Libro de Arquitectura, del Prof. Graziano Gasparini. Auditorio FAU, martes 22/10/2013

Libro de Arquitectura, del Prof. Graziano Gasparini. Auditorio FAU, martes 22/10/2013

60 Aniversario de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo

Juan José Pérez Rancel

Sector de Historia y Crítica de la Arquitectura EACRV / FAU / UCV

Palabras de presentación

“...la bola (de hierro) golpeaba el templo de San Francisco (de El Tocuyo), pero no se caía, y no se caía, y no se caía (...) Pude constatar que la mayor destrucción no la causó el terremoto, sino la bola de hierro que envió el gobierno de Pérez Jiménez...”. Así ha contado recientemente el profesor Graziano Gasparini, su impresión de lo que estaba pasando en El Tocuyo a los pocos días del terremoto de 1950. La demolición de los edificios coloniales de una de las primeras ciudades venezolanas y americanas, corrió por cuenta de aquel gobierno, pues el terremoto sólo había logrado agrietarlos.

Acababa Gasparini, dos años antes, de colaborar con su profesor Carlo Scarpa en la recuperación y restauración de los pabellones internacionales de la Bienal de Venecia, afectados por el fuego de guerra y el alojamiento de las tropas de vencedores y vencidos. Ese mismo año 1948 llegó aquel joven de 25 años a Venezuela, justo a tiempo de fotografiar no sólo los edificios de El Tocuyo antes del terremoto y antes de las salvajes demoliciones ordenadas por alguien de aquel gobierno, sino de comenzar a registrar fotográficamente buena parte de los templos coloniales venezolanos que habían sobrevivido durante 150 años a nuestras propias guerras “liberadoras”.

La decisión de aquel veinteañero Gasparini, de asentar registros de nuestra arquitectura, lo cual le llevó los primeros diez años a través de un territorio casi tan incomunicado como lo dejó el imperio colonial y sus sucesores, fue el inicio de una operación que aún no finaliza: el rescate visual y documental del conocimiento sobre el pasado, para las generaciones que desde entonces continúan viniendo.

Esta operación es ahora tarea nuestra y lo seguirá siendo de quienes desde ahora decidan tomar el relevo en este compromiso apostólico, titánico y todavía de escasa comprensión en nuestra inacabada sociedad.

Si Gasparini no hubiese “competido” con aquella inhóspita Venezuela explorándola, descubriendo su desconocida arquitectura, durante diez pacientes años y sin el menor apoyo institucional; si se hubiese dejado vencer por aquella naturaleza inhospita, aquel territorio inaccesible, aquellos retos extremos, quedándose en esa Caracas que parecía transformarse en moderna, para simplemente ofrecerse como proyectista, hoy no podríamos siquiera imaginar cuánto de nuestro patrimonio arquitectónico colonial habría quedado sin ser conocido.

El método que portaba Gasparini en sus valijas, desarrollado desde entonces y perfeccionado por él y por sus sucesores durante todas las décadas que han pasado, no ha variado sustancialmente: Explorar, localizar, identificar, registrar, documentar, entender, valorar, preservar, intervenir y divulgar: un método racional y al mismo tiempo profundamente emocional.

Un método producto de la curiosidad intelectual y científica, apoyado en un impulso vital indisolublemente consciente, maravillado y encariñado con el valor artístico de cuanto íba descubriendo.

De las diversas fases de este método, el profesor Gasparini escribió exhaustivamente en los 55 libros que anteceden al que aquí presenta nuestra Facultad de Arquitectura y Urbanismo. En este otro que hoy se da a conocer, el profesor reúne textos sobre cada una de esas fases que ha puesto en práctica para escuchar nuestro patrimonio, conocerlo, rescatarlo, conservarlo, preservarlo, respetarlo y enseñarnos nuestra arquitectura, no sólamente la del período colonial, sino las siguientes.

Desde este edificio, que en pocos años cumplirá también 60 de haberse construido y de convertirse en plataforma para aquellas investigaciones científicas de Gasparini, comenzó aquel profesor a mostrar a los estudiantes nuestra arquitectura de otros tiempos. Un edificio como este, emblemático de nuestra modernidad, en cuyas aulas se aprendía cómo habían sido las preexistencias. Toda una lección de vida y cultura, por parte de los profesores fundadores del departamento de Historia de la Arquitectura, especialmente Villanueva. Ahora también este edificio cumple su destino de ser objeto de interés histórico y de restauración, no sólo por estar muy deteriorado, aunque no lo parezca, ni por ser parte de la ciudad universitaria patrimonial, sino por sus valores arquitectónicos intrínsecos. Ésta ciudad moderna, y mucha de nuestra arquitectura hecha en período moderno, es casi tan antigua como nuestra premodernidad, se llevan tan sólo 100 años, que no son nada en términos históricos. Ya desapareció la arquitectura colonial y sólo quedaron las fotografías de quienes llegaron a tiempo, como Gasparini a El Tocuyo. Han desaparecido demolidas infinidad de arquitecturas de nuestro siglo XIX, como también de nuestro siglo XX. La primera casa moderna de Villanueva, de 1934, ya no está, se fue pocas décadas después de que la avenida Urdaneta hizo derribar la casa colonial de Vegas y Bertodano. También se fueron los bloques de la reurbanización El Silencio, tal como los dejó Villanueva, debido al reciente pintarrajeado de sus fachadas y a las transformaciones físicas y sociales sufridas cruentamente durante lustros. Y ni qué decir de los bloques del Banco Obrero, tergiversados en cuerpo y alma por infinidad de factores. Muchas casas proyectadas en Caracas por Manuel Mujica, no llegaron a cumplir cincuenta años, ni en Campo Alegre, ni en La Florida, y su Panteón neohispanista a Bolívar, quedó como apéndice de un lamentable irrespeto a la cordura urbanística. El conjunto de Los Próceres, neoacademicista y moderno a la vez, renueva periódicamente sus alteraciones, de la mano de contratos que la casta militar usufructúa sin saciarse. El terreno donde Carlos Guinand Sandoz construyó la casa Taurel, ahora es un estacionamiento. El edificio Galipán, el Cine Lido, el Cine La Castellana, el Teatro Ávila, el Acacias o el Teatro Venezuela, ya no están, y de la urbanización Campo Alegre no queda casi ninguno de sus extraordinarios ejemplos residenciales. La escuela Agustín Aveledo, en las Brisas de Catia, proyecto de nuestro Willy Ossott, es hoy un cascarón alambrado, para tristeza de su gloria como edificación escolar modelo en la América Latina de los años 60. Las arquitecturas de Alejandro Chataing, reflejan los cien años de inmisericordes intervenciones, remodelaciones, alteraciones, ampliaciones, ranchificaciones, sin mencionar el hotel Miramar, triste ruina agonizante sin dolientes con poder, así como la Academia Militar de la Planicie, cuyas funciones de Museo Histórico militar se cancelaron junto con su verdadero nombre, para alojar el cadáver de un ex-presidente, bajo el vergonzoso, ignorante y ridículo apelativo de “cuartel de la montaña”. De las casas caraqueñas de hacienda, coloniales y decimonónicas, sobreviven algunas pocas, acondicionadas con mayor o menor respeto, mientras otras cedieron sus terrenos a bloques de apartamentos o perdieron su autenticidad con intervenciones inexpertas, o están confiscadas por particulares al conocimiento por la población, como la conocida con el nombre de La Casona.

El inventario está por hacerse, no se alarmen, no es este el sitio ni el momento para enumerar tristezas irreversibles. Ya regresará la imagen restaurada de las torres del Centro Simón Bolívar como símbolo de nuestra buscada modernidad. Ya el Humboldt resurgirá como el ave fenix de la arquitectura moderna que tuvimos, junto con los dos monumentos modernos de la ingeniería y la arquitectura que fueron los teleféricos venezolanos, el de Caracas y el de Mérida. El ejemplo de Gasparini, plasmado esta vez en esta su última publicación, nos va a servir para continuar lo que él comenzó. Explorar, localizar, identificar, registrar, documentar, entender, valorar preservar, intervenir y divulgar. Ahora no sólo lo que queda de lo colonial en el país, sino lo que aún sobrevive de la arquitectura de dos siglos, a pesar de la despiadada destrucción, permitida por funcionarios indolentes y ejecutada por propietarios insensibles.

Las leyes y las instituciones, también las hemos heredado, principalmente de Gasparini, desde la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, de aquellos años cincuenta y sesenta, de la que fue Secretario, luego en los setenta desde la Dirección de Patrimonio Histórico, Artístico y Ambiental del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) de Venezuela, que después se llamó Dirección de Patrimonio Cultural del CONAC y que él dirigió, y que posteriormente fue el gérmen del actual Instituto del Patrimonio Cultural. Con ese instrumental y ese bagage para defender el patrimonio arquitectónico colonial, republicano y moderno, tenemos suficiente para continuar esta obra ejemplar. Lo que debemos añadir, cada uno de los arquitectos y estudiantes de arquitectura, actuales y futuros, es la emoción, la mística, la pasión, el impulso vital, el romanticismo, que traía Gasparini en su maleta en 1948, junto con su formación científico-técnica.

También está cerca la hora de restaurar el Instituto Nacional del Patrimonio, para que vuelva a ser el instrumento moderno de rescate de nuestra arquitectura patrimonial, para lo cual fue diseñado. Ya va a ser el momento de salir a tomar fotos de nuestra buena arquitectura del siglo XX, la moderna, la neohispanista, la ecléctica, la Art Dèco, antes de que la sigan alterando, deformando, perforando, desintegrando o demoliendo, o antes de que sea autorizada su intervención o derribamiento por parte de algún funcionario desinformado. Ya se incorporarán en los Planes de Estudio de la Escuela de Arquitectura CRV, los contenidos de restauración y conservación, para que los futuros arquitectos sepan apreciar mejor las prexistencias y valorizar el patrimonio arquitectónico y cultural. Ya estamos listos, profesor Gasparini, para hacerle el relevo, gracias por contar con nosotros, gracias por dejarnos su ejemplo, gracias por este libro en que nos enseña De Arquitectura.