Proyecto Esperanza

Proyecto Esperanza

María Fernanda Pérez Rincones

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Resumen

“Esperanza” es un proyecto artístico-social que busca promover el respeto a la vida de todas las personas en Venezuela. Las protagonistas: 52 madres que han perdido a uno o varios hijos a causa de la violencia, y que claman por paz. Nuestra carta de presentación: las gigantografías de sus rostros que tapizarán la ciudad de Caracas. Nuestra intención: Ponerle cara a la esperanza por el fin de la violencia. ¿Puede el arte cambiar el mundo? Esa fue la pregunta que se hizo un artista francés llamado JR, quien se dedica a tomar fotografías de personas que tienen historias que impactarían positivamente en sus comunidades, luego imprime esas imágenes en tamaños gigantes y las estampa en lugares públicos para romper con su invisibilidad. JR ha viajado personalmente a distintos países, desde Kenia hasta Palestina, Israel e incluso Brasil, pero recientemente encontró un modo más efectivo de esparcir su mensaje: Ahora miles de personas pueden tomar por sí mismas sus fotografías y transformar el mundo de “adentro hacia afuera”. Una transformación de la que Venezuela también formó parte.

Abstract

Esperanza is a social and artistic project that seeks to promote respect for the life of every person in Venezuela. Esperanza features 52 mothers that lost one or several children due to violence, and who wish to send out a message of peace. Our introduction: Large installations of images of these mother’s faces blanketing Caracas as an outcry for peace. Our intention: to give a face to the hope for the end of violence. Can Art change the world? This was the question that the French artist JR made him self. He dedicates to taking pictures of people that have stories that would change their comunities in a positive way. Then, he prints this images in giant sizes and stamp them in public places to break their invisibility. JR has travel personaly to several countries. From Kenia to Palestina, Israel and even Brazil, but recently he found a more efective way to spread his message: Now thousands of people can take pictures for them selfs and transform the world inside out. A transformation that Venezuela was also part of.




Dos comunicadoras sociales María Fernanda Pérez Rincones y Carolina González López-Henríquez arrancaron con la idea en Caracas y la bautizaron Esperanza. Se trata de un proyecto artístico social que busca promover el respeto a la vida en Venezuela a través del arte. En su primera etapa -que perteneció al movimiento mundial de fotografía de JR- las venezolanas, junto al apoyo de más de cerca de 200 personas, fotografiaron a 54 mujeres que habían perdido a uno o varios hijos en manos de la violencia que sacude al país. Sus rostros cubrieron la ciudad de Caracas desde el Valle hasta La Trinidad para hacer un clamor de paz.

Diecisiete fotógrafos venezolanos se sumaron a la iniciativa: Roberto Mata, Nelson Garrido, Luis Brito, Carlos Terán, Elisa Cardona, Eva Marie Uzcátegui, Marco Antonio Bello Guedex, Lyonell Quiroz, Ramón Lepage, Gregorio Marrero, Gustavo Burgos, Alejandro Sayegh, Leo Ramírez, Liliana de la Cruz, Efrén Hernández, Rafael Guillén, Maribel “La Maga” Lorenzo, Carlos García Rawlins y Antonio Briceño. “Esta experiencia me ha tocado la fibra más profunda. El día de hoy fotografié a Bebeka Pichardo. Bebeka es un palo de mujer, quien a pesar de que le quitaron la mitad de su vida, usa su otra mitad para dar a conocer casos como el de ella”, comenta el Burgos.

Cada una de las 54 mujeres que componen la muestra fotográfica tiene su propia historia, y a su vez todas están unidas por el mismo dolor. Una de ellas es Zaida Torres, quien cuenta que “lo último que me quedó de mi hijo Aníbal fue una foto que nos tomamos el mismo día que murió. Me había comprado un celular porque yo tenía un teléfono muy viejo. Esa noche antes de irse, le dijo a la novia que nos tomara una foto, la puso como fondo de pantalla en mi celular y me dijo ‘para que me tengas allí y siempre me recuerdes’. Aníbal tomó a las 8:40 de la noche y se fue. Pocas horas después supimos que había muerto”.

La historia de Zaida se repite en esencia cada treinta minutos en el país. Las cifras de muerte por violencia del año pasado han sido las más cruentas de la historia nacional: Más de 19 mil asesinatos (según cifras del Observatorio Venezolano de Violencia). Josefina, María Elena, Bebeka, Nilda, Betania, María del Carmen, Cándida… son sólo una muestra del silencioso pero estremecedor luto que se alberga en los hogares de Venezuela.

Sin embargo, a pesar de la escalofriante realidad, el proyecto Esperanza continúa promoviendo el respeto a la vida. “Hay muchas historias de sanación y de cambio alrededor de Esperanza, y son esas historias las que nos mantienen en la lucha”, comenta una de las realizadoras.

Una de esas historias es la de Alfredo Freites, un joven rotulador que fue contactado por Esperanza para que suministrara un presupuesto de rotulación profesional. Cuando Alfredo se enteró de qué se trataba el proyecto, decidió donar su trabajo en honor a su hermano, quien fue abatido en manos de la violencia. Alfredo no sólo formó parte de la cuarentena de voluntarios que pegaron las fotos en la ciudad, sino que además su madre, Olga, fue uno de los rostros que clamaron por la paz.

Después de varios meses de haber colocado las fotografías, es difícil reconocer la secuela de las imágenes en la congestionada ciudad de Caracas, pero definitivamente ha quedado una huella. El proyecto Esperanza se encuentra dedicado a realizar cine foros en universidades, comunidades y teatros, para seguir llevando un mensaje de esperanza. Así mismo, se preparan para una segunda y aún más contundente fase “De cara a la paz” que llevarán a la luz en los próximos meses.

¿Puede el arte cambiar el mundo? Quizá ya está cambiando a Venezuela.

Testimonios

Hilda Páez

fundadora de Cofavic, perdió a su hijo Richard (17 años) en Petare el 3 de marzo de 1989. “El día que falleció mi hijo quise morirme”

Fotografía: Ramón Lepage
Fotografía: Ramón Lepage

El 3 de marzo de 1989, llegaron unos funcionarios de la Policía Metropolitana a la Petare para hacer allanamientos. Escuché unos disparos, no sabía qué estaba pasando. Mi cuñada me llamó para decirme que unos policías llegaron preguntando quién era la mamá de Richard. Salí corriendo y los funcionarios me dijeron que mi hijo se había caído de la platabanda y se había degollado. Intenté ver qué estaba pasando pero ellos no me dejaron pasar. Estaba muy confundida. Los funcionarios se llevaron el cuerpo de mi hijo en una camioneta. Mi esposo se fue de inmediato y pasó por el Hospital Pérez de León, pero lo devolvieron por el toque de queda. Esa fue la noche más larga de mi vida. Uno siempre piensa que los hijos lo van a enterrar a uno y no uno a ellos. Desde entonces, ésa ha sido mi cruz. En los tribunales me topé con muchas madres que pedían justicia. Así fue como nació la idea de hacer justicia y de fundar Cofavic. Al principio nos humillaron, tanto en la policía como en la Fiscalía, pero teníamos que dejar en claro que nuestros hijos no eran ningunos delincuentes. A pesar de las circunstancias me dio mucho ánimo ver a otras madres que habían perdido a sus hijos con ganas de seguir adelante. Cuando comenzamos a organizarnos, algunas personas se cansaron de las reuniones, tenían miedo o sentían que no servían para nada. Yo siempre dije que seguiría adelante. Si no consigo justicia aquí, algún día conseguiré justicia celestial. Hice todo lo que se puede hacer en esta vida. Gracias a Dios todavía tengo fuerzas después de 22 años de lucha. Mi hijo era karateca, le gustaba béisbol, y le encantaba hablar inglés. Yo quería que se fuera a Trinidad a estudiar el idioma. Mi gran pasión era que mi hijo estudiara porque no teníamos ninguna herencia que dejarle. En su cuarto estaban todos sus libros, su ropa, era un lugar muy especial para mí. Ahora tengo pocas cosas de Richard porque la familia ha crecido y hay que avanzar. Es duro perder a un hijo, pero hay que seguir adelante. Nunca se olvida, pero hay cosas que nos dan luz. Siento satisfacción cuando doy el testimonio de mi hijo porque considero que desempeño una labor. Quiero ser un ejemplo que demuestre que cuando uno sufre la pérdida de un ser querido, no debe encerrarse en cuatro paredes. Hay que salir a trabajar en lo que sea, no sólo en derechos humanos. Hay que compartir con la familia. Con mi trabajo quiero que todo el mundo sepa que no he olvidado a mi hijo, y que todo lo que hago es por amor a él.

Ana Isabel

perdió a su hijo Carlos Alberto Palacios (25 años) y a su esposo Carlos José Palacios, en La Victoria, Estado Aragua el primero de enero de 2011. “Los 25 años de amor que me regaló mi hijo me mantienen en pie”

Fotografía: Carlos Terán
Fotografía: Carlos Terán

Esa noche de Año Nuevo tomamos muchas fotos, de hecho me quedaron cuatro imágenes en las que aparezco abrazada con mi hijo y mi esposo. Estábamos celebrando y de repente aparecieron unos motorizados. Todo el mundo se metió en su casa menos mi esposo. Fue el único que se quedó afuera. Entonces le dispararon. Cuando cayó, mi hijo salió como loco y se les tiró encima a los motorizados. Ahí le dieron un tiro en la frente. Yo vi todo desde la esquina de la casa. Me quedé estática, totalmente impactada. De ese día me quedaron los sueños rotos de un futuro prometedor. A pesar de todo estoy agradecida, soy millonaria porque tuve la suerte de que mi hijo y mi esposo me amaran por 25 años. Dios me dio un regalo grandísimo porque ellos fueron muy especiales. Mi hijo me daba besitos a cada ratico y me decía que me amaba. Lo que me mantiene en pie es el regalo de 25 años de amor que me dio mi hijo. Él era física y espiritualmente precioso. Cuántas madres no sueñan con tener un hijo y un esposo como los que yo tuve.Carlos pensaba casarse este año. Estaba organizando todo para lograrlo. Estudiaba y trabajaba muchísimo. Mi hijo no perdía tiempo porque aprendió la lección que le dio la vida a los 13 años, cuando tuvo un accidente y le salió un tumor en el fémur derecho. Eso hizo que enfrentara la vida con más decisión. Era muy activo. Me preguntaba por qué teníamos que estar escondiéndonos si éramos inocentes. Me decía que teníamos que organizarnos, que no podíamos dejar que los malandros se metieran con nosotros. A pesar de lo que ocurrió, tengo mucha fe en Dios. Creo que ellos están en un lugar mejor y que llegará el momento en que nos encontremos. Eso me da esperanzas. Pienso que tengo una misión que cumplir en la vida y que por eso continúo aquí, pero luego voy a reencontrarme con ellos. A otras madres que están sufriendo una situación similar les diría que el tiempo de Dios es perfecto y que todo ocurre por alguna razón. Dios nos mostrará cuál es el propósito de todo esto en algún momento. Lo importante no es el por qué, sino el para qué. Perder a mi hijo y a mi esposo va a ayudar a otras personas a crecer y a ser más precavidas, incluso a mis sobrinos y a mis nietos. De esto también hay que sacar una enseñanza: Tenemos que corregir a nuestros hijos pero a la vez amarlos. No pierdan la oportunidad de abrazar a sus hijos ningún día, porque podría ser el último.

Fotos de la 1a campaña del Proyecto Esperanza

Proyecto Esperanza
Proyecto Esperanza
Proyecto Esperanza
Proyecto Esperanza

Fotógrafos que participaron en esta campaña: Leo Ramírez, Carolina González, Luis Cobelo, Roberto Mata, Nelson Garrido, Luis Briceño, Marco Bello, Gustavo Burgos, Alejandro Sayegh, Rafael Guillén, Luisana Altamiranda, Eva Uzcátegui, entre otros.

Fotos de la 2a campaña del Proyecto Esperanza

Esta nueva fase de Esperanza invita a los venezolanos a aportar el rostro de una madre que haya perdido uno o varios hijos en manos de la violencia como un acto de solidaridad, 60 figuras públicas se han sumado a esta iniciativa, y ya cientos de venezolanos también forman parte a través de las redes sociales. #PONTEENSULUGAR

Personalidades venezolanas se unieron a esta campaña

Proyecto Esperanza
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Promueve la paz desde tu rango de acción: Si eres maestro, toma un momento para conversar sobre el valor de la vida con tus alumnos; si eres padre/madre convérsalo con tus hijos. Sensibiliza a tus vecinos, controla tus emociones y se amable con todas las personas que te encuentres día a día. Crea tus propios proyectos e ideas promotoras de paz.

Recuerda, como dice Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.

LA PAZ ES EL RESPETO A LA VIDA

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