacional (Ministerio Indio de Comunicaciones y Tecnología de la Información, 2013). Durante la década del 2000-2010, el Banco Mundial (2013) afirma que el sector secundario indio ha aportado entre un 25 y 28% del PIB nacional. En cuanto a la inversión en investigación y desarrollo, se mantuvo estable y constante a 0,8% del PIB durante toda la década. La tasa de crecimiento anual de la economía India ha variado entre 1,4 y 1,8 durante el mismo período (PNUD, 2013). La capacidad productiva india se ha mantenido en un proceso de crecimiento estable, con una leve disminución en el año 2009, seguida de una importante recuperación para finales de la década (Indexmundi, 2013). En la actualidad el PIB Indio se distribuye de la siguiente forma: 17,4% es aportado por la agricultura, el 26,1% por la industria y el 56,5% por el sector terciario para el año 2012, con una tasa de crecimiento de 3,1 (CIA, 2012) (Figuras 3 y 4).
Caso Chile: la independencia chilena implicó una modernización del sistema financiero, transporte e infraestructura. El crecimiento económico permitió financiar mejoras al sistema educativo y la construcción de diversas obras públicas. La economía Chilena durante la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI se considera una de las de más rápido crecimiento, con una tasa anual de 3,5% en promedio, gracias a paquetes de estímulo fiscal que han logrado revertir crisis económicas y desastres naturales (Banco Mundial, 2013). Hasta el año 2005, el sector primario aportaba 14,5% del PIB, el sector secundario aportó un 17,1% mientras que el sector terciario alcanzó un 68,4% que actualmente, continúa siendo el principal sector económico con un 26,5% del PIB (Schmidt-Hebbel, 2006). La minería sigue siendo a finales del siglo XX el rubro de mayor importancia económica, que durante la década de 1990, llega a captar el 8% del PBI, el 16% de la formación bruta de capital y 46% del total de las exportaciones, con una tasa de crecimiento anual promedio de 11%. El principal producto de exportación continúa siendo el cobre, ocupando un 85% del total de las exportaciones por encima del oro, la plata, el molibdeno y el yodo. Hasta la fecha, un alto grado de estabilidad macroeconómica en el transcurso de las dos décadas, se tradujo en un aporte de la industria chilena entre el 32 y el 44% del PIB nacional. En cuanto a tecnología e innovación Chile aporta menos del 0,5 % del PIB para I y D, a pesar de ser considerado el país con mejores perspectivas de crecimiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo en 2013 y 2014 (The Clinic, 2013), habiendo disminuido su inversión desde el año 2000 (0,5%) hasta un 0,4% en el año 2008 (PNUD, 2013). La capacidad productiva de la industria chilena ha mostrado fluctuaciones desde el año 2000. Entre los años 2003 y 2011 la productividad minera cayó en un 37% cayendo de forma constante en un promedio de 5,5% promedio anual. Sin embargo, la economía Chilena ha crecido independientemente de la crisis del sector del cobre, y se estima que el crecimiento del PIB (descontando éste rubro) es de un 2,6% (Arellano, 2012). En la actualidad el PIB Chileno se distribuye de la siguiente forma: 3,6% es aportado por la agricultura, el 36% por la industria y el 60,4% por el sector terciario para el año 2012, con una tasa de crecimiento de 4,8 (CIA, 2012) (Figuras 3 y 4).
El factor tecnológico: el tema tecnológico ha ido cambiando incluso el pensamiento lógico del ser humano, progresando desde un estatus meramente mecánico hasta su combinación con lo digital y dando paso además a un nuevo criterio de existencia menos tangible, y no por eso menos real: lo virtual. Con la aparición de la Internet y su expansión, así como las comunicaciones móviles, ha provocado la fundación de nuevos mercados financieros, la aceleración de los flujos comerciales y posibilidades casi ilimitadas de comunicación para los usuarios de cara a una nueva economía digital (OMPI, 2000). El comercio que actualmente gira en torno a lo electrónico, creciendo vertiginosamente, ha obligado a los países a legislar sobre la marcha, frente a una gran cantidad de usuarios y nuevas aplicaciones diseñadas para imprimir mayores índices de utilidad y cambiando la forma en la que empresas y gobiernos estructuraron su labor diarias de cara al cumplimiento de sus metas y objetivos y sus interrelaciones con el entorno legal, comercial y personal. La utilización de la red, también generó efectos contraproducentes, en términos de propiedad intelectual, seguridad financiera, fraudes y serios problemas de confidencialidad de datos, así como diferentes nuevas formas de utilización de los mismos. La brecha tecnológica existente, a nivel interno de cada país, responde cada vez más a la capacidad adquisitiva de quienes pueden tener acceso a la tecnología, siendo ésta una ventaja competitiva de desempeño tanto individual como comercial. A nivel internacional esta brecha determina la gestación y desarrollo de los nuevos mercado electrónicos y de una gama de problemas que afecta un espectro tan amplio que pueden abarcar desde la seguridad de los sistemas financieros, hasta la realización y detección de espionaje.
Según señalan, Reyes, Alvarez y Correón (2006), la forma de medir el desarrollo tecnológico también ha sido objeto de revisión, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OECD) reconoce variables relacionadas a esta medición según la capacidad de un país de generación de políticas públicas relativas al fomento de centros de I+D, redes de conocimiento, producción de artículos científicos, formación de científicos, investigadores y tecnólogos, reportes de patentes y licencias, generación de bienes de capital y porcentaje de inversión del PIB destinada a la innovación y desarrollo. Se han encontrado dos instrumentos de medición relacionados con tecnología, una medición realizada por el PNUD (2001), denominada Índice de Adelanto Tecnológico (IAT) para el año 2001, que clasifica a los países según su grado de adelanto tecnológico en 5 escalafones, a saber, lideres, lideres potenciales, seguidores dinámicos, marginados y otros. Este índice también busca medir la inversión de los países en creación tecnológica y su difusión. El otro instrumento es el efectuado por la OMPI (2012), efectúa una medición correspondiente al Índice Global de Innovación (IGI), que evalúa, por un lado, la capacidad de las economías nacionales de generar recursos para las actividades innovadoras, y por otro, los resultados de la innovación en la actividad económica, mediante la valoración en cada país, de sus instituciones, el capital humano e investigación, infraestructura, desarrollo de mercados, desarrollo empresarial, producción científica y creativa.
Según las cifras del PNUD (2001) arrojadas para el año 2000 de acuerdo al IAT, Canadá ocupa la casilla N° 8 con un valor de 0.589 puntos, siendo catalogado como un país “líder” en el desarrollo de adelantos tecnológicos, seguidamente Chile, ocupa el lugar 37, con 0.357 puntos del índice que lo clasifican como un “líder potencial”, luego en el último peldaño del escalafón de los “seguidores dinámicos” se encuentra la India, en el puesto 63, con 0.201 puntos.
En cuanto a la OMPI (2012) Canadá se encuentra posicionado en N° 12 del índice, con 56,9 puntos, mientras que Chile ocupa el puesto 39 con 42,7 puntos, luego, la India se encuentra en el puesto 64, con 35,7 puntos. A pesar de estos resultados, la medición de la Eficiencia de la innovación en el país, en este mismo indicador, arroja resultados contrarios, posicionando a Canadá en el lugar N° 74, con 0,7 puntos, Chile en el sitio N° 37, con 0,8 puntos y la India en el N° 2, con 1,1.
La precariedad estructural de la India no parece cónsona con los resultados arrojados por el PNUD (2001) y en la OMPI (2011), aun cuando su IDH no concuerda con los altos niveles eficiencia innovativa, que exponen en la actualidad, este fenómeno está ligado al bajo costo de la mano de obra, incluso en los estatus más especializados, que se caracteriza por un alto conocimiento matemático tradicional en la población que tiene acceso a la educación. Asimismo, el bajo peso reportado en el uso y resultados de la capacidad innovadora contra el alto nivel de eficiencia, se debe a que los procesos tecnológicos indios son en gran proporción, para la exportación de bienes y en especial de servicios, sus pobladores no son beneficiarios de estos procesos.
Sin embargo existen políticas para el fomento de la micro, pequeña y mediana empresa, que buscan cambiar el resultado hacia un aprovechamiento interno de la tecnología en desarrollo. Las habilidades tecnológicas indias se han extendido más allá, no sólo abordando el sector de las telecomunicaciones, sino que el país también se encuentra claramente incorporado al mercado de la manufactura textil, en la industria farmacéutica (con bajos costos y altos volúmenes), en la automotriz (autopartes) e incluso han mostrado ciertos avances en la actividad aeroespacial (OMPI, 2011). La inversión de India en investigación y desarrollo ha sido constante al 0,8% del PIB (2000-2010). (Figura: 3 y 4)
A diferencia de la India, en el caso de Chile, el tema tecnológico se utilizó más equilibradamente tanto para el consumo interno como para la exportación, en gran parte esta situación viene dada porque Chile maneja mayores niveles de poder adquisitivo de la población que la India. El asunto tecnológico en este país fue objeto de gran discusión que dio como uno de los resultados más visibles, en el 2010, la reforma a la institucionalidad para activación de una agenda de telecomunicaciones, que asignó las tareas del desarrollo digital a una Subsecretaría exclusivamente para regir la materia en cuestión (SUBTEL - 2012).
Según la Subsecretaría de Telecomunicaciones Chilena - SUBTEL- (2013), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) realizó un estudio sobre la inversión per cápita en telecomunicaciones y accesos totales a servicios de telefonía e Internet, el cual arrojó un avance de Chile que inicialmente se encontraba en el puesto 28, pasando al N° 15, lo cual representa un crecimiento del 70% en los años 2009 al 2011. En relación con el tema de accesibilidad, el país inicialmente mantenía un servicios de voz e internet, fijos y móviles con 106 accesos por cada 100 habitantes, reportando para el 2011, 141,3 accesos por cada 100 habitantes, que representa un crecimiento de 32%. Luego, en materia de conectividad, Chile revela como logro la asignación de espectro para tecnología de velocidad de 4G. La inversión del PIB en investigación y desarrollo de Chile ha variado entre 0,3 y 0,5% (2000-2010) (Figura: 3 y 4)
En materia científica y tecnológica, en el 2008, Chile suscribió la Ley de incentivo tributario a la inversión privada en investigación o desarrollo, como método de financiamiento desde el sector privado, al estímulo de la búsqueda de nuevos conocimientos y la actividad científica y tecnológica, mejorando la capacidad productiva del país.
El desarrollo tecnológico canadiense, por otra parte, es el resultado de prácticamente un siglo de esfuerzos dirigidos con considerable eficiencia a este sector. Según Niosi (1996), el sistema canadiense de innovación y desarrollo está conformado por un engranaje compuesto por tres vértices, el primero abarca las universidades que desarrollan I+D; el segundo son los laboratorios centros e instituciones públicas; y en tercer lugar, las empresas que invierten tiempo y dinero en la investigación, es decir, con laboratorios privados, en un triángulo concertado desde el Ministerio Federal y los Ministerios Provinciales de Industria, la Oficina de Patentes y el Banco Federal de Desarrollo, mediante el cual el Estado administró entre el 1,8 y 2% del PIB nacional (2000-2010) (Figura: 3 y 4). Sin dejar de lado, la inversión privada en I+D, que según señala Niosi (1996), constituye el 59% del gasto total canadiense:
Todos ellos gastan más de 100 millones de dólares americanos por año en I & D. Por sector, las industrias que se destacan son los equipos de telecomunicaciones, que insumen 15% de todo el gasto industrial en I & D, la fabricación de aviones (con 11%), las empresas de ingeniería y servicios científicos (9%), finanzas, seguros e inmobiliario (6%), otro material electrónico (6%), productos farmacéuticos y medicinales (6%) y computadoras (5%). Niosi (1996)
En Canadá existen unas 60 universidades y la red de laboratorios públicos está constituida por más de 150 laboratorios federales y laboratorios provinciales cuya labor se enfoca en el apoyo a las PYMES, sin capacidad de investigación, con el objeto de aumentar y modernizar sus productos y procesos.
La situación de desequilibrio y explotación de unas naciones sobre otras genera un Estado de dependencia económica donde los países dominantes pueden expandirse y autoimpulsarse, en tanto que los dependientes sólo pueden hacerlo como reflejo de esa expansión, que puede influir positiva y/o negativamente en su desarrollo inmediato, y que los mantiene en una situación de atraso perenne con respecto a sus dominadores (Dos Santos, 1974). El mejor ejemplo de esto es el colonialismo.
Todos los países que se consideran subdesarrollados en la actualidad fueron en algún momento colonias de los que se consideran desarrollados, con la excepción de algunos países antiguamente coloniales que lograron alcanzar un nivel mayor de desarrollo. Mientras tanto, todas las potencias colonizadoras alcanzaron altísimos niveles de riqueza a partir de la explotación de los recursos de sus colonias. Pero, ¿qué determina la diferencia entre los países colonizados que lograron desarrollarse y los que no? Autores como Muro y Álvarez (2013) consideran que se debe al tipo de colonización al que fueron sometidos, en tanto que los países que fueron colonias de explotación no logran recuperarse –hasta la actualidad– del efecto de la expoliación al que fueron sometidos, mientras que aquellas colonias de poblamiento llevan a cuestas una menor carga económica y social que superar. De allí que podamos observar una notable diferencia entre los niveles de desarrollo humano y económico entre Canadá, Chile y la India, siendo que el primero fue una colonia de poblamiento y los dos últimos, de explotación.
Cuando los colonizadores ingleses se adentraron en el territorio que hoy se considera Norteamérica, encontraron una región extensa y poco poblada que facilitó el proceso de exterminio y aislamiento de los grupos aborígenes; mientras tanto, los colonizadores españoles se adentraron en un territorio altamente poblado con culturas desarrolladas al estatus de imperio, y al momento de lograr dominarlo, usaron a las poblaciones locales como mano de obra esclava (SENA, 2007; Muro y Álvarez, 2013).
Al mismo tiempo, las potencias colonizadoras observaban en casa situaciones políticas disímiles siendo que, ya para el siglo XVII, una Inglaterra cohesionada se abría paso del feudalismo al capitalismo mientras que en España, había fuertes problemas para unificar el imperio, la moneda, religión y la cultura, haciendo imposible una administración centralizada de las riquezas, al tiempo que la agricultura era abandonada por otras actividades productivas. Diversas rebeliones agravaban la situación política y la deuda para financiar las guerras europeas hacían a España un país altamente dependiente de Europa, con exigencias que no podían ser saciadas con los recursos traídos desde América (SENA, 2007).
En el territorio colonial, la colonización española siguió un proceso de “hibridación” fusionando su cultura, etnia, modos de producción y orden social con los encontrados en el “nuevo mundo”, pero el español se hacía de la riqueza y se marchaba con ella al “viejo mundo”, mientras que en el norte ocurrió una suerte de trasplante de los modos de producción británicos que excluía a la población aborigen, aprovechando que las similitudes climatológicas y del territorio permitían mantener un estilo de vida y producción similar al que los ingleses sostenían en su tierra natal, pero en mayor extensión de terreno, sin que sus productos compitieran con los de la isla. En cierto modo, los ingleses migraban a Norteamérica para no volver, mientras que los españoles migraban para explotar las tierras, enriquecerse y volver a Europa pagando sus deudas sin tener que volver a trabajar nunca más (Muro y Álvarez 2013).
En cuanto a la India, el proceso de colonización por parte de los ingleses comenzó cerca de 200 años después que el de América y logró consolidarse luego de casi un siglo de enfrentamiento bélico. Una cultura que ya había alcanzado su apogeo entre el tercero y el segundo milenio antes de Cristo, y para 1526 se encontraban bajo el poder del imperio Mongol, que había causado su cuota de estragos. Cuando los ingleses toman el territorio, el imperio Mongol se encontraba en decadencia y la instalación en Bengala de la Compañía de las Indias Orientales en 1715, seguido de la derrota del ejército mogol, en 1757 convirtió a India en “territorio de saqueo bajo forma comercial” (Coggiola, 2004). Los ingleses se apoderaron de las funciones bélicas y financieras del Estado, dejando de lado las obras públicas y el fomento de la agricultura, la salud y la educación. Además, mantuvieron la estructura social y política casi intacta hasta el siglo XX (el sistema de castas que continúa en la actualidad, a pesar de haber sido abolido en la Constitución de 1950), impidiendo avances en materia de derechos, igualdad, acceso a la educación, servicios, a la salud y distribución de la riqueza, etc (Coggiola, 2004; Oxfam, 2014). La rigidez del sistema de castas niega los derechos más básicos a la mayor parte de la población en base a una distancia social “inquebrantable”, establecida de nacimiento, que les impone un importante nivel de privaciones e injusticias. Para Marx (1853), el avance destructivo de la colonialización inglesa en la India acabó por sentar las bases para su proceso de independencia, en la medida en que la burguesía industrial vio necesaria la transformación del territorio en un país productor, y el estado de estancamiento propiciado por Inglaterra acabó por modificarse con el fomento de la agricultura, la creación de sistemas de trenes y fábricas, entre otros.
La independencia India se alcanzó en agosto de 1947, apenas el siglo pasado (Coggiola, 2004), al igual que Canadá, que a pesar de haber iniciado el proceso en 1791 no logró consolidarse hasta 1931 (Gobierno de Canadá, 2013; Commonwealth, 2013). Mientras tanto, Chile comenzó su proceso de independencia de la corona española en el año 1810, y logró consolidarlo en 1818 (SECOM, 2013).
De lo anterior se explica claramente el proceso de desarrollo y subdesarrollo de los países en cuestión. Siendo Canadá una colonia de poblamiento, nunca fue sometida a un proceso de subdesarrollo, de explotación y saqueo como lo fueron Chile e India. Fue, por siglos, una extensión del territorio Inglés (y Francés) y hasta su proceso de independencia se alcanzó de forma relativamente pacífica, manteniendo una monarquía constitucional que descansa en la Reina de Gran Bretaña.
Ahora bien, las diferencias entre los niveles de desarrollo de Chile e India (colonias de explotación) pueden explicarse en base a 2 factores principales:
Sin embargo, Chile y la India continúan siendo países en desarrollo, puesto que la recuperación de las consecuencias de sus propios procesos históricos es lenta, y porque la evolución del colonialismo ha permitido que éste continúe de forma solapada a través del mercado, en vez de la tradicional ocupación territorio. De modo que India y Chile siguen siendo países “coloniales de forma no-oficial”, y asumen una posición de dependencia con respecto a los países desarrollados o, si se quiere, de pseudoperiferia de mercado.
Las enormes diferencias en el desarrollo humano/crecimiento económico entre Chile, Canadá e India se hacen más palpables al observar el comportamiento de otros factores socioeconómicos como la tasa de mortalidad infantil, la inversión en salud y educación, la desnutrición, el nivel de alfabetización, el desempleo, la inflación, el ingreso per cápita y el nivel de desarrollo tecnológico.
Se puede apreciar en la tabla 2, un importante gasto público en salud (10,9% del PIB para el 2010) y educación (5% del PIB para el 2009) por parte de Canadá (siendo el más alto de los 3 países) que se refleja en los niveles más altos de alfabetización (99%) de la población y la virtual inexistencia de problemas de desnutrición. Le sigue de cerca Chile, con una inversión considerable en educación (4,2% del PIB) y en salud (8,2% del PIB), que lleva estar entre los niveles más altos de Suramérica en cuanto a alfabetización (96,2%) y más bajos en cuanto a desnutrición (0,5%). Sin embargo, el gasto público de la India destinado a salud y educación (3,3%) es comparativamente bajo (especialmente en salud 2,4% del PIB), y ello se ve reflejado en el hecho que más de la mitad de la población del país es analfabeta (59,5%) y casi la mitad se encuentra en situación de desnutrición (43,5%). La expectativa de años de escolaridad de Canadá para el 2010 es de 17 años, comparada con Chile, donde es 15 años, y finalmente la India, con 11 años de escolaridad en los grupos que sí logran acceso a la educación (Indexmundi, 2013).
Cuando se comparan éstos indicadores con la tasa de mortalidad infantil -un indicador clave del estado de salud poblacional y de la calidad de vida de los habitantes- no sorprende que la tasa de la India sea cerca de 6 veces mayor que la de Canadá y Chile (que se encuentran relativamente cerca entre sí y en continuo descenso) (Fig: 6), a pesar de los claros esfuerzos por combatirla que llevan a una disminución de 50% hacia los años 2007 – 2009.
Las principales causas de muerte de niños en la India son las enfermedades respiratorias y diarreicas, relacionadas a prácticas poco higiénicas, mal manejo de desechos y consumo de agua contaminada, así como aquellas que serían fácilmente prevenibles con vacunas (sarampión, tétanos), cabe destacar que existe un factor cultural que circunscribe esta afectación. Alrededor del 46% de los niños menores de tres años tienen baja talla y peso, y por lo menos un 16% muestran síntomas de emaciación. El 74% de los niños están afectados por anemia, un valor que aumenta en las niñas adolescentes hasta alcanzar el 90%, y que se mantiene en la población femenina adulta (50%). La epidemia del VIH afecta cerca de 220.000 niños y niñas en la India. En cuanto a los problemas de acceso a la educación, cerca del 20% de los niños de 6 a 14 años no van a la escuela, debido a problemas como la distancia física, cuestiones de “distancia social” debidas a la casta, la clase y por discriminación basada en género. Además India registra el mayor número de niños y niñas trabajadores menores de 14 años del mundo, y alrededor de 12,6 millones de ellos practican ocupaciones peligrosas (UNICEF, 2011).
La población rural, y aquellos pertenecientes a castas marginadas, así como las mujeres y las minorías religiosas sufren graves desigualdades en salud y carecen de acceso a una asistencia médica de calidad. La asistencia sanitaria pública presenta una pobre infraestructura, escasez de recursos humanos capacitados, un sector privado desregulado y expansivo, y una vasta disparidad en el acceso a la atención sanitaria entre ricos y pobres (Deepak y Srinath, 2014). Según la OMS (2011), entre el 50 y el 65% de la población india no tiene acceso de forma regular a medicamentos básicos, lo cual resulta incongruente en un país conocido como la “farmacia del mundo”, expresan Deepak y Srinath, (2014).
Las importantes inversiones en salud y educación de Chile y Canadá repercuten en prácticas higiénicas y condiciones de salubridad que garantizan la erradicación de enfermedades. Claro ejemplo de esto es la tasa de mortalidad Chilena (7,52 para el 2010), que actualmente encabeza junto a Cuba y Costa Rica la mejor de Latinoamérica –y más aun considerando que la tasa promedio de la región alcanza los 24,8 por cada mil nacimientos). En los últimos 30 años la tasa de mortalidad infantil se redujo a la décima parte gracias al control de diarreas, desnutrición, neumonías y enfermedades trasmisibles, como explican Kaempffer y Medina (2006), señalando que hacia 1970, un 48% de las principales causas de muerte se debían a enfermedades respiratorias e infecciosas trasmisibles, lo cual fue mejorado con la introducción de antibióticos y medicamentos. En cambio, ya para el 2000, el 74% de las muertes se debían a problemas perinatales y congénitos.
El gobierno chileno se dispuso a la tarea de disminuir la mortalidad aplicando importantes cambios a la infraestructura. Los autores citados señalan que el crecimiento económico del país contribuyó, al disminuir el desempleo y aumentar el nivel de escolaridad de las mujeres, con lo que decayó la desnutrición materna e infantil. Las mejoras a las condiciones de urbanismo ampliando el acceso al agua y a servicios de eliminación, promovieron situaciones más salubres que eliminaron las enfermedades diarreicas en la mayoría de los sectores (UNICEF, 2011). En general una disminución de la pobreza ha permitido que el 97,9% de los nacimientos reciban atención profesional en hospitales y clínicas, y por ende en la actualidad, la mayor letalidad se registra en patologías congénitas, respiratorias y en tumores malignos (Kaempffer y Medina, 2006). Todo lo anterior demuestra que la salud infantil depende de forma directa del nivel de vida de su comunidad y de la existencia de programas eficientes de prevención, control y seguimiento, y que mejorar las condiciones financieras, educativas y de libertad de la población, en especial de las mujeres, tiene consecuencias directas en las mejoras de la población general, tal como se aprecia en los trabajos de Yunus (2011) y Sen (2000).
Por su parte, Canadá (4,99 para el 2010) casi no presenta muertes por diarrea y las muertes por enfermedades respiratorias continúan disminuyendo. Houle y Wilkins (2000), señalan que, a pesar de esto, se observan importantes diferencias entre los niños de estrato socioeconómico alto y bajo donde la probabilidad de muerte es 2/3 mayor que la de niños ricos. Igualmente la edad de la madre y su nivel educativo afectan la tasa de mortalidad, siendo que las madres adolescentes presentaban mayor riesgo de muerte de su descendencia, al igual que aquellas con educación inferior al nivel de bachiller. El consumo de tabaco durante el embarazo continúa siendo un importante factor de riesgo aún por erradicar. A pesar de la enorme diferencia en la tasa de mortalidad de Canadá con respecto al resto de América y la India, el país presenta una de las más altas del mundo desarrollado (comparado con Europa), siendo los miembros de grupos aborígenes los principales afectados, y la causa más común son los accidentes, los cuales no reciben atención médica adecuada en las regiones más remotas y aisladas (Oliver, Peters y Kohen, 2012). Se mantiene un patrón claro entre los 3 países estudiados: el crecimiento económico por sí solo no mejora la situación de salud de los niños a menos que las condiciones de vida de la comunidad que los rodea mejoren también, y ello implica una importante inversión por parte del gobierno en salud y educación, infraestructura, salubridad, equidad en el acceso a los servicios, al empleo y en la distribución de la riqueza. Las minorías, las mujeres y las personas viviendo en situación de pobreza continúan padeciendo las consecuencias de las injusticias sociales y económicas que se engloban claramente en el indicador de mortalidad infantil.
El problema de la inequidad tiene consecuencias graves. La enorme población de la india hace que el PIB más alto de los 3 estudiados ($3.762.860.000.000 para el 2010) se convierta en el PIB per cápita más bajo ($3.500 para el mismo año) (Fig: 2 y Fig: 7). De hecho, el PIB per cápita chileno es 5 veces mayor que el Indio en el 2010, y el canadiense es cerca de 11 mayor. Esto hace que la baja (en comparación) inversión de la India en Educación y Salud sea aún más impactante sobre la población, y profundice las brechas con respecto a Chile y Canadá en cuanto a calidad de vida y desarrollo humano (UNICEF, 2012).
Ahora bien, es importante considerar que el PIB per cápita es un valor promedio que no permite observar la enorme desigualdad de la distribución de la riqueza en algunas poblaciones. La reducción sostenida de la pobreza depende en igual medida de la tasa de crecimiento económico como de equidad en la distribución de la riqueza, pues una distribución más justa estimula el consumo, eleva la productividad y contribuye a sustentar al propio crecimiento económico, haciendo de éste un proceso de desarrollo sustentable (Banco Mundial, 2006).
Partiendo del Coeficiente de Gini del 2000-2010 para determinar los niveles de desigualdad en la distribución del ingreso, el PNUD (2013), establece que Canadá tiene un coeficiente de 32,6; India tiene 33,4 y Chile 52,1. Cabría esperar que Chile presentara un coeficiente de Gini menor que la India si partimos de sus IDH, PIB per cápita, tasa de mortalidad infantil, tasa de desempleo, etc, sin embargo, en éste caso se observa un comportamiento paradójico debido a factores socioculturales y económicos: En la India, el 29,8% de la población vive bajo la línea de pobreza (con ingresos menores a $1,25 diarios), en comparación con Chile que tiene 15,1% y Canadá 9,4%, siendo el indio un porcentaje poblacional muy alto (CIA, 2012). Sin embargo por razones culturales la concepción y los niveles de riqueza en dicho país -muy distantes de los occidentales- implican un menor grado de acumulación en los estratos más altos, de modo que el 10% más pobre de la población India presenta el 3,6% del ingreso o consumo por unidad familiar, con respecto al 10% más rico que observa el 31,1%. Mientras, el 10% más pobre en Chile arroja el 1,5% en contraposición con el 10% más rico, que se lleva el 42,5% del ingreso o consumo, es decir, que los ricos chilenos acaparan casi la mitad del ingreso y el consumo nacional (CIA, 2012; Indexmundi, 2013). En Canadá la brecha está más cercana a la de la India, con el 10% más pobre arrojando el 2,6% del ingreso o consumo contra el 10% más rico que presenta el 24,8% (para el año 2000).
Resumiendo, en el caso de la India encontramos un PIB per cápita bajo ($3.500 para el 2010) y un coeficiente de Gini de 33,4; en Canadá, un PIB per cápita alto ($39.400 para el 2010), con un coeficiente de Gini de 32,6; y en Chile, un PIB per cápita medio ($15.400 para el 2010) con un coeficiente de Gini de 52,1. Podría entonces decirse que en India hay una distribución relativamente equitativa de la pobreza, mientras que en Canadá hay una distribución relativamente equitativa de la riqueza y en Chile, no hay una distribución equitativa.
Llama la atención sobre éste problema de disparidad y desigual distribución de la riqueza que las tasas de desempleo de los 3 países no distan más de 3 puntos porcentuales (Fig: 8), sin embargo, en Canadá las personas que se encuentran en situación de desempleo perciben ayudas gubernamentales suficientes, en comparación con los desempleados chilenos e indios, lo que aumenta el impacto del indicador sobre los niveles de pobreza de los dos últimos países, a pesar de que las diferencias en las tasas son de aproximadamente 1%.
La UNICEF (2012) explica que los individuos en las sociedades menos equitativas, sufren en mayor grado las consecuencias de los desequilibrios económicos. En los países en vías de desarrollo, la infraestructura, el acceso a los servicios de salud y educación son más precarios, y frecuentemente se encuentran privatizados, mientras que en los países desarrollados son garantizados por el Estado. Por ende, una tasa de desempleo similar a la de Canadá, puede causar un mayor nivel de afectación en la sociedad chilena e india, y de allí que en los países con mayor inequidad, las personas tiendan a presentar mayores problemas de salud, vivir menos tiempo, consumir más drogas ilegales, se observan más comportamientos criminales, no hay movilidad social, se experimenta más violencia, tienen mayor propensión a padecer enfermedades mentales, obtienen peores resultados académicos y tienen mayor tasa de embarazo adolescente. La desigualdad es el factor central en la violencia (homicidios) y la inestabilidad política de los países (Banco Mundial, 2006; UNICEF, 2012).
Otro indicador económico cuyas consecuencias se experimentan con mayor intensidad en los países en vías de desarrollo es la tasa de inflación (Fig: 9). Ejemplo claro es el efecto de la crisis mundial del año 2008-2009, que en Chile provocó un aumento importante en la inflación (8,7%) mientras que en Canadá, disminuyó, ya que la revaluación del dólar canadiense con respecto al estadounidense, se contrarrestó gracias a una política de disminución de precios y de tasas de interés –para estimular la exportación- impulsada por el ministerio de finanzas (Arcos, Cortés, Hernández, y Salazar, 2009), logrando reducir la inflación a 0,3%.
Tras su comienzo en 2007, el desplome bursátil global afectó rápidamente al mundo, y las crisis financieras con frecuencia agravan la pobreza y empeoran las desigualdades, al provocar que la renta media de un país disminuya, y que caiga el porcentaje del ingreso de forma proporcionalmente mayor en los quintiles de la población más pobres. Esto genera cambios en la demanda de mano de obra, incrementando el desempleo y la inflación, a la vez que reduciendo el gasto público sobre los quintiles del extremo inferior (UNICEF, 2012). Especialmente el aumento en los precios de los alimentos genera que aumente la desnutrición y la mortalidad infantil, caso que afecta principalmente a la India.
De hecho, la tasa de inflación en la India continúa aumentando desde el 2003, debido a diversos factores, como los son sus graves desequilibrios macroeconómicos, progreso social limitado y problemas importantes de seguridad energética e infraestructura subdesarrollada (Bustelo, 2012).
Los chilenos en cambio, lograron mantener una tasa estable al principio de la década, y tras el pico de la crisis económica, vieron una importante recuperación (de 8,7 a 1,5% para el 2009) producto de una agresiva política monetaria del Banco Central, que en el primer trimestre recortó la tasa de interés en 6%, (llevándola al 2,25% anual), mientras el gobierno lanzó varias medidas para hacer frente a los efectos de la crisis internacional. El gobierno Chileno se focalizó en 3 tipos de medidas para enfrentar la crisis financiera: la primera fue una política cambiaria de acumulación de reservas; la segunda fue asumir una política de provisión de liquidez en pesos y dólares mediante instrumentos financieros de recompra y de intercambio de beneficios (repos y swaps); la tercera fue una política de relajamiento monetario, con la reducción de las tasas de interés (Banco Central de Chile, 2009).
Una importante caída del consumo, aunada a un mantenimiento en las exportaciones durante ese período contribuyó a la disminución de la inflación. Sumado a un aumento de los salarios, se otorgó cobertura del seguro complementario de desempleo y de remate. El gobierno aumentó además el monto de los subsidios a la compra de vivienda social y el precio límite superior de la vivienda subsidiada. Se observó un incremento de $700 millones (USD) a la inversión pública, destinado principalmente a programas de viviendas; el traspaso de los recortes a las tasas para préstamos hipotecarios que habían aumentado en el 2008, volvieron a los niveles previos en el 2009 (Puente, Hormazábal y Moreno, 2009). La recuperación entonces, podría vincularse a una política de asistir, durante la crisis, a los grupos más necesitados, mejorando las condiciones crediticias de las personas más que a las entidades financieras, lo que resulta cónsono con los planteamientos de Yunus (2011) y Sen (2000).
En términos de Ranis, Stewart y Ramírez, (2000), encontramos entonces que la tendencia de Canadá es a un intercambio armónico entre DH y CE (DH < > CD), mientras que en Chile se aprecia que el DH propicia el CE (DH > CE) y en la India el CE retrasa el DH (CE / > DH).
Los teóricos del desarrollo humano y económico, y los organismos internacionales con inquietud de medir estos fenómenos, han establecido de manera enfática la enorme importancia de la existencia de una armonía entre las políticas sociales y las económicas, vital para que los países alcancen el Desarrollo. Sin embargo, en una u otra medida, en muchos de los países considerados “desarrollados” persisten aún en día situaciones de desigualdad e injusticia social que evidencian el enorme camino que el mundo tiene aún por recorrer a éste respecto.
Siendo así, la magnitud de las brechas encontradas en los países en desarrollo, es esperable sin dejar de ser alarmante. No sorprende que muchas de las críticas y planteamientos teóricos sobre las relaciones de explotación que se establecen entre naciones, se hagan vigentes a la luz de los resultados de investigaciones como ésta, tales como la teoría centro-periferia de Samir Amin (1974) y Prebisch (1987), que trasciende lo territorial y se extrapola a un asunto global, abarcando el problema político internacional por excelencia, la búsqueda del poder y el control de los mercados, que a su paso deja a países enteros en un estado de subordinación periférica en torno a los enclaves económicos de las potencias.
El progreso tecnológico es el arma predilecta de los centros innovadores para desplazar hacia la periferia a los países subdesarrollados, dificultando sus procesos de avance. Queda claro entonces que la interdependencia, aunque desigual, es el factor que moldea las estructuras políticas y sociales, de lo internacional a lo nacional.
En este estado de dependencia mutua, los países desarrollados requieren -para poder sostener sus estándares de vida, producción y beneficios- que los países “periféricos” permanezcan en un estado perenne de subdesarrollo económico, tecnológico y social, que garantice bajos costos de materia prima y mano de obra, y al mismo tiempo les proporcionen mercados incapaces de autoabastecerse, que importen su producción.
Mientras tanto, los países subdesarrollados, deben recurrir a la importación de productos (generalmente elaborados a partir de su propia materia prima) para cubrir su demanda de bienes y servicios, y su economía depende de la exportación de rubros sin valor agregado y materias primas para figurar en el mercado internacional, con pocas posibilidades de remontar la cuesta en la carrera tecnológica. Volviéndose así, una suerte de abastecedores y pagadores del desarrollo ajeno.
En especial, se hace congruente recalcar, la valencia actual del pensamiento sobre el Desarrollo Desigual de Samir Amin, en cuanto a la no tan distante diferencia entre el proceso de colonización saqueador del pasado y el que se produce en la actualidad desde el centro (dueño del capital) que con sus inversiones tampoco intenta reproducir los esquemas de vida originarios, sino una suerte de afianzamiento y sujeción avasallante del nexo subordinatorio que mantiene a la periferia en ese estadio, ahora visto desde la globalización económica.
Ahora bien, el hecho que determinados países hayan quedado estancados en el rol de abastecedores del mundo desarrollado, responde a una serie de hechos políticos, sociales y económicos, es decir, principalmente históricos, que han anclado estructuras de dependencia y sumisión, persistentes aún en la dinámica actual de sus economías. Como explica Dos Santos (2001), la economía mundial capitalista se nutre de dos figuras: la central (monopolios empresariales trabajando en complicidad con el Estado para concentrar las actividades de alta tecnología y productividad), y la figura colonial-dependientes (países relegados a cumplir las funciones tecnológicas complementarias generalmente sumidas en el atraso). Los efectos del colonialismo varían según su tipo, y de ello depende la posibilidad, o no, de las naciones para superarlos.
Tal como fue explicado, Chile e India fueron colonias de explotación en contraposición con Canadá que fue una colonia de poblamiento. Éste hecho marcó la diferencia a la hora de alcanzar avances importantes en materia de desarrollo para los tres países, siendo Canadá un país con altos niveles de equilibrio entre su DH, industrial y económico, mientras que Chile e India luchan por superar las enormes desigualdades en la distribución de la riqueza, y más aún en el caso de la India, luchar contra injusticias sociales y graves deficiencias en salud y educación.
La intención de asentamiento de los colonizadores británicos y franceses sobre el territorio canadiense, permitieron que éste se desarrollara como un “segundo hogar”, bajo la premisa de trasplantar las estructuras productivas y sociales al nuevo espacio, a diferencia de la política de arrase ejercida sobre Chile e India. Un elemento de importancia en los últimos mencionados, es la cantidad de tiempo transcurrido entre su independencia y el momento de la medición (2000-2010). Aunque ambos muestran una curva ascendente en cuanto a sus procesos de DH, Chile ha tenido más tiempo para solventar la enorme deuda social que dejó el colonialismo, y su estructura social es más flexible y permeable al cambio que el sistema de castas que persiste en la India, país con menos de un siglo de haber alcanzado su independencia, y con una deuda humana inmensa, no sólo por la naturaleza de su proceso de expoliación, sino por la cantidad de personas afectada que allí habitan.
Las excolonias de poblamiento, que se mueven en sus círculos virtuosos, gozan de una conciencia colectiva que les permite visualizar con mayor asertividad el rumbo económico y social que debe tomar su país, comprendiendo que el bien general puede generar afectaciones coyunturales que finalmente se irán saldando y luego mejorando producto de la concentración de esfuerzos hacia un mismo objetivo. Esta concesión trasciende las posiciones políticas, e incluso las metodologías para su consecución, una vez que se coincide en la definición del problema y la meta.
La recuperación de la India se ha hecho más evidente en el aspecto económico que social. Su crecimiento, económico y productivo, es el más alto de los 3 países estudiados, una tendencia que se ha sostenido a pesar de la fuerte crisis financiera mundial. La tasa de crecimiento de la India se ha disparado en la última década, mientras que las de Chile y Canadá se han mantenido estables con leves fluctuaciones hacia el alza. Pero, la distribución de los recursos económicos entre la población mediante las políticas sociales acaba por marcar la diferencia en cuanto a su DH, ya que un PIB significativamente menor, beneficia de manera más equitativa a las poblaciones de Chile y Canadá. Entonces, aunque queda claro que el crecimiento económico es necesario para sostener la mejora de las otras dimensiones del desarrollo -como los factores de bienestar, libertad y calidad de vida planteados entre los objetivos del milenio- en la medida en que la pobreza y la inequidad no se solventen, permanecen los conflictos sociales y el retraso.
En la actualidad Chile y la India continúan siendo países en desarrollo, con tendencia a recuperarse, aunque de forma gradual y lenta, de las consecuencias de sus procesos de colonialización, con la dificultad adicional mencionada de una evolución del colonialismo hacia la dominación del mercado en lugar del territorio, para perpetuarse de forma solapada, convirtiendo a estas naciones en países “coloniales de forma no-oficial”, que continúan ejerciendo un rol periférico y dependiente con respecto a los países llamados “desarrollados”.
En materia de desarrollo humano, encontramos un Canadá con altos niveles de provisión social, buena infraestructura, servicios de calidad y una inversión en salud y educación elevadas, con niveles de alfabetización superiores al 90%. Una situación similar en Chile, ha permitido que su nivel educativo y sus tasas de mortalidad infantil sean bastante cercanos a las canadienses. Pero India continúa mostrando insuficiencias severas en su inversión en salud y educación, que mantienen a más de la mitad de la población en analfabetismo y casi la mitad en desnutrición. La insalubridad y la precariedad de los servicios de sanitarios, generan que las personas mueran por enfermedades–en su mayoría endémicas- que en otros países (como Canadá y Chile) han logrado controlar, y en otros casos son prevenibles y tratables. La tasa de mortalidad infantil es un indicador clave del estado de salud poblacional y de la calidad de vida de los habitantes, y la India vive aún la tragedia humana de una tasa 6 veces mayor que la de Canadá y Chile, países que lograron mejorar su situación a través programas de prevención, control y seguimiento, mejorando el nivel educativo de sus habitantes y dando lugar a la inclusión en términos de género, que mejoró los niveles de salud maternos, y por lo tanto, infantiles.
Sin embargo, persiste una situación clara en mayor o menor grado, en los 3 países estudiados: las minorías étnicas/religiosas, las mujeres y las personas viviendo en situación de pobreza continúan siendo las principales víctimas las injusticias sociales y económicas, sufren con mayor intensidad sus consecuencias y tienen menos probabilidades de mejorar su situación ya que no cuentan con la infraestructura, el acceso a los servicios de salud y educación que son universales en los países desarrollados. La salud de la población y la salud infantil como indicador de ésta, depende de forma directa del nivel de vida de la comunidad y de la existencia y desarrollo de programas eficientes adaptados a las necesidades de la comunidad.
En este aspecto, entra en juego la capacidad de cada nación para generar capacidades productivas y tecnologías que les permitan no sólo competir en el mercado internacional, sino solventar las necesidades internas de su población. Esto brinda independencia y soberanía a las naciones, y en la medida en que su fuerza de trabajo está más sana y mejor capacitada, el aprovechamiento del desarrollo tecnológico genera alto rendimiento y beneficios, permitiendo generar un estado de equilibrio interno a la vez que externo. La recaudación fiscal del Estado debe traducirse en una repartición justa y eficiente del gasto público nacional atendiendo las diferencias entre las regiones más desarrolladas y las más deprimidas, para lograr un desarrollo humano sostenible en el tiempo ya que en su ausencia no se puede garantizar la satisfacción permanente y constante de las necesidades sociales al bienestar.
interna de cada país, se relaciona en mayor grado al problema del poder adquisitivo. La capacidad productiva creciente de un país estimula factores microeconómicos que repercuten en los macroeconómicos como los niveles de empleo, oportunidades de inversión, en la renovación tecnológica innovativa inherente a las actividades desarrolladas e incluso en la capacidad de exportación, entre otros, con lo que el Estado acumula los fondos necesarios para sostener los programas sociales.
El desempeño de Canadá como país “líder” en desarrollo de adelantos tecnológicos según el IAT del PNUD (2001), y en el puesto 12 de la escala IGI de la OMPI (2012), seguido de Chile, como “líder potencial”, en el lugar 39, y finalmente la India como “seguidor dinámico”, que en la escala de la OMPI ocupa el lugar 64, evidencia la relación entre su inversión en I+D con respecto a la inversión en programas sociales, siendo el canadiense el más alto, y el Indio el más bajo (aún cuando India invierte más que Chile, en términos absolutos, se hace insuficiente de cara a las dimensiones de los países).
De lo anterior puede concluirse que en términos de Ranis y Stewart (2002), que Canadá muestra un ciclo virtuoso con respecto al equilibrio entre los indicadores de crecimiento económico y desarrollo humano, ambos aumentan de forma armónica. En Chile, podría hablarse de un ciclo tendiente al virtuosismo, aunque con un sesgo de carácter asimétrico, pues se observa un buen posicionamiento en términos de desarrollo humano, uno de los más altos de la región latinoamericana, con un crecimiento económico más bien lento, además, tal como evidencia el Coeficiente de Gini, existe aún una brecha amplia en los niveles de riqueza y pobreza. En India, puede hablarse de un ciclo vicioso, en donde el crecimiento económico está basado en la explotación de mano de obra barata -que debe permanecer en un estado de pobreza severo para resultar rentable a los poderes económicos- y por lo tanto, dicho crecimiento limita el desarrollo humano. El sesgo en éste caso es hacia el crecimiento económico con bajos niveles de desarrollo humano. Sin embargo, el coeficiente de Gini muestra que la brecha entre ricos y pobres en la India es menos contundente que la de Chile, y se asemeja más al caso canadiense, lo que constituye un esfuerzo considerable, si tomamos en cuenta el número de habitantes de los países evaluados.
Es por esto que para el 2010, Canadá se ubica en el puesto 11 del IDH, Chile en el 40, e India en el escaño 136, pero al mismo tiempo, sus IDH, PIB per Cápita y coeficiente de Gini, permiten apreciar una distribución paradójica de las variables.
En Canadá, el IDH de 0,909 (2010), adicionalmente tiene un PIB per cápita alto ($39.400 para el 2010) y un coeficiente de Gini de 32,6, lleva a la conclusión de una distribución relativamente equitativa de la riqueza, en términos de eficiencia.
Por su parte en la India encontramos un IDH de 0,547, con un PIB per cápita bajo ($3.500 para el 2010) y un coeficiente de Gini de 33,4, que inducen a la conclusión de una distribución más equitativa de la pobreza, en comparación.
Y finalmente en el caso de Chile, un IDH de 0,813, un PIB per cápita medio ($15.400 para el 2010) con un coeficiente de Gini de 52,1, se concluye que no hay una distribución equitativa.
Al mismo tiempo, en función de la manera en que se afectan DH y CE, se observa que la tendencia de Canadá es a un intercambio armónico entre su desarrollo humano y su crecimiento económico; el caso chileno muestra una tendencia a que el desarrollo humano fomente el crecimiento económico, y de éste modo, una mejor distribución de los recursos mejora la calidad de vida de la población cuya capacidad productiva no necesariamente es la más alta de la tríada estudiada; y, finalmente, la India muestra una relación entre el CE y el DH antagónica, en el sentido que, la razón de ser del enorme crecimiento económico, se sostiene sobre el estancamiento y retraso del desarrollo humano, dificultando el proceso de avance al que aspiran alcanzar los países comprometidos con las metas del milenio.
Según la investigación realizada, es concluyente señalar lo apetecible de una simbiosis armónica entre el desarrollo humano y el crecimiento económico. El camino de los países para salir del estado periférico está signado por su capacidad productiva, cuyo crecimiento disminuye la dependencia, al mismo tiempo, resalta la importancia de que se oriente, de manera prolongada y sostenida, una buena parte del gasto público a la inversión en salud y educación, como factores sociales primordiales. Es deber del Estado avocarse al alivio de las necesidades de la población, atendiendo en especial a las minorías y grupos tradicionalmente marginados, para acercar los extremos de las brechas, a veces abismales.
La inversión sustancial en I+D, permite a los países mantener, a largo plazo, los procesos productivos. Las políticas públicas nacionales deben impulsar el I+D+i en dos sentidos, por un lado a la satisfacción de los requerimientos más sentidos de la población, y por el otro en el fomento del desarrollo industrial mediante una franca vinculación del Estado y el sector, para dar paso a una conciencia nacional que trascienda lo individual.